POLÍTICA

El año de la oposición

Para los líderes opositores, 2019 marcó un antes y un después. Han jugado un papel protagónico: estrenaron un estatuto que les dio mayor visibilidad y, junto al ala radical, emergió un sector moderado que ha tenido más capacidad de convocatoria.

14 de diciembre de 2019
Los partidos de oposición han elegido a diferentes voceros para contestar las alocuciones presidenciales en momentos clave: cuando Duque presentó las objeciones a la JEP y cuando habló tras la renuncia de Néstor Humberto Martínez a la Fiscalía.

Este año la oposición anotó varios puntos. Se consolidó como una voz sobresaliente y crítica en el Congreso, demostró unión para pedirle al Gobierno cumplir el acuerdo de paz y conquistó las principales plazas electorales del país en las elecciones regionales.

En su interior, la oposición es variopinta: va desde la izquierda radical hasta el centro del espectro político. Tiene los liderazgos de siempre, como los senadores Gustavo Petro y Jorge Enrique Robledo, y se ha nutrido de caras nuevas y más moderadas, como la de la representante Juanita Goebertus, de la Alianza Verde.

Este ha sido un buen año para la oposición, pero no gracias a los viejos liderazgos. Petro se ha centrado más en las redes sociales y la protesta callejera que en el salón Elíptico. Nadie ha vuelto a ver al Petro de 2007 de los grandes debates, como el del paramilitarismo. Este cambio de rol del líder de la Colombia Humana ha permitido que la bancada alternativa, como se denomina, tenga un matiz más moderado y un espectro más amplio.

El Estatuto de la Oposición, producto de los acuerdos de paz de La Habana, ha sido un instrumento legal clave y les ha dado mayor visibilidad. Todavía falta que algunas reglas del juego queden absolutamente claras. Pero ha servido por ejemplo para decidir el orden del día, tanto en Senado como en Cámara, y así citar a debates de control político sobre las reformas económicas del Gobierno y el uso de la fuerza del Esmad.

Estrenaron el derecho a réplica de una alocución presidencial cuando el presidente Iván Duque objetó la ley estatutaria de la JEP. Con las escaleras del Congreso al fondo, la oposición se hizo sentir en la voz de Goebertus. El país político la escuchó, pero las rencillas internas brotaron. En efecto, a Petro no le gustó que la representante del Verde asumiera dicha vocería, principalmente porque ella votó en blanco en la segunda vuelta presidencial, en consonancia con su líder político Sergio Fajardo. Luego arreglaron las cosas, pero las contradicciones internas quedaron en evidencia.

El hundimiento de las objeciones a la JEP en el Congreso ofrece el ejemplo perfecto de lo que ocurre con la oposición: tiene incidencia, aunque por ser minoría necesita alianzas para volverse contundente. Tanto en el caso de la JEP como en el de la moción de censura al ministro de Defensa Guillermo Botero, los opositores salieron victoriosos porque se unieron con los partidos independientes, es decir, los liberales y Cambio Radical, y una parte de La U encabezada por Roy Barreras.

Depender de los independientes hace que tanto la oposición como el Gobierno tengan que hacer cuentas, voto a voto, en las grandes discusiones. No obstante, se ha consolidado un bloque por la defensa de los acuerdos de paz que ha funcionado hasta ahora para atajar iniciativas que podrían afectarlo, más que para sacar adelante las reformas contempladas en los acuerdos.

Los congresistas de la oposición coinciden sobre todo en aceptar que en materia legislativa tienen resultados muy pobres. Sus proyectos naufragan, y muchos de ellos ni siquiera llegan a primer debate. “No nos agendan, no es que no trabajemos. La mayoría de los presidentes de las comisiones son uribistas. En la primera legislatura hubo 291 proyectos de ley presentados en Senado. Sin embargo, el 56 por ciento, es decir más de la mitad, eran de la oposición y quedaron archivados o no han avanzado”, dijo el senador Gustavo Bolívar, del movimiento Decentes.

La defensa de los líderes sociales ha sido una de las banderas de la oposición. Durante la instalación del Congreso, protestaron ante el presidente.

También tienen otro tipo de problemas. La oposición ha identificado un patrón: las alocuciones del presidente Duque han dejado de salir por los medios de comunicación simultáneamente, como era habitual, y ahora se ha vuelto recurrente que se pronuncie por las redes sociales. Así, la oposición no puede reclamar su derecho a réplica porque no hay una alocución formal. También recuerdan la “jugadita” del senador Ernesto Macías durante la instalación del Congreso, en la que el presidente Duque no escuchó a la oposición, que le ha costado dolores de cabeza al congresista.

Además, perdieron un liderazgo político importante. Ángela María Robledo salió de la Cámara porque, según el Consejo de Estado, incurrió en doble militancia. La batalla jurídica persiste y ella tiene la esperanza de volver. El senador Antanas Mockus también estuvo en la cuerda floja debido a una demanda por supuesta violación al régimen de inhabilidades. Hay que sumar a la lista de golpes jurídicos que la Colombia Humana se quedó sin personería jurídica.

La curul de Antanas Mockus estuvo en la cuerda floja. Más que perder un voto, la oposición habría perdido un símbolo.

En las urnas, la balanza se inclinó a favor de la oposición. Conquistaron Bogotá con Claudia López; Medellín con Daniel Quintero; Cali con Jorge Iván Ospina y Cúcuta con Jairo Yáñez. Lo lograron porque los colombianos eligieron más opciones de centro, lo que le dio la ventaja al Partido Verde, el gran ganador.

Así que cada colectividad hizo las cuentas de sus victorias y derrotas según las candidaturas y coaliciones, porque en las elecciones no lograron unirse como en el Congreso. Además, las elecciones regionales afectaron el rendimiento de todo el Congreso, no solo de la oposición. Por eso los resultados en materia legislativa fueron tan pobres.

Ante los problemas de gobernabilidad de Duque, los líderes de oposición han tenido mayor relevancia en el Congreso.

Es normal que el Gobierno priorice el acercamiento con las bancadas amigas. Sin embargo, varios congresistas de la oposición coinciden en que el diálogo con ellos ha sido casi nulo. Aunque le han pedido cita al presidente Duque, no han tenido éxito. Hablaron por última vez cuando el Gobierno convocó a los partidos para dialogar sobre los proyectos anticorrupción, incluido el partido Farc, que viene adaptándose al ritmo legislativo pero aún no logra mayor liderazgo.

En medio de la conversación nacional, como Duque ha denominado la metodología de diálogo que propone ante las marchas de protesta, han citado a los parlamentarios individualmente. Pero la bancada de oposición decidió no ir y pedir que el Gobierno escuche a los líderes del Comité Nacional del Paro.

En las calles, muchas veces de manera espontánea, los ciudadanos han hecho una oposición más efectiva. Aunque algunos han intentado pescar en río revuelto, las marchas no han tenido ni tienen un líder político claro, lo cual ha jugado a su favor, porque lo contrario les restaría fuerza cívica. Así quedó demostrado con Petro, a quien Duque llamó “pirómano” debido a su utilización incendiaria de las redes sociales. Lo cierto es que mientras más se politice la manifestación, menos efectiva será. Eso sí, los congresistas opositores apoyan, sin ser decisivos, la convocatoria. Pero sí han abogado por que el Congreso escuche distintas voces, como la de los estudiantes o la de los indígenas.

Parte del descontento social que recorre las calles del país va contra el Congreso, que representa a la clase política, por lo que a la oposición le ha ido mejor que al resto. Sin embargo, la ciudadanía exige resultados de unos y otros. Por eso, tanto el Gobierno como la oposición celebraron que por fin un proyecto anticorrupción terminara su trámite en el Congreso. Se trata de la iniciativa que obliga a los servidores públicos elegidos por voto popular a publicar su declaración de renta, que está lista para la sanción presidencial.

También celebraron que la Cámara de Representantes haya aprobado las objeciones por inconveniencia contra el artículo 44 del Presupuesto General de la Nación para 2020, que daba a entender que los dineros de las universidades públicas podrían servir para pagar las demandas contra la nación. Dos puntos neurálgicos de las manifestaciones.

A esto también se une un factor clave: la difícil gobernabilidad del presidente Iván Duque. Es más fácil hacer oposición a un Gobierno con un reducido margen de maniobra política que a uno fortalecido y con capacidad de someter al Congreso. El arte está en aprovechar esa debilidad y proponer alternativas. Y eso es justamente lo que ha capitalizado la oposición en algunos momentos clave de 2019. Pero el próximo año, muchos de los que han hecho oposición y campaña ocuparán alcaldías y gobernaciones. Y ellos tendrán que enfrentar la protesta callejera.