DOCUMENTAL

25 años de resistencia

Durante esta semana los televidentes podrán ver el impresionante documental de ‘Caracol’ y SEMANA sobre el último cuarto de siglo en Colombia. Una mirada dolorosa con un final esperanzador.

5 de enero de 2008, 12:00 a. m.

No es fácil enfrentarse al documental 25 años de historia, producido por SEMANA y el Canal Caracol. Estas “memorias de un país sin memoria” sacan del baúl de los recuerdos escenas horripilantes de la historia reciente del país. No es fácil volver a verlas, ahora en secuencias organizadas por un guión que se apoya en la perspectiva de la historia. Y menos aun si se tiene en cuenta que es un documental sin final, porque entre 1982, el año en que nació SEMANA, y el presente, en Colombia han sucedido demasiadas tragedias y muchas de ellas aún no se resuelven.

Dividido en siete capítulos, se emitirá a lo largo de esta semana en el Canal Caracol (ver recuadro). Lo dirigió Mauricio Gómez, con el apoyo de Carlos Julio Betancur, subdirector del documental; Martha Ruiz, editora de Seguridad de la revista SEMANA, y Edwin López en la edición.

Como recuerda Gómez, “al comienzo no sabíamos cómo coger el toro por los cachos. Para comenzar, nada empezó hace 25 años. Además, en muchos de esos años yo viví por fuera”. Aunque esta puede ser una ventaja, ya que en este tipo de trabajos la mirada con perspectiva a veces ayuda a entender mejor los fenómenos o mirarlos con más cabeza que corazón.

Llegar al producto final fue una tarea de titanes. Por un lado, resultaba muy dispendioso mirar y clasificar más de 1.000 horas de imágenes, de las cuales seleccionaron 170. Pero muchas de esas imágenes estaban en formatos que ya no se usan, como tres cuartos. Eso quiere decir que tuvieron que conseguir máquinas archivadas para transferirlas a betacam digital. Para completar, las imágenes no siempre estaban a mano porque muchos de los archivos de noticieros que ya no están al aire desaparecieron o los fragmentaron.

La idea inicial fue utilizar el narcotráfico como el hilo conductor del relato. Pero a medida que avanzaban en la búsqueda de las imágenes y le iban dando forma al guión, descubrieron que en una hora resultaba imposible revivir estos 25 años (la versión definitiva dura tres horas y 20 minutos) y decidieron que la mejor manera de hacerlo era separarlo en capítulos relacionados con estados de ánimo. “No queríamos que quedara un documental de sólo muertos. La idea, a medida que historia avanzaba, era poner cosas positivas. Desgraciadamente eran muy pocas y al intercalarlas rompían el hilo del relato principal”.

Un relato que, aunque se guía por el paso de los años, no es del todo lineal, ya que a veces se devuelve, ya sea para hablar de los orígenes de algunos fenómenos anteriores a 1982 o para tratar de manera integral uno de los temas que se destacan en cada período. Además del material de archivo y la locución, lo enriquecen testimonios de los protagonistas (entre ellos varios de los ex presidentes), testigos de los hechos y analistas, así como fragmentos tomados de los archivos de la radio.

La euforia (1982-1984)

Este episodio se abre con imágenes del premio Nobel de literatura que ganó García Márquez. La expansión subversiva, que se traduce en aumento del número de frentes, que coincide con los acercamientos del gobierno de Belisario Betancur en la búsqueda de la paz. Paralelo a esto, el paso de la bonanza ‘marimbera’ al auge del tráfico de cocaína. Una época signada por palomas de la paz y que termina abruptamente en la noche del 30 de abril de 1984 con el asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla.

El terror (1984-1989)

Este capítulo comienza con la guerra que le declara el Estado al narcotráfico y la aparición de los extraditables. Una época signada por la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19, la destrucción de Armero tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz, el afianzamiento de la alianza entre paramilitares y narcotraficantes que dio como resultado la masacre de los integrantes de la Unión Patriótica y los asesinatos de Jaime Pardo Leal y Guillermo Cano, entre muchos otros. Las masacres de campesinos por parte de los paramilitares y la guerrilla se vuelven moneda corriente. Es la época del narcoterrorismo, de las amenazas a la prensa y a los periodistas, los asesinatos de policías en Medellín por parte de los sicarios de Pablo Escobar. Un período que, al igual que el anterior, termina también con un asesinato, el de Luis Carlos Galán en la plaza de Soacha.

La lucha (1989-1994)

Este también tenebroso capítulo comienza con el entierro de Luis Carlos Galán, el atentado al avión de Avianca, la bomba en la sede del DAS, la muerte de Gonzalo Rodríguez Gacha en un operativo militar en Coveñas, sigue con los asesinatos de los candidatos presidenciales de la izquierda Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro, hasta que, a raíz de la Asamblea Constituyente, se abrió un compás de esperanza, y más gracias al artículo que prohibía la extradición, lo que permite que Pablo Escobar se entregue. Pero la alegría duró poco. Fueron tiempos de voladuras de oleoductos por parte del ELN, se conocieron los lujos de la cárcel de La Catedral, desde donde Pablo Escobar seguía dedicado al crimen, antes de fugarse y declararle otra vez la guerra al Estado con carros-bomba y asesinatos. También fueron los tiempos del apagón y de la muerte de Pablo Escobar en el tejado de una casa de Medellín. Un suceso que acabó con el Cartel de Medellín pero no con el narcotráfico, el gran protagonista del siguiente capítulo.

La confusión (1994-1998)

El gobierno de Ernesto Samper estuvo signado desde su comienzo por la sombra de la entrada de dineros del Cartel de Cali a su campaña. Así que este capítulo comienza con el ‘narcocassette’, el proceso 8.000, la confesión de Fernando Botero, la descertificación a Colombia, un período que le dejó al país frases y metáforas memorables: el elefante, las mogollas como referencia al representante Heyne Mogollón, encargado de investigar la conducta del Presidente; “aquí estoy y aquí me quedo”, “¿Qué el presidente Samper renuncie? ¡Mamola!”, “fue a mis espaldas”, “yo no necesito visa para ir a Chaparral”. Un período tan confuso que la guerrilla y los paramilitares aprovecharon para expandir su poderío, mientras el país se preguntaba si el presidente Samper renunciaba o no y veía cómo las autoridades capturaban a los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela. Y que dejó para la historia de la infamia el asesinato aún sin esclarecer de Álvaro Gómez Hurtado.

La ilusión 1998-2002

Es el período del proceso de paz que adelantó el gobierno de Andrés Pastrana. Comenzó con la ilusión de que atrás quedaban los tiempos del 8.000, y que el advenimiento de la paz marcaría el renacer de Colombia. Pero lo que en realidad quedó fue el recuerdo de la silla vacía de ‘Tirofijo’, la zona de despeje del Caguán convertida en centro de secuestro y procesamiento de cocaína, más tomas guerrilleras, las pescas milagrosas, el asesinato de Jaime Garzón, el collar bomba, el rompimiento del proceso de paz y, como trágico colofón, el secuestro de Íngrid Betancourt.

La ansiedad 2002-2007

Este capítulo es el de la era Uribe, que aún no termina y que, como señala Gómez, “es el más difícil de afrontar porque no tenemos una perspectiva histórica que nos permita mirarlo con los ojos que hoy analizamos los 80 o los 90”. En él se reflejan los altos índices de popularidad de un gobierno con grandes logros en seguridad y crecimiento económico, que se le midió a adelantar un proceso de paz con los paramilitares, pero empañado por el escándalo de la para-política y que ha tenido que adelantar un muy complicado proceso de verdad, justicia y reparación de las víctimas.

La alegría 1982-2007

¿Cómo es posible que un país que ha soportado tanta violencia y desgracias juntas sea tan feliz y optimista? El último capítulo del documental intenta responder la pregunta con un pot pourrí de imágenes de festivales, carnavales y fiestas populares; los éxitos deportivos de Lucho Herrera, Nacional de Medellín, la pesista María Isabel Urrutia, el gol de Rincón a Alemania; la consagración internacional de Carlos Vives, Shakira y Juanes; programas de televisión que marcaron época, y el progreso que han experimentado varias ciudades colombianas en los últimos años.

Casi todas las imágenes del documental (un 90 por ciento) son inéditas. Muchas aparecieron muy mentadas en los noticieros y el documental presenta las secuencias completas. Otras sencillamente se quedaron en los archivos y jamás salieron al aire. Gómez es consciente de que quedaron por fuera temas de gran importancia como la economía (de país cafetero a país minero), el medio ambiente y la cultura.

El último capítulo también deja una conclusión. “Que sea la esperanza y no su ausencia la que determine la Colombia que queremos. La que soñamos, por fortuna, existe en cada uno de nosotros”.
A lo largo de esta Semana vea apartes del documental en SEMANA.COM.