Crimen

25 años sin Jaime Garzón: “Este sábado ya no existo”, el tenebroso presagio que él hizo de su muerte

En este artículo, publicado por SEMANA, tras el asesinato del querido humorista, se cuentan los vertiginosos días antes del crimen y las amenazas tan graves que pesaban sobre él.

Redacción Nación
13 de agosto de 2024
Jaime Garzón.

El 15 de mayo de 1999, Jaime Garzón vestido con una camisa blanca de rayas cafés conducía a toda velocidad una camioneta por la carretera que une las poblaciones de Granada y San Juan de Arama, en el departamento del Meta. El vehículo era un Montero de la Gobernación de Cundinamarca y Garzón se dirigía a un lugar que sólo él conocía a recoger a un secuestrado por el que había mediado ante las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

A las 11:40 de la mañana, Jaime se estrelló de imprevisto con la flota 720 de La Macarena que viajaba hacia Vistahermosa. Con el golpe el humorista se fracturó las piernas y aún así tuvo la determinación para reclamarle a Luis Rodríguez, el conductor del autobús, por el accidente. Luis Rodríguez le dijo que él había pensado que la camioneta iba a tomar una curva que hay en el lugar del choque porque dos kilómetros adelante, por la vía que iba Garzón, el camino terminaba de manera abrupta ante un puente caído.

Jaime, que no vio ninguna señalización al respecto, le comentó después a sus amigos que a la velocidad que iba las probabilidades de caer al vacío eran muy altas. De no haberse estrellado, decía, se habría matado dos kilómetros más allá. El hecho no le pareció fortuito y pensó que era una señal, una especie de guiño de la vida para que hiciera un alto en su camino.

Intentó hacerlo y puso todo su empeño en ello, pero no imaginó que el giro que le había dado a su historia en los últimos tres años ya no tenía retorno. De frente con las Farc, Jaime Garzón tuvo, como tantos otros personajes de su generación, coqueteos con la izquierda durante su juventud. Con el tiempo se decepcionó de la ortodoxia y la rigidez del discurso marxista-leninista de la guerrilla colombiana.

Un día le cantó la tabla a los subversivos desde los micrófonos de Radionet, un ambicioso proyecto con el cual Yamid Amat había regresado a la radio. Sus comentarios no pasaron inadvertidos y las Farc lo declararon públicamente objetivo militar de la organización. Garzón no se amilanó con la amenaza. Por el contrario, se sintió picado y decidió hacerle frente a la situación. Así que decidió, bien a su manera, ir a buscar a los guerrilleros en la región del Sumapaz, donde había ocupado el cargo de alcalde menor durante la alcaldía de Andrés Pastrana.

Garzón se adentró en el territorio dominado por las Farc hasta que encontró un primer puesto de guardia al que le dijo que quería ver a Miller Perdomo. Horas después se encontró cara a cara en el páramo con Perdomo, comandante entonces del frente 53 de las Farc, y le dijo que ahí les daba la carapara que lo mataran o para que hablaran y solucionaran sus diferencias.

Tuvo suerte y la guerrilla optó por esto último. Este primer contacto fue decisivo para la labor humanitaria en la que se vio involucrado después, cuando se enteró del secuestro del papá de una persona que había conocido en el Teatro Nacional. Su intermediación en este caso fue clave para que el señor regresara a su hogar sano y salvo. A partir de ese momento Garzón dedicaría buena parte de su tiempo a realizar este tipo de gestiones desinteresadas y, de acuerdo con los cálculos de su amigo Rafael Pardo, “más de 100 familias le deben a Garzón la libertad de algún familiar”.

¿Qué hacía Jaime Garzón? Por lo general los familiares de los secuestrados eran quienes lo buscaban para que les colaborara. El escuchaba su drama primero y luego los remitía a la oficina del zar antisecuestro. Si allí le solicitaban ayuda, Garzón se encargaba de verificar que las Farc tuvieran al secuestrado y que estuviera en buenas condiciones. Solo ponía una condición para hacer este trabajo: que las familias no le hablaran de plata ni de la negociación. Era lo único que pedía, porque de resto se ponía a su disposición las 24 horas del día, sobre todo para darles ánimo e inspirarles fortaleza y esperanza.

Un amigo que conoció esta faceta de Jaime recuerda que él decía: “A mí no me hablen de cifras. Yo no voy a llevar plata, no cobro un peso. Esta es una labor humanitaria. Yo hago el acercamiento y puedo subir con ustedes a la montaña para garantizar que no les hagan conejo y puedan volver a bajar”.

El humorista realizó sus buenos oficios con absoluta discreción y obtuvo resultados positivos.Tanto que a comienzos del año pasado fue llamado por el gobernador de Cundinamarca, Andrés González, para que fuera asesor de su despacho en gestiones humanitarias. Garzón aceptó con la condición de mantener el bajo perfil que había tenido hasta ese momento. Una situación inesperada hizo pública su misión: el retén que realizó el frente 53 de las Farc el 23 de marzo de 1998, en la vía al Llano.

Su intermediación en este hecho permitió la liberación de nueve de las personas secuestradas por los guerrilleros, entre las que se encontraban varios ciudadanos estadounidenses. Este hecho lo puso en el ojo del huracán. El 6 de mayo de 1998 el general Jorge Enrique Mora, para entonces comandante de la V División del Ejército, le envió un oficio al zar antisecuestro en el que le pedía investigar la intervención de Jaime Garzón luego del retén de las Farc.

El humorista se enteró de estos hechos por medio de la gobernación y el día 22 del mismo mes le contestó al general Mora. En su carta hacía varias precisiones sobre su gestión humanitaria y concluía diciéndole al militar: ”No busque enemigos entre los colombianos que arriesgamos la vida a diario por construir una patria digna, grande y en paz, como la que quiero yo y por la que lucha usted”.

Nadie muere la vispera...

Jaime Garzón creía que nada malo podía pasarle porque llevaba 10 años denunciando lo denunciable y lo no tan denunciable sin mayores problemas. No obstante, este año notó que la situación había cambiado y no les ocultó a sus amigos la molestia que sentía. En febrero, cuando comenzó a decirle a ‘La Tuti’ que se casaran después de 16 años de convivencia, y le comentó al familiar de un secuestrado que iba a pedirle ayuda a Fernando Brito y a Víctor G porque en la Fiscalía querían abrirle una investigación. Su preocupación era tan real que le pidió el favor a un colega periodista que averiguara si había algún proceso en su contra. Le dijeron que no había nada. En abril ’La Tuti’ le dijo a Jaime que se casaran el 15 de agosto.

Ahí paró la cosa y no se volvió a hablar del tema. Unos días antes del accidente en los Llanos, Garzón volvió a expresarle a un amigo el malestarque le producían ciertas cosas de las que se había enterado y que tenían que ver con el general Mora: ”Lo tengo en la espalda, hermano, quiere verme en la cárcel”. Al humorista le inquietaba que los militares y policías no comprendieran su labor.

Por eso se reunió con cuantos pudo, activos o en retiro, para explicarles en detalle la gestión humanitaria que llevaba a cabo. Luego del choque de mediados de mayo, Garzón fue operado y permaneció convaleciente en la Clínica Palermo de Bogotá.

En ese tiempo decidió no seguir ayudando en el tema de los secuestros. De los casos que tenía en sus manos se encargó Alejandro, un hombre de unos 35 años que era su mano derecha en las intermediaciones. Durante unos días Jaime se fue a Costa Rica a visitar a Alvaro Leyva. Este le recomendó que no se quemara más y que dejara de servir de intermediario.

Todo parece indicar que Garzón decidió replantear su papel en el tema de los secuestros porque de regresó al país se quedó solo con tres casos y comenzó a distanciarse de las Farc. Pero su interés de convertirse en el catalizador de la paz no lo dejó tranquilo.

Poco a poco comenzó a meterse en el proceso deacercamiento al Ejército de Liberación Nacional (ELN) para desempantanar los diálogos quepermitieran la liberación de los secuestrados del Fokker de Avianca y la iglesia La María.

Esto le trajo nuevos problemas, esta vez con los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). En por lo menos tres oportunidades Garzón le expresó a ‘La Tuti’ su deseo de viajar a Europa con ella y permanecer allí unos meses aprendiendo inglés para escampar un rato. Para el momento Garzón había hecho varios esfuerzos infructuosos para comunicarse con Carlos Castaño, jefe de las AUC, y así dirimir diferencias.

Telefono roto y los días contados

La última semana de vida de Jaime Garzón fue vertiginosa. El 7 y 8 de agosto estuvo de veraneo en el municipio de Mariquita con ‘La Tuti’. Ella le dijo que tuvieran un hijo y él le respondió que “ya estaba muy viejo y cansado para eso”. El martes visitó el pabellón de alta seguridad de la cárcel La Modelo y se entrevistó con John Jairo Velásquez,’Popeye’; Diego Arcila, el ‘Tomate’, y Angel Gaitán Mahecha.

Garzón les pidió que le contaran historias del narcotráfico para un libro que tenía en mente. Gaitán, por solicitud de Garzón, lo puso en contacto con Carlos Castaño. La conversación no fue fácil y menos lo que le dijo el comandante de las AUC al humorista, contado por él mismo: “Usted no es capaz de ponerme la cara, usted es un cobarde”. La charla duró un buen rato y al final Castaño se comprometió a llamarlo por la tarde.

Hacia las 4:00 p. m. hablaron de nuevo y acordaron que Garzón viajaría el sábado a Montería, donde lo recogería un helicóptero que lo llevaría a encontrarse con el líder de las AUC. El miércoles 11 de agosto, Garzón se entrevistó en Itagüí con Francisco Galán, vocero del ELN. Entre ese día y el jueves habló por teléfono con Micaela Mauss. Le dijo que tenía ganas de ir hasta Alemania como Heriberto de la Calle, a embolarla a ella, a su esposo Werner y a los comandantes del ELN.

El jueves 12 de agosto almorzó con los familiares de un secuestrado, les contó lo de las amenazas y en broma les repitió envarias oportunidades: “Es que yo tengo vida hasta el sábado. El sábado ya no existo”. En la noche, antes de que ella saliera a una comida a la que él no quiso ir, le relató a ‘La Tuti’ lo de las amenazas de las autodefensas y lo del viaje a Montería. Pese a la gravedad de lo que decía se mostraba tranquilo. “Quien nada debe nada teme”,decía.

Una de las hijas de ‘La Tuti’, según relatan los amigos, le dijo a Jaime que no valía la pena morir por este país. Garzón, cuentan sus allegados, respondió con una frase lapidaria: “Lo que va a pasar, pasa”. El viernes 13 de agosto, cuando la sabiduría popular recomienda no casarse ni embarcarse, Jaime Garzón salió a eso de las 5:40 de la mañana de su casa. Iba vestido con la misma camisa blanca de rayas cafés que llevaba puesta el día del accidente, cuando el destino lo salvó de caer al vacío en el municipio de San Juan de Arama. Solo que esta vez su destino ya no le pertenecía.

*Este artículo fue publicado originalmente el 19 de septiembre de 1999.

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