Elecciones
Adiós al clientelismo y la corrupción, la importancia de votar bien por Senado y Cámara
En las urnas, los colombianos tendrán la oportunidad de darles un golpe certero al clientelismo y a la corrupción. Legislar sobre el aborto y la eutanasia, así como tramitar la reforma pensional, son retos del Legislativo que se elige este domingo.
Imagine por un momento que es el director de una importante empresa con un presupuesto anual superior a los 300 billones de pesos y debe escoger a un grupo de empleados que devengarán un salario mensual cercano a los 35 millones de pesos. ¿Revisaría minuciosamente sus hojas de vida? ¿Exigiría que tuvieran los mejores perfiles y que contaran con las mejores referencias? ¿Se preocuparía por examinar que profesaran un total compromiso con su organización?
Eso es, justamente, guardadas las proporciones, lo que deberán hacer los colombianos este 13 de marzo en las mesas de votación cuando acudan a elegir a los nuevos congresistas, con la diferencia de que aquí no están en juego solo los intereses de una empresa y sus socios, sino el futuro de cerca de 50 millones de personas. Todo un país.
En las urnas, los electores tendrán la oportunidad de depurar la composición del Congreso –una institución con 87 por ciento de desaprobación– y renovarlo con integrantes que representen un verdadero cambio en las costumbres políticas colombianas. Dejar por fuera del Capitolio a quienes por años han usado el poder para su propio beneficio y mantener en sus curules a quienes sí trabajaron por el país de manera decidida es el mayor y más grande acto de protesta que tienen en sus manos los ciudadanos contra el clientelismo.
Los 297 parlamentarios que serán elegidos –de un amplio abanico de 2.835 candidatos– deberán ser sinónimo de trabajo y de entrega. Es menester dejar en el pasado a esos congresistas que van a calentar asiento en las plenarias, que se caracterizan por su silencio en las sesiones, mientras por debajo de cuerda se apropian de la contratación pública, como el caso del senador liberal Mario Castaño, quien –según grabaciones de la Fiscalía, reveladas en exclusiva por SEMANA– habría aprovechado su cargo para convertirse en la cabeza de una compleja red de corrupción por años.
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También resulta imperioso evitar que vuelvan al recinto de las leyes aquellos que han buscado torcer la justicia para favorecer sus intereses, como ocurrió con el excongresista Eduardo Pulgar, condenado por la Corte Suprema de Justicia por haberle ofrecido soborno a un juez para favorecer a un patrocinador suyo.
Hay que evitar capítulos como el de Aída Merlano, prófuga de la justicia tras haber sido condenada por formar parte de una sofisticada red de compra de votos, en la que han sido mencionados, además, el empresario Julio Gerlein y miembros de la casa Char.
Contar con un Congreso fuerte es de vital importancia para la democracia, pues es el llamado a ejercer control sobre una rama ejecutiva, que, por el arreglo institucional colombiano que le otorga amplios poderes, en ocasiones suele excederse. Pero también para seguir construyendo un Estado más justo, más moderno, que responda a los retos de una sociedad cambiante.
Este órgano legislativo, en opinión de Patricia Muñoz Yi, docente de ciencia política de la Universidad Javeriana, es indispensable para “mantener el equilibrio en las otras ramas del poder público”, al tiempo que establece, fundamentalmente, controles “a las autoridades del Poder Ejecutivo”.
En esto coincide Luis Felipe Vega, profesor de la Universidad Javeriana y doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Leipzig, quien agrega que, adicionalmente, el próximo Congreso tendrá una de las labores más difíciles de una institución en las últimas décadas: brindar solución a una serie de problemas cuya raíz es la pandemia de la covid-19.
Así, el nuevo Congreso, según Vega, debe combatir problemáticas en “por lo menos, cinco frentes: la reactivación económica, la creciente percepción de inseguridad en las ciudades, una reforma tributaria estructural, la migración ilegal y el control territorial contra las nuevas y viejas amenazas (grupos armados organizados y disidencias)”.
Será también labor del nuevo Legislativo reglamentar asuntos relacionados con las libertades sociales, como la despenalización del aborto hasta la semana 24 de gestación, sentenciada por la Corte Constitucional, y la ruta de atención para quien solicita la eutanasia, o, de lo contrario, los ciudadanos seguirán condenados a un limbo jurídico.
Los expertos también han advertido que el Congreso tendrá que desactivar de manera urgente una bomba de tiempo social, a punto de estallar en caso de que, tal como ocurrió con el actual Congreso, se les haga el quite a las reformas pensional y laboral: por más impopulares que suenen, resultan prioritarias para un país en el que la mitad de la población está en la informalidad. Tener un Congreso con parlamentarios más preocupados por sus investigaciones judiciales que por legislar difícilmente permitirá que se puedan emprender las reformas de fondo requeridas.
Derrotar la abstención
Uno de los retos del país este domingo será vencer la alta abstención que históricamente se ha vivido en las jornadas electorales. En 2018, el 51,1 por ciento de los ciudadanos habilitados para votar no acudieron a las urnas. Esto no solo refleja un mal endémico de la democracia colombiana, que hace que apenas unos pocos se pronuncien y terminen eligiendo a los mismos, sino que también, según los expertos, favorece a quienes compran votos.
“Según la información que se ha conocido en el caso de Aída Merlano, durante la campaña electoral su grupo invirtió cerca de 12.000 millones de pesos en la compra de votos, con lo que logró obtener 70.000 votos para alcanzar una curul en el Senado. Si más colombianos salen a votar, se hace inviable esta operación porque con ese número de votos no le alcanza para llegar”, explicó Rodrigo Sánchez, politólogo de la Universidad Nacional.
La compra de votos, como es evidente, no solo permite que una persona llegue de manera ilegal al Congreso, sino que detrás del congresista hay un grupo de empresarios que esperan recuperar la inversión con contratos, lo que se convierte en uno de los principales focos de corrupción.
Este domingo, además de elegir Congreso, se dará la cuota inicial de lo que será la elección presidencial, no solo porque los colombianos podrán votar por alguna de las tres consultas presidenciales que hay en juego –Equipo por Colombia, Pacto Histórico y Coalición Centro Esperanza–, sino porque la manera en la que quede compuesto el Congreso definirá en buena medida lo que será el panorama de la competencia por la Casa de Nariño. De allí la importancia de la decisión que tomen los ciudadanos.
Algunos partidos están a la espera de cuántas curules pueden obtener este domingo para saber qué tan cotizados llegan a la hora de las alianzas presidenciales.
“En 2018 Iván Duque no solo ganó la consulta de la centroderecha, sino que su partido, el Centro Democrático, fue la fuerza más votada en el Senado, lo que le permitió llegar fortalecido a las presidenciales, y las fuerzas de centroderecha se aglutinaron alrededor suyo”, señaló Sánchez.
De hecho, parte de la estrategia para las elecciones presidenciales tiene un componente fundamental en el resultado de las legislativas. Por ejemplo, el senador Gustavo Petro decidió ir con listas cerradas al Senado en el Pacto Histórico para ligarlas a su nombre.
Esa jugada ya la hizo el expresidente Álvaro Uribe en 2014 y en 2018 cuando encabezó las listas cerradas del Centro Democrático y puso más de 2 millones de votos y 20 curules.
Votar bien, votar a conciencia debería ser la consigna. El precandidato Enrique Peñalosa suele decir que un día los venezolanos votaron mal y eso los condujo a la situación de pobreza, inseguridad y desastre institucional que ese país vive hoy.
Más allá del candidato por el que vote, cada colombiano tendrá fundamentalmente dos opciones este 13 de marzo: darle un golpe certero al clientelismo en el Congreso o seguir con más de lo mismo.