Nación
“Adelante, sigamos engañándonos. ¡Las marchas de ayer fueron un éxito!”
El periodista Diego Santos, uno de los promotores de la marcha del 23N, hace una autocrítica en SEMANA sobre la poca participación en las movilizaciones en Bogotá.
¿Por qué vamos a tratar de maquillar algo que salió mal? La marcha que los ciudadanos de la oposición convocamos ayer no fue buena. No la llamaría un fracaso, por respeto a quienes salieron, pero no tenemos por qué mentir y engañar. Si no podemos hacer autocrítica, si no somos capaces de reconocer nuestras falencias, si tenemos miedo al qué dirán del petrismo, entonces apague y vámonos. Esto no es para gente insegura y acomplejada. La realidad es que la convocatoria de la marcha estuvo muy por debajo de lo esperado.
Mi lectura, y hago énfasis en que es mía porque puede haber otras miradas, es que salimos a marchar los que nos la pasamos en la red X. Es decir, muy poquitos. Quince mil, veinte mil, treinta mil, o cuarenta mil personas. La cifra exacta, sea cual fuere, quedó muy lejos de esos dos millones de personas que abarrotaron las calles el 21 de abril de este año en la ‘Marcha de Todos’.
Contrario a lo que señalan algunos, no creo que hubiésemos sido muchos más si se hubiera realizado el domingo. Siento que la gente está cansada y aburrida. Está cansada y aburrida de Petro. Está cansada y aburrida de este gobierno. Y también está cansada y aburrida de nosotros, la oposición. Las marchas del gobierno son exiguas. Las nuestras igual. Hemos citado a unas tres o cuatro en los últimos seis meses, con muy poco éxito. Esto es un hecho plasmado en la evidencia, ahí está.
Pero miren, no salgo aburrido de la marcha. Salgo con una radiografía clara del estado de las cosas. Nuestras marchas solo convocan a personas ya mayores, a exintegrantes de las Fuerzas Armadas, a sus familias, y algunas personas del estrato seis. También a los energúmenos que destilan el mismo odio que sienten los petristas hacia nosotros. Con nosotros no hay jóvenes, no hay clase media, no hay trabajadores de la salud, no hay comerciantes, ni transportadores, no hay empresarios, ni gremios ni empleados de sectores afectados por todo lo que está pasando.
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Pero esto no es culpa de ellos. No es desidia ni importaculismo. Si queremos escarbar en busca de excusas para escudarnos, seguiremos en las mismas. El meollo del asunto es que no tenemos un mensaje, que habitamos en una burbuja muy alejada de la lectura real de lo que está viviendo y sintiendo el país. Somos apenas el otro extremo que le hace frente al extremo del gobierno, dos nodos energúmenos carentes de cualquier tipo de sensatez, que prefiere incendiar el país antes que aceptar cualquier crítica.
La jornada de ayer, más que ponernos a pelear, nos debe invitar a una reflexión muy profunda de cómo reajustarnos, de cómo desarrollar una estrategia de oposición clara, de cómo realizar activaciones que muevan la fibra de los desencantados. Nuestro mensaje no está calando y el que lo hace, se queda en la red X. El #FueraPetro se marchitó, así quieran pensar lo contario.
Pero no solo los activistas deberíamos estar preocupados. Los políticos de la oposición también. Hay unos a los que se les espera que jamás llegarán. Otros que creen cumplir con un video de apoyo y luego se borran. Y los que convocaron pero a los que muy pocos les caminaron. Esos políticos también parecer estar encerrados en unas burbujas que les validan lo que dicen, pero no están observando ni escuchando. Ojalá esta marcha les sirva como una gran oportunidad para replantear sus estrategias de cara a 2026.
Por este análisis me dirán infiltrado del petrismo, caballo de Troya del santismo —si es que el santismo existe—, necesitado de protagonismo y muchas otras cosas más. Tengo algo claro, y es que mi activismo no busca un fin político. Hablo sobre lo que veo e interpreto, y no soy el bobo útil de alguien. No tengo mi cabeza metida en un agujero ni mis ojos en mi ombligo. Ni vanidad, ni ego, solo el deseo que este país pueda salir del abismo al que nos están llevando.
Creo que los intentos de una marcha de una oposición unida en torno a un común denominador, sin ideología, murieron ayer. No veo ni las ganas ni el interés de que vuelva a haber una en los próximos dos años. Ya entrados de lleno en una campaña política que será larga, se abre un segundo tiempo en el que conviviremos con una oposición atomizada en la que cada uno de nosotros tendrá que ver con quién se casa.
No esperen esa llamada unión que tanto están clamando, pues del ego no es tan fácil despojarse. La ciudadanía tiene que buscar a quién congregue, a quién sume, a quién lidere y quién dé luz. A fecha de hoy, ese personaje no ha salido a la palestra pública. ¿Aparecerá? Veremos.
Voy concluyendo esta columna sobre el papel de nosotros los activistas. También debemos mirarnos al espejo. Admiro a Jaime Arizabaleta, pese a que no ha dudado en calificarme públicamente de petrista porque no digo lo que él quiere que diga; admiro a Mauricio Matri, quien cree firmemente en su forma de hacer oposición; admiro a Charles Chapman, quien ha puesto su vida en riesgo; admiro a Ariel Armel, quien pese a nuestras fuertes diferencias, no desiste en sus creencias. Y a muchos otros. Pero por más admiración que haya, no siento que estemos haciendo las cosas bien. No puedo hablar por todos, hablaré por mí. Me quedó grande el papel de transmitir un mensaje, de convencer a la gente. Y ahí está el poder de mi exigua convocatoria.
Quizás es hora de buscar nuevos liderazgos, nuevas narrativas, las que giren en torno a propuestas y no a críticas. La gente sí está mamada, no quiere una opinión de los Diego Santos de turno. Y eso está bien. Por eso hago énfasis en que la marcha de ayer debe resetearnos. Si nos quedamos en lo que estamos haciendo, seguiremos igual. Si somos incapaces de entender el reto que tenemos por delante y de corregir nuestras equivocaciones, entonces preparémonos para cuatro años más de Gustavo Petro y del Pacto Histórico, y nos lo mereceremos, porque habremos sucumbido a la misma mediocridad que tanto criticamos.