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Adiós a las armas
Al cumplirse 10 años de la desmovilización del M-19 cerca de 7.000 hombres han dejado la lucha armada. ¿Cómo les ha ido en la vida civil? Balance de SEMANA.
La semana pasada el M-19 celebró 10 años de desmovilización. A diferencia del 9 de marzo de 1990, cuando la foto de Carlos Pizarro, su máximo líder, haciendo entrega de su pistola envuelta en la bandera colombiana le dio al vuelta al mundo, esta vez el hecho apenas fue registrado por los medios de comunicación en sus páginas interiores. Aunque el aniversario pasó inadvertido para un sector de la opinión pública lo cierto es que la reinserción del M-19 a la vida civil sirvió de ejemplo a ocho organizaciones subversivas que también tomaron la decisión de abandonar las armas para apostarle a la paz.
La decisión del M-19 fue cuestionada en su momento por otros grupos subversivos, entre ellos las Farc y el ELN, que consideraban que la única vía para acceder al poder seguía siendo la lucha armada y veían el proceso del Eme como una rendición. Lo mismo pasó con un sector del establecimiento, que no vio con buenos ojos la desmovilización de los combatientes de ese grupo. “Hay sectores de la sociedad que todavía se resisten a la reconciliación nacional. Ellos aplican, de manera equivocada, el adagio según el cual el que ha sido nunca deja de ser”, dice Gloria Quiceno, ex militante del M-19 y actual directora del Programa de Reinserción de la Presidencia de la República.
Pero así como la decisión del Eme fue cuestionada por sectores minoritarios de la sociedad, no se puede desconocer que también resultó un espejo en el que muchos grupos insurgentes se miraron. En efecto, de acuerdo con la información del Programa de Reinserción, desde que el M-19 abandonó la lucha armada cerca de 7.000 subversivos se han reinsertado a la vida civil. La cifra es bien significativa porque equivale a la desmovilización total del ELN y es un poco menos de la mitad de las Farc. ¿Qué ha pasado con estos grupos desmovilizados? ¿Cuál es el balance de la decisión política de dejar las armas?
Las cifras muestran con crudeza el nivel de intolerancia de los sectores extremos de la sociedad, pero a la vez reflejan el grado de compromiso político por parte de los subversivos desmovilizados. De acuerdo con las estadísticas del Programa para la Reinserción en los últimos 10 años han sido asesinados 600 de los 7.000 subversivos desmovilizados, es decir cerca del 10 por ciento. A pesar de que el número de ex combatientes muertos es alto, también llama la atención el hecho de que, según el propio Programa de Reinserción, tan sólo el 2 por ciento de los desmovilizados volvió a empuñar las armas. Para algunos analistas el deseo de mantenerse en la vida civil, pese a las circunstancias adversas en las que viven los ex militantes y sus familiares, tiene tanto mérito como la misma decisión de abandonar las armas.
Los otros grupos
Después de que el M-19 dejara las armas otros ocho grupos siguieron el ejemplo (ver recuadro). Se trata del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), el Ejército Popular de Liberación (EPL), el Movimiento Armado Quintín Lame (Maql), los Comandos Ernesto Rojas, la Corriente de Renovación Socialista (CRS), las Milicias de Medellín, el frente Francisco Garnica y el Movimiento Independiente Revolucionario Comandos Armados (MIR-COAR).
La gran mayoría de ellos, incluyendo al propio M-19, encontró en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 el escenario propicio para forjarse un futuro político lejos del monte y del poder de los fusiles. Pero no todos contaron con suerte. La muerte de varios de sus líderes, la inexperiencia, la ambición y el egoísmo de algunos de los sobrevivientes hizo que el M-19 poco a poco se diluyera como proyecto político después de haber sido un fenómeno de masas que en las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente lograra el 30 por ciento de los escaños.
Aunque varios de los líderes del M-19 siguen en la vida pública hay quienes les reprochan el haber dilapidado un caudal electoral sin precedentes en la historia del país. Inclusive uno de ellos reconoce que “fuimos inferiores a las expectativas”.
Otros, por su parte, como el congresista Gustavo Petro (ex comandante del movimiento insurgente), sostienen que el proceso de paz del Eme ha sido el más exitoso de todos los que se han dado en el país, “a pesar de que el establecimiento y los grupos guerrilleros que aún se mantienen armados insisten en mostrar nuestro proceso como una rendición. Si en 1991 la guerrilla que hoy sigue armada nos hubiera acompañado la Asamblea Constituyente habría sido una verdadera revolución democrática”.
El EPL, la CRS y el PRT han logrado sobrevivir a pesar de que muchos de sus militantes han sido asesinados. El caso del EPL es bien particular. Una vez desmovilizados debieron soportar una guerra sin cuartel por parte de las Farc que los sindicaba de ser informantes de los grupos de autodefensas. Hoy en día cuentan con varios concejales en el Urabá y un diputado a la Asamblea de Antioquia. Por su parte, la CRS y el PRT tienen representantes en el Congreso de la República.
El Quintín Lame, pese a ser uno de los más pequeños, o quizá por ello mismo, ha sido de los más exitosos en su reinserción. Todos sus hombres están dedicados al campo en el Cauca y cuentan con interesantes proyectos agroindustriales con varios productos de exportación.
De cualquier manera, y aunque hay varios funcionarios del gobierno de Andrés Pastrana, así como algunos empresarios, que afirman que la partitura de la paz en Colombia no está escrita, lo cierto es que hay sobre el tapete nueve proyectos de desmovilización de grupos subversivos, los cuales, para varios analistas, pueden servir, por lo menos, de puntos de referencia para la actual negociación. Y aunque cada una de esas negociaciones pasó por momentos difíciles lo cierto es que el respectivo proceso sólo pudo consolidarse cuando la voluntad política estuvo por encima de las aspiraciones individuales de las partes.