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Adriana Pinzón: negocio de venta del carro, la prueba clave que vincula a más personas con el homicidio
SEMANA revela varios documentos que muestran las irregularidades en la venta del carro de la psicóloga y la presencia de una extraña mujer en toda la transacción. Autoridades siguen la pista.
Son más las dudas que las respuestas en torno a la misteriosa desaparición y trágica muerte de la psicóloga Adriana Pinzón Castellanos. Por el momento solamente está vinculado a la investigación Jonathan Torres, su cuñado, y quien según las evidencias documentales fue la última persona en verla con vida el 7 de junio.
No obstante, las autoridades siguen la pista de más personas involucradas en la venta del carro de la sicóloga, transacción que está en la trasescena del crimen.
Mientras los familiares de Adriana le piden a Jonathan que cuente toda la verdad todavía existen muchas preguntas en el ambiente. La primera de ellas es “por qué” alguien atentaría contra la vida de la mujer de 42 años que se caracterizaba por su amabilidad y apego a su familia.
Tampoco se sabe por qué la psicóloga habría tomado la intempestiva decisión de vender su carro sin consultárselo a sus familiares y amigos más cercanos. Frente a la comercialización del automotor se han presentado sendas e irregularidades y acciones que van en contra de toda lógica.
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Primero que todo, el vehículo se vendió en un concesionario ubicado en el municipio de Chía (Cundinamarca) sin el aval ni la presencia de Adriana, situación extraña en una transacción de este tipo. Jonathan, según reveló un testigo, estuvo acompañado por una mujer que no se bajó del vehículo, pero sí firmó el documento de la compra y venta.
En la Comercializadora Automotriz Like S.A.S. se le puso de presente a Torres un documento de permuta del Mazda 2 modelo 2017. Sin embargo, cuando se estaba haciendo todo el registro se encontró que al vehículo no se le había realizado el levantamiento de prenda, un trámite que garantiza que el carro no tenga ningún tipo de compromisos financieros. Este documento es indispensable a la hora de realizar cualquier traspaso.
Jonathan también le aseguró a la persona que lo atendió que Adriana firmaría ese documento y se lo enviaría lo más pronto en un UBER. Con esta “promesa” se fijó la venta del vehículo en 40 millones de pesos, situación extraña, puesto que el carro estaba avaluado en 57 millones de pesos, según páginas especializadas, lo que representaba perder casi $ 15 millones en la transacción, una cuestión que no tiene justificación.
En la “negociación”, Torres cuadró la entrega por parte de la misma concesionaria de un Mazda 2 modelo 2011, avaluado en 33 millones de pesos, y un excedente en dinero. Otra irregularidad que resulta llamativa es que nunca se le registró el kilometraje del vehículo, uno de los trámites obligados cuando se quiere realizar la transacción de compra y venta de un vehículo.
El contrato conocido por SEMANA está escrito a mano y especifica todos los detalles del vehículo que se iba a vender, el valor y el hecho que el excedente se iba a pagar en efectivo. Como compradora aparece el nombre de la mujer que, según la investigación, acompañó esa noche a Jonathan en el concesionario, pero a quien los vendedores no le escucharon siquiera la voz ni la vieron de cuerpo entero, puesto que jamás ingresó al local.
Estos hechos ya son motivos de investigación por parte de las autoridades que cuentan con el nombre y todos los datos de la mujer.
El último detalle a destacar es que cuando se conoció la desaparición de Adriana desde el concesionario tomaron la decisión de regresarle el vehículo a sus familiares. Pese a las llamadas insistentes al lugar para conocer más detalles de la situación no fue posible obtener respuesta alguna.
Una persona cercana a la familia, cuya identidad se mantendrá en reserva, le aseguró a SEMANA que Adriana nunca tuvo interés alguno en endeudarse ni en perder dinero en sus transacciones comerciales, señalando que la empresa en la que laboraba siempre le ofrecía beneficios en este tipo de acciones comerciales.
“Me quieren inculpar”
En una conversación por WhatsApp, fechada el 12 de junio, entre Jonathan y Pilar, su esposa, a la que cual tuvo acceso SEMANA, se deja entrever que existía un malestar por parte de él por la investigación que se adelantaba por la desaparición de Adriana, advirtiendo que lo querían inculpar de este caso.
En el extenso, y extraño cruce de mensajes, Jonathan asegura que está “mamado” de la situación y de su familia, puesto que desde el primer minuto se le ha querido inculpar del caso, por eso, una vez aparezca Adriana se largarán, cuestionando a su esposa por no defenderlo de esas acusaciones.
Incluso, Torres sabía que un agente del CTI de la Fiscalía lo estaba siguiendo y se burla de la situación. La conversación pierde en muchas oportunidades el hilo conductor, tocándose varios temas, eliminándose mensajes y cambiando abruptamente lo relacionado con la búsqueda de Adriana.
Lo que si queda claro es que Jonathan se reconocía como el principal sospechoso de la desaparición de su cuñada. Incluso advierte que un negocio se cayó porque ya lo estaban vinculando con el caso, en este punto su esposa le hace caer en cuenta de una contradicción a lo que Torres no respondió.
Los movimientos bancarios, las deudas y todos los documentos personales de Adriana y Jonathan están bajo investigación. Igualmente, se realizan seguimientos al intercambio de los mensajes y uso de líneas celulares que realizó Jonathan los días anteriores a la desaparición de su cuñada.