Entrevista
“Ahora la derecha no le cree a las Farc que fueron asesinos”: Ernesto Samper
SEMANA habló con el expresidente Ernesto Samper sobre su pelea con Uribe, la confesión de las Farc y su visión de la política nacional.
SEMANA: La semana pasada se veía usted algo desconcertado con la confesión de las Farc. ¿Cuál es su sensación hoy?
E.S.P.: De descanso porque la noticia reforzaba la convicción que he tenido durante todos estos años de que al final la verdad sobre los hechos de mi gobierno como del conflicto mismo, donde quiera que esté, prevalecerá sobre las calumnias y las ofensas de los guerreristas. Falta, por supuesto, agua por correr en el molino: quiero conocer las circunstancias exactas de tiempo y lugar en que se dieron los hechos de los cuales ahora las Farc se incriminan.
SEMANA: Entonces usted ya cree en esa confesión. Al parecer lo que los llevó a eso fue una amenaza de las disidencias en el monte.
E.S.P.: Lo que importa es llegar a la verdad pasando por encima de las creencias, odios y de los intereses. La división dentro de las Farc me preocupa porque creo que es muy inconveniente y es lo que quieren los enemigos de la paz. Sobre sus declaraciones recientes me llama la atención que la misma gente que duró medio siglo acusando a las Farc de asesinar a diestra y siniestra, ahora resuelve no creerles cuando reconocen sus crímenes.
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SEMANA: ¿Cómo se explica usted que haya tomado fuerza la versión del crimen de Estado?
E.S.P.: Eso fue una venganza de Fernando Botero. El tema nunca se mencionó en los primeros doce años de investigación que hicieron varios fiscales acompañados por la familia Gómez. Botero lo sacó a relucir cuando la Corte Suprema lo condenó por el hurto de los dineros de mi campaña. Y luego, afirmó no tener ninguna prueba.
SEMANA: Pero los Gómez dicen tener pruebas...
E.S.P.: Que las muestren. Ellos recogieron la versión de Botero y la utilizaron para demandar una jugosa indemnización ante la CIDH en 2014, solicitud que no fue admitida. Ahora, por la presión de la opinión, han desistido. ¿Por qué se tomaron todo este tiempo en hacerlo? Porque, como dice Horacio, estaban detrás de la platica. Muy recientemente, se dieron cuenta de que podían politizar el caso incriminándonos a Serpa y a mí porque contaban con amigos en el Gobierno y la Fiscalía. Nosotros seguimos esperando que muestren la prueba reina de nuestra conducta criminal.
SEMANA: ¿Y cuáles podrían ser los motivos políticos que animan a los Gómez?
E.S.P.: Los motivos políticos corren por cuenta del propio presidente Duque. A él le dio por invitar a su fiscal, el mismo día de la posesión, a orientar la investigación del magnicidio hacia una desacreditada e inveraz hipótesis que vincula de forma truculenta a Ramiro Bejarano, entonces director del DAS, con inexistentes seguimientos a Álvaro Gómez. Es curioso que semejante acusación se produzca justo cuando Bejarano aparece como abogado de Iván Cepeda en el caso contra Uribe. Le puedo asegurar que Ramiro Bejarano cumplió bien y honestamente su tarea en una época de amenazas a las instituciones mucho más graves que los editoriales del periódico El Siglo.
SEMANA: ¿Entonces finalmente para usted fueron las Farc, los militares golpistas o el Cartel del Norte del Valle?
E.S.P.: A lo largo de estos años jamás he salido a combatir ninguna de las hipótesis sobre ese crimen, doloroso, excepto, claro está, la que parte del supuesto canalla de nuestra responsabilidad. Es posible que, gracias a la verdad que se está destapando en la JEP y la Comisión de la Verdad, aparezcan hallazgos encontrados en las distintas investigaciones que puedan en el futuro ayudar a construir una nueva narrativa de los hechos. Soy el más interesado en que se sepa la verdad sobre el asesinato de Álvaro Gómez que, subrayo, jamás fue enemigo de mi gobierno del cual formaba parte con tres ministros.
SEMANA: Cambiando de tema, el expresidente Uribe, ya en libertad, anunció una cruzada contra el socialismo. ¿Qué opinión le merece?
E.S.P.: El presidente Uribe, en tono poco tolerante, habla de sus enemigos socialistas como si fueran una peste. Y los etiqueta, sin distinción, como castrochavistas para estigmatizarlos. También nosotros, los que estamos en orilla distinta, podríamos decir, desde nuestra óptica progresista, que todos los uribistas son fascistas y en su versión tropical, trompo-bolsonaristas. La pregunta es si esta forma de polarizar el debate político le conviene al país y a su democracia. Yo pienso que no. El papel de los expresidentes, lo he dicho y lo repito, no es de atizar sino de apagar incendios, actuando más como bomberos que como pirómanos fundamentalistas.
SEMANA: Pero usted no está apagando incendios mandando trinos en los cuales dice que Uribe salió con un hacha de guerra y no con una bandera de paz.
E.S.P.: Lo que pasa es que me sorprendió que después de esta, llamémosla cuarentena judicial, el expresidente hubiera notificado al país que seguiría luchando contra sus enemigos preferidos que son la paz y la justicia. Llevar por ejemplo, a un referendo su idea de crear una Corte única propia de los estados fascistas o derogar la JEP que es como quitarle el corazón a la paz y pretender que siga viva.
SEMANA: Pero él siempre ha querido corte única, derogar la JEP y reducir el Congreso.
E.S.P.: Sí pero uno hubiera querido que su cuarentena obligatoria en El Ubérrimo lo hubiera vuelto más realista y hasta compasivo. El país habría recibido mejor un mensaje de concordia, por ejemplo, asumiendo la continuación de las negociaciones con el ELN que el Gobierno Duque tiene en un inexplicable limbo desde hace dos años y en las cuales, según entiendo, el expresidente estaba, antes del encierro, echando una mano. Lamentablemente, prefirió el hacha que la bandera que fue lo que dije.
SEMANA: No solo hacha, también quiere referendo
E.S.P.: Referendo que no me gusta como figura. Está demostrado con los resultados del brexit en Europa, el plebiscito por la paz en Colombia y las consultas autonomistas en España que la intervención de las redes en las campañas por los referendos terminan convirtiéndolos en campos de batalla entre sindicatos de odios diversos contra causas legítimas, como la paz, la permanencia de Inglaterra en Europa o la autonomía de Cataluña.
SEMANA: ¿Por qué cree que Uribe está en eso?
E.S.P.: No lo sé. Como persona, solo respondo por el Uribe de antes de la Gobernación de Antioquia. Muchos pensábamos que, superada la etapa del conflicto armado, cuando la política se hacía entre partidarios de las salidas pacíficas o belicistas para acabar con la violencia, podríamos llegar a coincidir en un escenario democrático de construcción de alternativas legítimas, hacia la izquierda o derecha de un centro que había sido el eje de gravitación de la vieja política partidista. Pero no fue así porque el espacio abierto en las últimas elecciones en la confrontación entre Petro y Duque, en ausencia de este último, fue rápidamente reemplazado por la polarización, por razones personales, entre Uribe y Santos… En la mitad de este enfrentamiento quedaron y siguen empantanados los acuerdos de paz de La Habana, y el propio Gobierno de Duque.
SEMANA: ¿Y en dónde deja el liberalismo?
E.S.P.: El liberalismo dejó de existir como fuerza política progresista, hoy lo que existe es el liberalismo gavirista.
SEMANA: ¿Cuál es el suyo?
E.S.P.: Con Gaviria y Santos tenemos una notable identidad en los temas políticos como la paz, las libertades y garantías, los nuevos derechos reproductivos, la preservación de la diversidad y las garantías constitucionales de los derechos de la ciudadanía. Pero con los dos tengo una diferencia abismal respecto al modelo económico que debe impulsar el Partido como fuerza alternativa. Ellos están con el modelo neoliberal, a mí me gusta el modelo solidario que pregona la socialdemocracia en el mundo.
SEMANA: ¿Le ve solución a la crisis política?
E.S.P.: Por supuesto. El camino es muy sencillo: volver a jugar todos en la misma cancha. Antes, cuando estaba prendido el conflicto, nos enfrentábamos con dureza pero siempre respetando la institucionalidad y la democracia. Hoy, la concentración de poderes, la politización de los organismos de control, el desacatamiento de la justicia por parte del propio Presidente, la falta de presencialidad en las corporaciones públicas por la pandemia y el uso excesivo de la fuerza sacó la política de esa cancha, parcializó los árbitros y reemplazó el partidismo por el fanatismo.
SEMANA: ¿Y para usted Iván Duque tiene algo que ver con ese diagnóstico?
E.S.P.: Ese es el problema. Que ni siquiera sabemos quién responde. Si pudiéramos devolver la película de estos dos años de gobierno y enmendar la plana, veríamos un comienzo de un país muy distinto: Uribe reclamaría su aporte a la paz por cuenta de la seguridad democrática, Duque aceptaría dar el salto del conflicto al posconflicto. La comunidad internacional aplaudiría. La oposición sería reconocida. Las víctimas estarían protegidas. Los campesinos tendrían las tierras. Los cultivos ilícitos habrían sido sustituidos y los líderes sociales estarían vivos. La falta de liderazgo nos tiene, sin embargo, en medio de una crisis institucional sin voces que puedan convocarla para encontrar una salida.
SEMANA: ¿Y ahora en que anda?
E.S.P.: Le aseguro que no estoy, como dice Uribe, defendiendo a dentelladas mi vigencia política. Estoy tranquilo, en mi casa, pasando la pandemia y disponible por si acaso me necesitan.