POLÍTICA
La telenovela de Aida
La exsenadora sacudió el mundo político con su intervención en Venezuela. ¿Qué es verdad y qué mentira?
El Helicoide era un proyecto de centro comercial que se convirtió en una macabra cárcel donde el régimen venezolano tortura a sus enemigos. Por eso sorprendió cuando Aida Merlano, supuestamente recluida en esa prisión, apareció ante las cámaras peinada, maquillada, sin esposas y elegantemente vestida. El escenario, un pequeño corral de madera, evocaba los juicios políticos de Cuba y China. El show estaba preparado para los medios estatales y también para Colombia. Y aunque la expectativa era alta, Aida no desilusionó.
Ella dio la siguiente versión de los hechos. Era una líder popular de la casa Gerlein que escaló en la política local peldaño a peldaño hasta llegar al Senado.Sin embargo, se había distanciado de sus patrocinadores porque, según ella, quería cambiar las costumbres de la política tradicional. Por eso, cuando un día la citaron para una reunión de varios partidos para apoyar la candidatura de Germán Vargas, decidió no ir. Desde ese momento los grandes poderes del departamento la habrían visto como un peligro.
Según relató Merlano con la voz entrecortada, Germán Vargas, como retaliación por no haberlo apoyado, le habría montado con Néstor Humberto Martínez, su fiscal de bolsillo, el entramado judicial para sacarla del ring. Acusó también a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que la condenaron de dejarse sobornar y le negaron el debido proceso. Ya en la cárcel habría decidido denunciar la corrupción política del departamento. Eso puso nerviosos a sus jefes políticos, Julio Gerlein y los Char, quienes la consintieron primero y la amenazaron después.
Aida Merlano dijo que su fuga no fue una liberación, sino un secuestro y que el plan era matarla.
Finalmente, según ella, estos clanes políticos le habrían enviado un abogado que le habría planteado el escape. Ella asumió ese riesgo y se descolgó por una cuerda desde la ventana de un consultorio odontológico y emprendió la huida en una moto de Rappi.
Toda Colombia vio esa escena. Pero los detalles de lo que siguió resultaron novedosos. Dijo que no se había tratado de una liberación, sino de un secuestro. Que primero la escondieron en Bogotá y luego la llevaron a una finca en las afueras de Valledupar. Allá uno de sus captores le habría dicho que tenían el plan de matarla y echarla en una fosa común para que nunca apareciera. A fin de ocultar la trama harían públicos dos tiquetes de avión a Barbados a nombre de ella, que habrían comprado sin su conocimiento para dejar un rastro falso que engañara a los investigadores y los hiciera creer que se había escondido en un paraíso tropical.
Según ella, al enterarse logró escapar, y sin explicar cómo, finalmente atravesó la frontera y llegó a Venezuela. Asegura que el presidente Duque supo siempre dónde estaba ella, pero que no la persiguió, pues era cómplice del plan para asesinarla. Esto lo habría hecho el primer mandatario para “guardarle la espalda” a Álvaro Uribe, a Germán Vargas y a Néstor Humberto Martínez, a quienes se les acabaría la vida si ella revelaba lo que sabía. También responsabilizaba del intento de eliminarla a los dos hijos de Julio Gerlein. Y, para rematar, manifestó que si algo llegaba a pasarle responsabilizaba a Álvaro Uribe Vélez y a la familia Char.
A esto la Merlano le sumó una cátedra sobre la corrupción electoral en el país, particularmente en la costa. Afirmó que el 90 por ciento de los votos en las elecciones regionales eran comprados, que todos los recientes presidentes habían recibido financiación irregular en sus campañas y, concretamente, trajo a cuento el caso Odebrecht-Santos. Habló también de mermelada, de cupos indicativos, de contratos amañados y desviación de recursos.
Terminó su intervención con los ojos aguados para registrar que ella, que no era más que una ficha de un engranaje electoral y no había hecho nada diferente de lo que hacen la mayoría de los políticos en el país, resultó condenada a 15 años de cárcel mientras sus jefes estaban felices y tan campantes en sus casas.
Esto último tal vez fue una de las pocas cosas en las que todo el mundo ha estado de acuerdo. Aunque es culpable de lo que la acusan, también es cierto que ella es el eslabón más débil de la cadena. Pero aparte de ese punto, prácticamente todas sus afirmaciones han sido muy cuestionadas y objeto de debate.
La telenovela de Merlano tiene muchas verdades, muchas mentiras y muchas verdades a medias.
La telenovela de Aida Merlano tiene muchas mentiras, muchas verdades y muchas verdades a medias. Entre las verdades, los reportes de compra de votos en el país no tienen nada de nuevo, pero es novedoso oír una confesión detallada de uno de los protagonistas del delito. Esto solo había sucedido en el país con Yidis Medina, a quien esa sinceridad le costó varios años de cárcel.
Las declaraciones más escandalosas son simultáneamente las más absurdas, e involucran al presidente Duque y al expresidente Álvaro Uribe. Ellos nada tienen que ver con el rollo de Aida Merlano. Esta comenzó su intervención llamando asesino al actual mandatario, y terminó responsabilizando al hoy senador si algo le pasaba. La referencia a ellos tiene el claro propósito de decir las cosas que Maduro quiere oír, y sobre todo los mensajes que quiere enviar. A él nada le puede gustar más que ver trapear el piso con el nombre de sus dos grandes enemigos. Y esta fue la oportunidad perfecta. Por otra parte, esas acusaciones protegen a Merlano de una extradición a Colombia, ya que afirmó que su vida en el país corre peligro.
Con Germán Vargas y Néstor Humberto Martínez la prófuga utiliza algunas verdades para llegar a conclusiones falsas. Es un hecho conocido que los dos tienen una relación política cercana de tiempo atrás. Pero la exsenadora cometió un error de primer semestre de Derecho cuando aseguró que, a todos los congresistas que habían votado por el fiscal, el Gobierno les pagó con generosos cupos indicativos para sus corruptelas. Resulta que al fiscal general de la nación no lo elige el Congreso, sino la Corte Suprema de Justicia.
Otra pata floja de su relato es que Germán Vargas habría montado el operativo judicial en su contra utilizando al fiscal Martínez. La verdad es que la policía de Barranquilla llevó a cabo el allanamiento tras recibir una denuncia anónima. Sobre esta hay toda clase de especulaciones, que van desde rivales políticos hasta miembros de las familias involucradas. Pero está claro que Germán Vargas no tuvo nada que ver con ese operativo. Y en cuanto a la Fiscalía, esta solo llegó al caso después de que la policía descubrió el andamiaje en la sede de la compra de votos.
Para meterse a Maduro en el bolsillo, Merlano necesita desprestigiar al establecimiento colombiano.
Sobre esto Merlano afirma algo que sí da pie a un interrogante. En esa sede funcionaba no solo su campaña al Senado, sino también la de Lilibeth Llinás a la Cámara de Representantes. Si compraban votos, era para las dos. Y sin embargo, la segunda, que era de Cambio Radical, pasó de agache.
Hay otras afirmaciones de Aida Merlano que posiblemente nunca se podrán aclarar. Entre estas está la de que detrás de su fuga estaban los Gerlein y los Char. Incluso llega a vincularlos con el plan de asesinato. Lo primero muchos colombianos lo pueden pensar, lo segundo desafía la credibilidad. Pero en todo caso, como se trata de declaraciones hechas ante un régimen que Colombia no reconoce, podrán producir gran impacto entre la opinión pública, pero no tienen efectos judiciales.
Aunque sí puede tener efectos políticos. Alex Char ha sido el alcalde más popular, no solo en la historia de Barranquilla sino del país. Sus índices de aceptación superaron el 90 por ciento año tras año. Fue el gran transformador de la ciudad, y así lo reconocen admiradores y críticos. Estos éxitos lo han posicionado como un posible candidato presidencial y con su carisma seguramente logrará un gran kilometraje electoral. Faltan más de dos años para las elecciones y en Colombia eso es una eternidad.
Pero Alex no es el único damnificado de la familia Char. Su hermano Arturo es virtual presidente del Senado. Además, hay negociaciones para que este grupo político ingrese al Gobierno.
Del libreto de su intervención se deduce que era para complacer a Maduro, evitar su extradición a Colombia y conseguir asilo.
La credibilidad de Aida está en entredicho, ya que todo lo que diga en Venezuela se va a ver a través de la agenda política del régimen de Maduro y su clara intención de desestabilizar el país. Se puede deducir entonces que la intervención de 42 minutos de Aida Merlano obedecía a un libreto con tres objetivos concretos: 1) complacer a Maduro. 2) Evitar su extradición a Colombia. 3) Conseguir asilo político. Dentro de ese contexto, el libreto estuvo bien concebido. Nunca se sabrá si lo indujo el régimen venezolano, lo creó la propia protagonista, o si hubo una combinación de las dos. Que mucho de lo afirmado sean mentiras no cambia en lo más mínimo la efectividad del mensaje.
Para meterse a Maduro al bolsillo, Aida necesitaba desprestigiar a todo el establecimiento colombiano. Y lo hizo al salpicar a presidentes, congresistas y magistrados. La idea era que Colombia quedara como la meca de la corrupción y la decadencia para la audiencia venezolana y para la oposición colombiana.
Queda por ver si Aida Merlano ya mostró todas sus cartas o si las declaraciones del jueves fueron solo un abrebocas. Es obvio que a estas alturas es un instrumento del régimen venezolano. Maduro le está cobrando a Duque el cerco diplomático y la alianza con Donald Trump, y la exsenadora les está cobrando a sus antiguos jefes haberla dejado sola. Ya que en este momento están del mismo lado, lo más probable es que le den el asilo político como remuneración por sus secretos. En todo caso, este es el primer capítulo de una telenovela que va para largo.