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Alejandro Ordóñez, un procurador polémico

El jefe del Ministerio Público se había convertido en el principal jefe de la oposición, al lado del ex presidente Álvaro Uribe. Su periodo estuvo lleno de controversias, peleas y mano dura.

7 de septiembre de 2016
La salida del procurador encenderá una tormenta política. | Foto: Procuraduría General de la Nación

En el poder siempre existen personajes bastante particulares. Pero pocos logran combinar el poder, el carisma, la radicalidad y el fervor religioso de la forma en lo que lo ha hecho Alejandro Ordóñez. En los últimos ocho años, el jurista pasó de ser un respetado magistrado que llegó a ocupar la cabeza del ministerio Público a convertirse en uno de los protagonistas más mediáticos y controvertidos de los últimos tiempos.

Muchos creen que esta semana Alejandro Ordóñez sabía que lo iban a sacar del cargo. Aunque siempre ha sido vehemente, sus posiciones de los últimos días pasaron incluso su raya. El pedido del fiscal Néstor Humberto Martínez de reanudar las fumigaciones le cayó como anillo al dedo para tener una vitrina.

Ordóñez se fue lanza en ristre contra el gobierno. Aseguró que el país estaba “naufragando en coca” y que la suspensión del glifosato obedeció a un “gravísimo error del gobierno” para “complacer las demandas de las FARC”.

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Sus críticas no pararon ahí. El martes rechazó la reglamentación que hizo la presidencia para que los funcionarios públicos participen en el plebiscito y generó toda una polvareda. Acusó al presidente de ser un dictador y aseguró que venía un “fraude en marcha”. Y hace pocas semanas se enfrentó en la más enconada pelea con la ministra Gina Parody por cuenta de las cartillas escolares. La llamó “mentirosa”.

Si algo había quedado claro en las últimas semanas era que Alejandro Ordóñez estaba compitiendo con Álvaro Uribe por el puesto de jefe de la oposición. La guerra frontal que ha tenido lugar entre él y el presidente Juan Manuel Santos se intensificó como nunca antes.

La ruptura comenzó precisamente con la reelección que el Consejo de Estado acaba de anular. Hace cuatro años, Ordóñez estaba seguro que el presidente Santos lo elegiría como su candidato en la terna, pero como el tiempo pasaba y ese ofrecimiento no se concretaba, decidió buscar otro camino. La Corte Suprema de Justicia lo eligió como su candidato y su nombre arrasó en el Senado, a pesar de que diferentes sectores de la opinión pública se opusieron a él.

Hay quienes creen que fue durante su reelección que Ordóñez demostró verdaderamente su poder. En un país de arraigo presidencialista logró hacerse elegir sin el apoyo de la Casa de Nariño y con las críticas de casi la totalidad de medios de comunicación.

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La verdad es que nadie antes había desarrollado a ese nivel lo que se podía hacer desde la Procuraduría. En sus primeros años, Ordóñez recibió buenas críticas pues muchos lo vieron como esa mano dura que se necesitaba para atajar la corrupción.

Buena parte de la prensa lo elogiaba pues, al igual que Álvaro Uribe, era un hombre auténtico, trabajaba con ritmo y decía frases contundentes. Hizo carrera que se le oía decir con frecuencia el mantra de que en la vida "el que la hace la paga".

Pero con el pasar de los días, sus fallos no dejaron títere con cabeza: destituyó, por un lado, al exministro Sabas Pretelt, al exsecretario general Bernardo Moreno y al gobernador del Valle, Juan Carlos Abadía, y, por el otro, también a Piedad Córdoba y suspendió al alcalde Samuel Moreno. Aunque todos esos casos fueron controvertidos el que primero evidenció que podría haber excesos fue el de Alonso Salazar. Aunque las razones para apartarlo del cargo fueron otras, se rumoraba que la verdadera molestia contra él era la creación de una clínica para que las mujeres pudieran abortar. Esa línea dura culminó con la polémica suspensión del alcalde Gustavo Petro.

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A pesar de que llegó a su cargo con el supuesto guiño del presidente Uribe, fue el primero que le metió el diente al equipo del exmandatario. Y fue también el primero que le puso el acelerador a la investigación para frenar el carrusel de la contratación en Bogotá, incluido el retiro temporal del alcalde, con el argumento de que era necesario evitar poner en riesgo las billonarias inversiones que estaban pendientes de contratación, que, según se afirma, se acercan a los seis billones de pesos.

En términos del derecho disciplinario, que puede ser la función más clave de la Procuraduría, Ordóñez también hizo un giro. Fue el pri­mer procurador en hacer uso del proceso verbal, una herramienta que se aprobó desde 2002, pero que ningún otro ha­bía puesto en práctica. Y la diferencia es significativa: un proceso disciplinario que antes se tomaba dos años, con este nue­vo sistema se resuelve en dos meses. Lo que quiere decir que hoy, a diferencia de antes, es más probable que se destituya al gobernador o al alcalde mientras está en el cargo.

Hasta la llegada de Ordóñez, la ta­rea de sanción disciplinaria, es decir, sus­pensiones y destituciones de alcaldes y gobernadores en ejercicio, no se practicaba tanto en la Procuraduría, o por lo menos no en el caso de las grandes ciudades ni de los altos funcionarios. Y a Ordóñez en este renglón quizás se le fue la mano. En una reciente entrevista contó orgulloso que en su periodo había destituido a más de 1.500 alcaldes y 82 gobernadores. Si se tiene en cuenta que en el país hay 1.123 municipios y 32 departamentos, la cifra sorprende.

En lo que más dio de qué hablar, sin embargo, fue en los temas que tenían que ver con sus convicciones religiosas. El procurador se convirtió en un antagonista ideal para todos los debates que tenían que ver con las libertades: el aborto, la eutanasia, la legalización de la droga, entre otros. Y fue en estas discusiones en las cuáles encendió más polémica. Mientras una parte de la opinión pública criticaba su visión por ser regresiva en materia de derechos, la gran mayoría de los colombianos en esos temas estaba de acuerdo con él.

Muchas de sus frases son memorables. Cuando lo criticaron por dejar que su fe influyera en su labor en la procuraduría contestó: “No me dejen caer en la hoguera preparada por los inquisidores posmodernos”. Para criticar a la prensa dijo alguna vez que “muchos periodistas, entre porro y porro y entre pase y pase (…), estigmatizan”. A los simpatizantes de las Farc los retó a que “salgan del clóset” y cuando le hablaron del Marco Jurídico para la Paz dijo indignado que el gobierno “nos lo está metiendo con vaselina”.

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Por fuera del cargo, Alejandro Ordóñez seguramente perderá poder, pero no es tan probable que pierda micrófonos. Su salida en medio de la campaña del plebiscito y de uno de los peores momentos de mayor polarización del país, lo puede convertir en un líder muy relevante para el No, y podría abonar su campaña presidencial, si eso a lo que él le apuesta. La euforia que produjo la decisión en las redes sociales, con miles de colombianos que lo respaldan y otros que celebran su partida demuestra que con él nunca habrá puntos medios. Y que puede haber Ordóñez para rato.

Vea la declaración de Alejandro Ordóñez tras conocer la decisión del Consejo de Estado de declarar nula su reelección.