judicial
Alias Mane, la aterradora historia del estrangulador de la Costa
Dos menores de edad son las víctimas del mismo asesino. La indolencia del Estado y una justicia cómplice posibilitó los crímenes. Advirtió que las asesinaría y nadie hizo nada. Era reincidente.
Mileidis tenía 13 años. Era una adolescente que creyó encontrar el amor y resultó ser un asesino. El mismo hombre que después de dos años de relación y una bebé la mató. Manuel Ramón Zapateiro, alias Mane, estranguló con una correa a la niña que por la fuerza convirtió en mujer.
Se trata de un homicida puesto en libertad por vencimiento de términos. Lo condenaron y volvió a asesinar. Rosa María, la segunda víctima, tenía 14 años cuando conoció a Mane, y después de tres años de noviazgo y un niño también fue estrangulada.
Alias Mane, de 31 años, no poseía una ocupación permanente, pero sí una aberración por enamorar menores de edad en un mismo sector de la ciudad de Barranquilla, además de contar con la suerte de ser una cifra más en la lista de denuncias por violencia intrafamiliar. Sus crímenes se juntaron y las autoridades los ignoraron.
Mane fue condenado por el homicidio de Mileidis. Registraba denuncias por abuso sexual, violencia intrafamiliar y amenazar a su propia familia, pero transitaba libre por las calles del barrio Santa María, en el sur de Barranquilla. A nadie le negaba que era capaz de asesinar, ni a la justicia que le permitió matar a Rosa, su segunda pareja sentimental.
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El perfil de este criminal no usaba una fachada, todos en el barrio sabían que había estrangulado a Mileidis y lo pregonaba como advertencia a sus vecinos. “Que ya él había matado a la primera, que no le dolía volverlo a hacer con ella”, dijo un testigo de la Fiscalía que lo describió como un hombre celoso, violento y armado.
Hace más de seis meses, Mane fue condenado a 35 años de prisión después de una década de investigación de la Fiscalía por el homicidio de Mileidis. Pero en un hecho que solo puede entenderse como descuido inhumano o un acto de rampante impunidad, la fiscal a cargo del proceso no hizo efectiva la orden de captura y Mane volvió asesinar.
“Es más, si la Fiscalía hubiese activado la orden de captura del juez y en septiembre del año pasado la Policía lo detiene, Rosa estaría viva, porque este asesino la mató, dado que seguía libre ocho meses después de la condena”, gritan los testigos de este proceso, que apenas encontró un poco de justicia, aunque con un precio enorme: una segunda víctima del llamado estrangulador de la costa.
Mileidis
La niña asesinada por Mane el 28 de octubre de 2011 estaba en el baño de la casa de sus suegros, los papás del asesino, los mismos que la acusaron de no ser “señorita”, pues fue violada por su padrastro. El mismo Mane les dijo a sus familiares que Mileidis estaba en el suelo, “morada”, y no respondía, por eso la trasladaron a un hospital, donde llegó sin signos vitales.
Mane y su familia le repitieron a la Fiscalía, en entrevistas y juramentos, que la víctima tuvo intentos de suicidio. Lo dijeron para sembrar la hipótesis de que la niña se había quitado la vida. Que Mileidis era inestable, que tomaba pastillas y hasta trató de cortarse las venas, pero la investigación reveló la tragedia que vivió, cómo fue estrangulada con una cuerda, y su victimario trató de engañar a las autoridades.
Las pruebas llevaron a concluir, diez años después del crimen, que Manuel Ramón Zapateiro estranguló a Mileidis luego de dos años de tortura sentimental, agresiones, celos, y una violencia que la justicia conoció, pero ignoró. La víctima acudió a la Fiscalía y su denuncia la condenó a muerte.
Rosa
A la segunda pareja sentimental, otra menor de edad, Mane la conoció meses después de asesinar a Mileidis, mientras gozaba de la libertad por vencimiento de términos, de un eterno proceso judicial que apuntaba a la impunidad y que le permitió continuar con su vida cómo cualquier otro ciudadano, sin la carga de un homicida.
Rosa María se enamoró y con apenas 14 años de edad quedó embarazada. La tragedia anunciada la empezó a vivir: violencia doméstica, abuso sexual y brutales agresiones. Pero nada fue suficiente para la Fiscalía, las denuncias nunca se atendieron.
“Eran maltratos físicos, psicológicos, verbales. Mi hija le puso varias denuncias en la Fiscalía por acceso carnal abusivo, en el año 2018 y 2019”, dijo el papá de Rosa, luego de cargar a su hija en los brazos hasta las puertas de un hospital, donde le dijeron que ya estaba muerta.
Después de tres años de relación, Mane cambió a Rosa por su hermana melliza, Julitza. Arrancó otra relación que sigue vigente, por lo menos hasta la captura de Mane, con quien tuvo dos hijos, sobrinos de la víctima. Pero la violencia y las amenazas contra Rosa continuaron. Se libró de vivir con él, no del riesgo de que le quitara la vida, como ocurrió el pasado 21 de febrero.
Mane, de acuerdo con las declaraciones, amenazaba a Rosa y le impedía rehacer su vida sentimental. “Le había cortado el pelo con un cuchillo, la maltrataba todo el tiempo, la arañaba, y mi hermana siempre andaba con moretones en el cuerpo”, dijo el hermano de Rosa.
Las agresiones aumentaron en frecuencia y fuerza hasta el día en que Mane aprovechó un corte de luz en el barrio para llevar a Rosa a la parte trasera de la casa y estrangularla, según la investigación. Un niño fue quien vio “por un hoyito” a Rosa en el piso de un pasillo lleno de escombros. De su cuello no se podía desprender una abrazadera que le cortó la vida.
“Entonces, salgo corriendo a buscar un cuchillo, pero no lo encontré. Y mi papá salió y consiguió uno, llegó hasta donde estaba mi hermana y le cortó la abrazadera que tenía en el cuello, pero ya mi hermana estaba muerta”, dijo el hermano de Rosa a la Fiscalía.
SEMANA conoció los documentos y detalles de una audiencia en la que el fiscal 11 especializado en la seccional del Atlántico, Rodrigo Restrepo, logró demostrar cómo Mane, de forma premeditada, compró la abrazadera que los familiares de Rosa encontraron y casi no logran desprender de su cuello.
El fiscal Restrepo presentó en audiencia los videos en los que Mane llega a una ferretería y sale con un zuncho que se convirtió en el arma homicida, el mismo día del crimen. Se trató de una prueba contundente que permitió, por fin, llevar a Mane a una cárcel. La vida de Rosa tuvo un costo muy alto, y quizás salvó a su propia hermana del mismo desenlace fatal.
Con este crimen, el segundo conocido del llamado estrangulador de la costa, a la Fiscalía le sobraron argumentos y pruebas. El fiscal reconstruyó la escena y logró establecer cómo Mane se burló de sus víctimas y la justicia lo acompañó en ese propósito: pudo asesinar cuando estaba condenado.