Nación
Alias Pájaro, el eslabón perdido en la fuga del peligroso Matamba
SEMANA revela detalles de este misterioso hombre que fue el enlace ente el Clan del Golfo y la organización comandada por alias El Caballista, para lograr el escape del narcotraficante.
En la fuga de Juan Larinson Casto Estupiñán, más conocido como alias Matamba, existe un hombre que muy pocas veces se ha mencionado pese a su poder e influencia dentro de la estructura criminal del Clan del Golfo: John Fredy Gallo Bedoya, alias Pájaro.
Este hombre, según la Fiscalía General, era el principal enlace entre el Clan del Golfo comandado por Jesús Ávila Villadiego, alias Chiquito Malo, y la estructura de esta banda criminal que delinquía en Bogotá y que estaba al mando de Édgar Eulicio Munévar Castillo, conocido en el mundo criminal con el sobrenombre de El Caballista.
En la reunión que se celebró en la noche del 16 de marzo de 2022 en un establecimiento ubicado en una bomba de gasolina en el norte de Bogotá, para finiquitar el plan de fuga, El Caballista, quien se movilizaba en vehículos de alta gama, se encontró con Manuel Antonio Castañeda, quien trabajaba con la Unidad Nacional de Protección (UNP) para finiquitar la fuga de Matamba, quien se encontraba en la cárcel La Picota.
El Caballista le señaló al conductor las rutas que debían tomar rumbo al Magdalena Medio, los movimientos a ejecutar si había problemas y, lo más importante, el silencio que debían asumir una vez recogieran al narcotraficante. En medio de la charla llegó como un fantasma un hombre, quien parecía haberse sometido recientemente a una cirugía en el rostro y el cual no pronunció ni una sola palabra y que minutos después se subió a la camioneta de Castañeda.
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Ya con las primeras horas del nuevo día los tres hombres se dirigieron al sur de la capital de la República. En cercanías al botadero de Doña Juana fueron interceptados por un vehículo de bajo cilindraje del cual se bajó “un sujeto moreno que vestía sudadera y tenía en su mano una pistola con silenciador y se monta a mi camioneta con nosotros”.
Este hombre era nadie más ni nadie menos que Matamba, que había salido con toda naturalidad de la cárcel.
“Lo primero que hace este sujeto es decirle a Pájaro ‘gracias patrón, le debo esta vida y la otra, ya el dinero lo cuadramos’. Le da un beso, al señor Édgar le da las gracias y a mí me saluda chocando los puños” (sic), testificó Castañeda.
Siguiendo las recomendaciones, el conductor aceleró para salir de Bogotá y llegar lo más pronto posible. A las 4:30 de la mañana, tras pasar por “puente largo” de El Doral, se orillaron en la carretera.
“Cuando llegamos a ese punto había dos camionetas parqueadas (…) como cuatro o cinco sujetos, al parecer, escoltas de la UNP, porque estaban bien atalajados pues portaban pistolas, proveedores y placas del cuello. De la Frontier se bajan Pájaro y Matamba, se suben solos a la TXL blanca porque uno de los escoltas le entregó las llaves a Pájaro para que manejara”.
Édgar dio instrucciones precisas a los hombres de lo que debían hacer con los vehículos. Tras llegar a la finca que ya estaba fijada, se encontraron con que 50 personas que lo estaban esperando. “Alias Pájaro da la orden al parecer a los encargados de la finca, entonces los viejitos salen y entregan fusiles AK-47, escopetas y pistolas como a 40 personas”.
A las 9 de la mañana del 17 de marzo, Castañeda, El Caballista y otra persona cuya identidad se desconoce se devolvieron en la camioneta que le había prestado el capitán Duque Casas. “Llegando a Bogotá, Édgar llamó a un contacto de la Policía que dice que es del CAN, para que borre los videos de desplazamiento para no dejar registro. Llegamos a la calle 80, el calvo se bajó cerca del CAI de la Policía y nos fuimos por la 26″.
De alias Pájaro, el hombre clave, se sabe que es un desmovilizado de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Tiene nexos directos con los comandantes del Clan del Golfo, coordinando a los prestamistas y manejando las finanzas de la banda criminal en el centro del país. Informes de inteligencia señalaron que maneja dos vehículos de gama alta y una finca cercana al Puente de Guadua, sobre la calle 80, en el occidente de Bogotá.