ENCUESTA
¿Aló, presidente?
Los estratos altos son los que más respaldan la gestión de Santos, mientras los estratos populares, los 'consentidos', piensan que el presidente no ha cumplido sus promesas.
El 7 de agosto de 2010 Juan Manuel Santos se comprometió con "los que nada tienen y con los que se han cansado de esperar." El tono general de su discurso de posesión evocaba los valores del liberalismo tradicional e incluía menciones a temas espinosos, como la redistribución de tierras. En este sentido, prometió devolverles la tierra a "los que de verdad la trabajan con vocación y sudor". Seis meses después, Santos le confesó a Patricia Lara, de El Espectador, que al final de su gobierno lo iban a considerar un traidor a su clase, como le había pasado al expresidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt.
Sin embargo, ajustando casi dos años en el solio de Bolívar todo indica que todavía no ha logrado este propósito. Según la más reciente encuesta de Ipsos-Napoleón Franco para la Gran Alianza de Medios, los hombres mayores, urbanos y de estratos altos son quienes más respaldan la gestión del mandatario, mientras los estratos medios y bajos son quienes menos la apoyan. ¿Por qué?
Durante el último mes los temas internacionales dominaron la agenda. Santos se dedicó a organizar la Cumbre de las Américas e hizo énfasis en temas como Cuba, la legalización de las drogas y la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Aunque importantes y positivos para el país, estos asuntos no afectan el día a día de millones de colombianos y los tienen sin cuidado.
También es cierto que las grandes reformas que tramitó Santos -como la Ley de Víctimas y la Ley de Regalías- siguen en papel y tinta. Estas pequeñas revoluciones, que al final pueden impli car una mejoría en la calidad de vida y beneficios para los más necesitados y las regiones más apartadas, todavía no son una realidad. Si bien las personas más educadas y de alto nivel de ingreso pueden comprender la dimensión de leyes que van encaminadas a una mayor equidad y reconciliación nacional, los estratos populares todavía no sienten su efecto real. Como si fuera poco, a esto se le suma que uno de los lunares del gobierno Santos es la poca ejecución, en especial en temas muy sensibles, como la tragedia invernal.
En el mismo sentido, es útil usar la distinción entre los indicadores macroeconómicos y la realidad cotidiana para explicar la "desconexión" del presidente con quienes "nada tienen". Aunque los estratos altos y urbanos perciben que la economía va bien, que el desempleo tiene tendencia a la baja y que la inversión extranjera está disparada, los más bajos aún no sienten la mejoría de los indicadores macroeconómicos en carne propia. No en vano, el desempleo sigue siendo el problema que más afecta a los colombianos. Según el experto en semiología Armando Silva, esto se debe a que Santos "tiene seguridad en sus logros y asume que bajar unos puntos no es importante. Le apuesta al premio mayor y descuida la minucia cotidiana donde se cocina la imagen popular."
Y por último, el talante del mismo presidente arrojan luces para entender los resultados de esta medición. Aunque Santos ha hecho esfuerzos por acercarse más al ciudadano de a pie, por visitar las regiones y por arremangarse, es distante. Según Silva, "Su cuerpo es rígido, siempre pone una barrera, su lenguaje ha sido frío y su bogotanidad salta a la vista". En otras palabras, el presidente no está conectando con las franjas más populares y estas no copian o no entienden su mensaje de "prosperidad para todos".
Haciendo honor a la verdad, aunque es palpable cierta desaprobación en los estratos 1 y 2, tampoco se puede afirmar que estos últimos estén en contra de él. Por ahora solo se puede afirmar que sienten, en mayor medida que los estratos altos, que la situación económica es mala y que Santos no ha cumplido con sus promesas. Más que un síntoma de lucha de clases, estos resultados son una alerta. Si el presidente quiere llegar fortalecido a una temporada electoral, si busca asegurar su reelección y, sobre todo, si quiere ser recordado en la historia como el presidente que cerró la brecha, es evidente que un cambio en la estrategia de gobierno es necesario y urgente.