ENTREVISTA
“Yo ya no era Andrés, sino Pablo Escobar”
Cansado de siempre hacer papeles de narco, el actor Andrés Parra rechazó una propuesta de US$160.000 al mes.
Andrés Parra está casi irreconocible. En dos años perdió cerca de 40 kilos, pero el cambio del actor que le dio la vuelta al mundo con su rol de Pablo Escobar en El Patrón del Mal no solo es físico. Cansado de que le gritaran “Pablo” en la calle y sin ganas de quedar encasillado como “el que hace de capo”, tomó el camino difícil y decidió decirle que no a los roles de narcotraficante. Al punto que rechazó una jugosa oferta de 160.000 dólares al mes y se embarcó en un proyecto con poco presupuesto, con más riesgos artísticos y laborales. A finales de noviembre protagonizará Siempreviva, de CMO producciones, una película inspirada en La Siempreviva, un clásico del teatro colombiano que cuenta la historia de un inquilinato el 6 de noviembre de 1985, donde los vecinos esperan angustiados que vuelva Julieta, una joven que trabaja en la cafetería del Palacio de Justicia, donde desaparecerá junto a varios colegas. Parra habló con SEMANA sobre la difícil decisión que tomó.
SEMANA: ¿Se cansó de Escobar?
ANDRÉS PARRA: Sí, pero es 100 por ciento profesional, no tengo líos morales con haber interpretado a Escobar. Hay miedo al encasille y tomé la decisión de no participar más en series de narcotráfico o por lo menos no volver a hacer de capo. Es que empezó una moda y cualquier cosa que hicieran sobre narcos me invitaban a hacer capítulos, se volvió incómodo. Es que por momentos yo ya no era Andrés Parra, en la calle me gritaban “Pablo”.
SEMANA: ¿Y bajó de peso para desligarse del personaje?
A. P.: En parte sí. Por salud claro, pero quitarme kilos fue la excusa perfecta pues ya no puedo hacer de Escobar. Es que incluso un reguetonero famoso me llamó para que me disfrazara de Escobar en su show, que echara plomo, lo secuestrara, cosas de ese estilo. Hubiera ganado más plata, ese era el camino fácil pero es la muerte actoral.
SEMANA: ¿Por eso rechazó actuar en una superproducción de Hollywood?
A. P.: Una gran productora estadounidense se acercó para una serie sobre narcotraficantes. Una cosa grande, con directores famosos, actores internacionales, un presupuesto enorme, pagaban miles de dólares, eran seis meses de trabajo. Era una oportunidad increíble. Pero sentí que no podía, me daba un hormigueo en el cuerpo, algo no me dejaba estar del todo tranquilo.
SEMANA: ¿No se arrepiente?
A. P.: Lo pensé mucho, me dio miedo que fuera un acto soberbio, una gran embarrada, me desvelé muchas noches. Estuve a punto de firmar, pero llevo dos años diciendo que no a proyectos sobre capos, y aunque sea difícil, hay que ser coherente. Siento que me conecté con mi esencia y pude tomar esa decisión. Quiero seguir creciendo pero con otros personajes. Ahora antes de acostarme me gusta hablar con Dios. Le dijo, “bueno mompa, dígame algo, muéstreme algo”. Y ahí fue que surgió la película Siempreviva.
SEMANA: ¿Qué pasó?
A. P.: Se acercaron de la productora CMO, me dijeron que tenían una propuesta indecente: querían hacer una película basada en la obra de teatro La Siempreviva de Miguel Torres. Me sudaron las manos de la emoción, salí de la reunión queriendo estar ahí, no importaba que fuera pequeño, de bajo presupuesto, me enamoré de la historia. La Siempreviva es un monumento, una obra muy importante, que va a ser muy pertinente, pues en 2015 se cumplen 30 años de la toma del Palacio de Justicia. La película es íntima, escenas en plano secuencia y seis actores de primera que incluyen a Enrique Carriazo.
SEMANA: ¿Qué se siente pasar, con Escobar, del papel del victimario, al mundo de las víctimas?
A. P.: Yo no hago esa conexión, pero me encanta mi personaje Sergio, que está llevado, lleno de frustraciones, de amargura, de impotencia, es la desazón suprema, la de Vallejo. Vamos a contar al colombiano promedio, el que está vaciado, que no tiene nada, endeudado, que perdió sus seres queridos. Y está el drama de la desaparición del Palacio de Justicia, una tragedia que este país no ha logrado resolver, me parece muy interesante formar parte de proyectos que ponen el dedo en la herida. Hay gente que lleva décadas tratando de saber lo que le pasó a sus familiares, no pueden hacer su duelo, viven en esa incertidumbre. Es terrible.
SEMANA: ¿Qué recuerda de la toma del Palacio?
A. P.: Poco, estaba chiquito. Me acuerdo de mis papás y yo acostados, viendo eso en directo. Y las llamas. Pero después fue como si hubiera pasado y ya. Siento que los colombianos no hicimos el ejercicio de preguntarnos qué pasó ahí. Sabemos que se tomaron el Palacio, se incendió y se acabó el problema. A nadie se le ocurre pensar que había gente que no tenía nada que ver y se los llevaron. No recuerdo un episodio en el que hayamos sido tan indiferentes.
SEMANA: ¿Está estudiando la toma del Palacio para su papel?
A. P.: Me estoy empapando y se me abren los ojos. Me da vergüenza de patria, es que hemos sido muy permisivos como ciudadanos, muy alcahuetas, no tenemos memoria.
SEMANA: ¿Y cree que una película sí puede enseñar?
A. P.: La pretensión de la película no es económica, aunque puede tener buena taquilla, la idea es generar preguntas, refrescar la memoria de Colombia. Hay muchos jóvenes que ni saben qué era el M-19, qué era el Palacio. Creo que todo lo que uno pueda contribuir es positivo. Con Escobar pasó: en el extranjero la gente pensaba que era solo un narcotraficante, no un tipo que arrodilló al país, que mató tanta gente.
SEMANA: ¿Cuál es el rol del artista en el posconflicto, en la búsqueda de la paz?
A .P.: El arte tiene que ser partícipe del proceso político, desde la sensibilidad y desde la razón. Y debe ser un acto crítico. Al cine y a la televisión les ha tomado tiempo y muchas cosas tienen que pasar todavía para que todo salga a la luz. Y sorpresivamente la televisión ya se metió a esto, Escobar fue una respuesta a eso. Pero no podemos solo mostrar la cara de los victimarios.
SEMANA: Pues muchos consideran que las narconovelas no ayudan a superar esas heridas.
A. P.: Es injusto poner a Escobar a la altura de la narconovela clásica, que muchas veces son frívolas, superficiales, anecdóticas, tontas, donde con frecuencia caen en la apología de la mansión, el dinero fácil y la prepago. Cuando digo que la televisión hace ese esfuerzo hablo de la serie Escobar, que hizo investigación rigurosa, que se atrevió a hablar de frente con nombres pero poniendo su historia en contexto.