ENTREVISTA

“El presidente debe acordar con el No las líneas rojas”: Pastrana

El expresidente Andrés Pastrana analiza las consecuencias del triunfo del No en los acuerdos de La Habana y lanza propuestas audaces.

15 de octubre de 2016
| Foto: Diana Sánchez

SEMANA: ¿Alguna vez pensó que el No podía ganar?

ANDRÉS PASTRANA: El viernes 23, cuando los medios censuraron las encuestas semanales con las que estaban comprometidos, supimos que la elección iba a resultar muy reñida. La semana anterior el No había subido diez puntos y el Sí se desplomaba. Era solo cuestión de echar números para ver que la tendencia estaba a nuestro favor.

SEMANA: ¿Se sorprendió cuando supo que le dieron el Premio Nobel a Santos?

A.P.: ¿Quién no?

SEMANA: ¿Le pareció oportuno o, como han dicho algunos, prematuro?

A.P.: El comité tiene sus razones. Esta vez optó por premiar un esfuerzo.

SEMANA: ¿Cree que el Nobel facilita el manejo de la crisis actual por parte del presidente?

A.P.: Sumado al resultado del plebiscito, yo diría que facilita muchísimo. El premio, al haber excluido a Timochenko, es un mensaje de presión a las Farc. El presidente Santos tiene una nueva obligación que el premio le impone: hablar a nombre de la democracia y quienes la integran. El presidente nobel debe dejar de lado la postura de campaña de ‘yo y las Farc contra medio país’. El mundo espera que las Farc entren a la democracia y si es el caso que se acuerde una mejor democracia, no que las Farc le impongan a Colombia un sistema extraño y antidemocrático.

SEMANA: ¿Qué opina de la estrategia de desin-formación y de generar miedo, que usó la campaña del No, y que develó Juan Carlos Vélez?

A.P.: Lo que más me sorprendió fue el encubrimiento de los medios de las mentiras sobre las que el gobierno montó el Sí. Que la guerra era inminente si el No ganaba. Que los crímenes de lesa humanidad pagarían cárcel. Que la perspectiva del chavismo no era una real; y hoy ni siquiera reconocen una elección. Me sorprendió que el atropello del umbral del 13 por ciento fuese acolitado por los medios. Montaron el evento proselitista de Cartagena con dineros públicos. Pusieron todo el aparato burocrático a favor del Sí. El gobierno gastó entre 2012 y 2014 más de 2,3 billones de pesos en propaganda. ¡1.000 millones de dólares de entonces en dineros del contribuyente! ¿Cuánto más después?
Las tácticas utilizadas como recurso de una campaña paupérrima, que gastó apenas 200 pesos por voto obtenido, ya han sido sancionadas. Nosotros, desde el conservatismo, sin un centavo, hicimos una campaña de ideas que sumó más de 2 millones de votos.

SEMANA: ¿Cuáles son, para usted, los puntos no negociables?

A.P.: La negociación punto por punto es de la órbita del presidente de la república. Nos preocupa que en La Habana el gobierno nunca tuvo líneas rojas. Lo que el presidente debe acordar hoy con el No, partiendo de la realidad de que el acuerdo nunca existió jurídicamente, es el trazado de las líneas rojas dentro de los linderos de la Constitución.
Se me ocurren algunas: la Constitución, separación de poderes, cosa juzgada, soberanía del territorio, democracia representativa, participación en política, desmonte de la máquina del narcotráfico, propiedad privada, seguridad jurídica, verdad sin mentiras, justicia sin entregarla y reparación con todos los dineros mal habidos.

SEMANA: Pero concretemos algunos puntos que se sabe que para usted son inamovibles. Por ejemplo, la justicia transicional y el narcotráfico como delito conexo.
A.P.: En cuanto a la justicia transicional hemos dicho que debe existir una debida articulación con la justicia ordinaria, jueces y fiscales colombianos, un límite de dos años para el inicio de los procesos, total respeto a la cosa juzgada salvo para la favorabilidad de las penas y penas de reclusión conformes a la Corte Penal Internacional. Todo está en el documento entregado.

SEMANA: Y en cuanto al narcotráfico, ¿usted es consciente de que hay una sentencia de la corte que reconoce que en casos como el de la guerrilla puede ser considerado un delito conexo?

A.P.: No hubo sentencia, sino apenas un concepto sobre una extradición que, dicho sea de paso, fue concedida sobre esa base. Es claro que de ahí no se puede derivar todo lo que las Farc pretenden. Soy consciente de que el negocio del narcotráfico se quintuplicó mientras las Farc se diezmaban militarmente. Ahí quedan unas utilidades inmensas que nada tienen que ver con política y que están escondidas en algún lado. Este es el negocio de una mafia con conexiones globales, desde el cartel de los Soles de Venezuela hasta el Chapo Guzmán, ETA y Al Qaeda. Ese cartel de las Farc está intacto, con sus cultivos, sus rutas, sus socios, su frente Primero y sus dineros. El gobierno, en lugar de exigir la entrega del negocio, sucumbió a las demandas del cartel y desmontó el muy exitoso Plan Colombia.

SEMANA: Pero si a esos dos puntos les sumamos los otros que usted ha mencionado, eso significaría prácticamente renegociar todo el acuerdo.

A.P.: No necesariamente. Hemos sido cuidadosos en rescatar varios de los puntos negociados durante estos años que consideramos coherentes y aceptables. Tenemos ante todo un ánimo constructivo. Nuestras propuestas son el producto de un estudio serio por un grupo de expertos que plantea soluciones no solo jurídicas sino realistas. Si el presidente acuerda con nosotros las líneas rojas y las tiene claras en esta nueva negociación, yo soy partidario de darle –incluso por razones prácticas y expeditas– carta blanca en los temas específicos y verificables dentro de estos parámetros. Pero, así le dije en carta aún no respondida al presidente, el gobierno debe partir del reconocimiento del resultado y las consecuencias del plebiscito y expresar su voluntad de negociar más allá de montar una oficina para recibir propuestas.

SEMANA: ¿Pero qué se puede hacer si para la guerrilla también hay líneas rojas?

A.P.: Lo primero que hay que hacer es que entiendan que, como dijo Humberto de la Calle, si ganaba el No el acuerdo dejaba de existir. Y así es. Si la guerrilla quiere arrancar la negociación desde esta postura es algo muy normal y válido. Muy propio del llamado estilo soviético de negociación que tantos frutos le dio en La Habana. Si el gobierno considera inamovibles las líneas rojas de las Farc, estaría desconociendo el veredicto democrático de las urnas. Pero, aparte de especulaciones, lo importante es que las Farc han expresado una voluntad de negociar.

SEMANA: La negociación como usted la plantea puede durar muchos meses mientras que el país y las consideraciones logísticas exigen una pronta solución. ¿Cuál sería un plazo razonable?

A.P.: Los plazos son mortales. Lo único cierto es que en La Habana se tomaron cuatro años desmontando una Constitución para montar otra. En casos puntuales, como el de la llamada justicia transicional, el comunista Enrique Santiago y Álvaro Leyva desmontaron la justicia colombiana en apenas 72 horas y la remplazaron por un monstruo de Frankenstein. Este engendro, por ejemplo, se podría desmontar en un plazo aún menor. En un segundo. Pero la implementación, por razones legales y constitucionales, ya no puede ir por un fast track.

SEMANA: Usted suena más radical que el expresidente Uribe. Sin flexibilidad en todas las partes no va a haber paz, y se ve menos de su lado que en otros lados. ¿Qué opina?

A.P.: Pregúntele al presidente Santos y a quienes han hablado conmigo tras el plebiscito si soy el intransigente que mis adversarios pintan. Pregúntele al Consejo Gremial, a la presidenta de la Corte Suprema, a Antonio Navarro, a Piedad Córdoba... Mis credenciales de paz son impecables y mi postura democrática es indeclinablemente coherente para quienes me conocen y para quienes lo quieren entender. Con esas credenciales recogimos al Partido Conservador y con ellas ganamos el 2 de octubre la elección más crítica para la supervivencia de la democracia colombiana.

SEMANA: No todo el mundo está de acuerdo con esa descripción. Así como le reconocen que usted se la jugó por la paz, consideran incoherente su postura actual, que no ha facilitado sino complicado las cosas.

A.P.: Los amigos del gobierno y su acuerdo con las Farc odian el hecho de que yo entienda la paz desde el lado del compromiso con la democracia. Detestan que yo no haya cedido en el Caguán y que Santos haya entregado el país en La Habana. Algunos no reconocen siquiera mi paternidad del Plan Colombia, que como ustedes mismos han reconocido en SEMANA, fue lo que hizo posible los éxitos militares sobre esa guerrilla posteriormente.

SEMANA: Después de que usted dejó el gobierno la mitad del secretariado cambió por las muertes de Marulanda, Cano, Reyes y Jojoy. ¿Estas Farc son más fáciles o más difíciles que las que le tocaron?

A.P.: Diezmadas por el Plan Colombia, obviamente estas Farc de segunda y tercera línea deberían ser mucho más fáciles que los históricos. Pero estas Farc diezmadas derrotaron al gobierno en la mesa de La Habana. Le impusieron al gobierno su constitución y sus leyes.

SEMANA: Días antes de la elección usted publicó un video con Álvaro Uribe invitando a votar No. Ahora que cada uno está negociando por su lado, ¿cuáles son las mayores diferencias entre las dos tendencias?

A.P.: El video fue sobre Venezuela. La mayor diferencia entre estas dos tendencias es que el presidente Uribe va a misa de siete y yo a misa de doce.

SEMANA: Uribe se inventó la teoría del ‘castro-chavismo’, pero usted también la adoptó. ¿No cree que hay un poco de falta de seriedad en hacerle el juego a esa versión?

A.P.: Conozco la realidad venezolana y a sus protagonistas. Nunca he recurrido a ese adjetivo. Pero la verdad es que el No rescató del abismo a una Colombia que iba aceleradamente hacia la Venezuela de Chávez y el fracaso de Maduro. No es teoría ni es risible.

SEMANA: Entre los ‘negociadores’ del No hay por lo menos cinco precandidatos presidenciales –Óscar Iván Zuluaga, Iván Duque, Carlos Holmes Trujillo, Alejandro Ordóñez, Marta Lucía Ramírez-, ¿no cree que esta doble condición de negociadores y precandidatos complica la situación?

A.P.: ¿Y qué me dice de Humberto de La Calle, Roy Barreras, María Ángela Holguín, Luis Carlos Villegas, el general Naranjo, Juan Fernando Cristo, precandidatos del gobierno? En un reportaje con El País de Madrid señalé esta situación y califiqué de imposible una negociación en una telenovela con tantos galanes y divas.