SALUD
“Antes de que termine este año tenemos que cerrar negociaciones bilaterales”: Fernando Ruiz
En entrevista con SEMANA, el ministro de Salud cuenta detalles de su gestión durante la pandemia y revela cuáles han sido los momentos más difíciles que ha tenido que afrontar y lo que ha significado este enorme reto para el cual estaba capacitado, pero no preparado.
Durante la pandemia de la covid-19, la gestión del ministro de Salud, Fernando Ruiz, ha sido fundamental y quizá la más importante del Gobierno. El epidemiólogo, que cuenta con estudios como nadie en el país para manejar una pandemia, dice que no esperaba que fuera de esta magnitud. Como viceministro durante el periodo de Juan Manuel Santos le había tocado enfrentar las epidemias del zika y el chikunguña.
En entrevista con SEMANA contó varias infidencias de cómo ha sido el trabajo durante este año. Reconoció algunos errores y habló sobre los enormes retos de ser el encargado de la pandemia en el país.
SEMANA: Usted llegó al sector público por Alejandro Gaviria, luego haber hecho toda su carrera en la academia. ¿Cómo fue esa llegada al viceministerio de Salud?
Fernando Ruiz (F.R.): Durante más de 20 años que estuve en la Javeriana, hoy hago mi reflexión y entiendo que vivía una vida de tremenda comodidad. Era una persona experta en temas de salud pública, investigaba, generaba resultados, los presentaba y volvía nuevamente. Ese es el ciclo. En ese trasegar escribí algunos libros, conocía personalmente a Alejandro Gaviria por alguno que otro evento, pero no tenía mucha cercanía con él. Yo lo que le he entendido a Alejandro es que en algún momento, cuando recién lo nombraron ministro, a él le llegó uno de los libros que había escrito recientemente; él lo leyó y le pareció muy interesante, algo muy típico de alguien científico como es Alejandro. Mi ligazón con Alejandro era fundamentalmente intelectual. Me llamó un día y me preguntó si quería ser su viceministro. Fue a mi casa y sentí que me iba a cambiar esa vida cómoda por otra, pero que era el momento de hacerlo y que realmente le podría contribuir a mi país de alguna manera. Hablé con mi esposa y a los tres días le dije que sí. Fue una relación muy especial que hasta hoy en día se mantiene con Alejandro.
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SEMANA: Cuando llegó al cargo de ministro ya se empezaba a ver que se expandía el virus en todo el mundo, e incluso usted pronosticó que llegaría a ser pandemia y afectaría a Colombia. ¿Se imaginó todo lo que le ha tocado vivir?
F.R.: Claramente me imaginaba algo muy parecido al riesgo que tuvimos por el H1N1 hace algunos años. Me imaginaba que podríamos tener una epidemia y que podría transformarse en una pandemia, pero nunca pensé la dimensión tan grande de la afectación en salud, de la sociedad, de la economía, de todas las posibilidades sociales y culturales que tiene un país. Uno no se imaginaba que eso solo podía suceder en una situación de guerra. Pero claramente la pandemia nos enseñó que en una situación extrema de salud como esta, podría generarse una de estas dimensiones. Yo creo que hemos venido adaptándonos y cada vez se presentan nuevos retos: empezamos con la posibilidad de diagnosticarla, después con la de aumentar los servicios de salud, luego con todos los protocolos. Ha representado un reto que yo creo que ningún ministro de Salud ni ningún salubrista se hubiera imaginado.
SEMANA: Usted es una de las personas más preparadas en salud pública en el país, ¿pensó que alguna vez le tocaría administrar una pandemia?
F.R.: Siempre se está esperando algo como esto, desde que surgió la gripa española de 1918, que mató a 50 millones de personas, pero lo que pasa es que uno no cree. Es difícil concebir que después de haber vivido más de 100 años sin algo de estas dimensiones, nos iba a llegar precisamente en este momento, cuando las condiciones sanitarias del mundo han cambiado tanto. A veces refiero la anécdota de cuando estudié mi maestría en Harvard y había una profesora que nos contaba todo lo que implicaba una pandemia. Yo tenía 24 o 25 años, nunca me imaginé que tendría que ser el ministro que en mi país instrumentaría una medida de cuarentena general. Siempre los salubristas estuvimos listos, sabíamos que había virus que podían pasar de las aves y los cerdos a los humanos, pero lo que vino a ser la pandemia de covid no nos lo imaginábamos. Esta es una enfermedad muy particular, es bastante perversa, en el sentido de afectar a la población más débil, a los mayores, a las personas con enfermedades más graves, pero al mismo tiempo contagiar de una manera asintomática a la población más joven, a los niños, generando un modo de transmisión muy difícil de controlar. Realmente era difícil concebir ese mecanismo de transmisión tan complejo del coronavirus y ha representado un reto gigante para todos, para la estructura de salud en todo el mundo.
SEMANA: Precisamente el primer gran reto de la pandemia fue decidir que los colombianos nos teníamos que aislar. ¿Cómo tomar esta decisión? ¿Qué pasaba por su mente?
F.R.: Ese fue un momento realmente electrizante, unas fotos que yo creo que van a estar en la historia de Colombia por muchos años. Una determinación que se toma en el consejo de ministros, un presidente que tiene que afrontar una decisión de esa magnitud como no lo había hecho ningún presidente en Colombia. Decidimos llamar de urgencia a todos los estamentos de salud, médicos, enfermeras, academias de medicina, todos ellos. Cada uno de nosotros tenía la sensación de que estábamos asistiendo a un momento que nunca nos habríamos imaginado y uno que podía marcar una situación muy particular para el país. Recuerdo que a mí se me derramaron las lágrimas, me salían lágrimas un poco de pensar sobre todo la responsabilidad que esto suponía para mí y eso, indudablemente, creo que lo sentíamos todos. Los médicos, las enfermeras, la doctora Martha (Ospina), el propio presidente, a quien yo creo que esto lo marcó en todo su talante y en una decisión tan compleja.
SEMANA: ¿Cuál ha sido la decisión más difícil de tomar durante la pandemia, aparte de esa?
F.R.: Yo creo que he tenido muchas decisiones difíciles. Tener que superar todos los temores que tenemos como funcionarios públicos para hacer posible comprar e invertir cantidades de dinero de una forma totalmente acelerada, para tener equipos de laboratorio, ventiladores, elementos de protección personal. Esto implicó decisiones muy duras, incluso frente a la propia seguridad personal de todos los que somos funcionarios, como invertir más de 200 millones de dólares en vacunas –y probablemente vamos a tener que invertir mucho en Covax, vamos a tener que invertir mucho más–, implican un riesgo personal grande. También las decisiones cuando tuvimos las primeras afectaciones grandes en Leticia y Barranquilla, todo lo que ha implicado acompañar a los gobiernos locales que ha representado un esfuerzo muy grande de interacción entre sectores, la adquisición de vacunas, todos los temas que eso involucra; también ver día a día a los colegas afectados, las muertes, eso genera una carga muy fuerte.
Yo llegaba nuevo a un Gobierno, llevaba tres días de estar trabajando y era un ministro relativamente desconocido, el recién llegado, y la verdad he sido muy afortunado. Todos los ministros, el presidente por encima de todo, el ministro de Hacienda, todos tomaron la situación con la claridad de que representaba un reto que nos iba a durar y esa intuición ha sido importante para salir adelante. En otros países alrededor nuestro cayeron ministros de Salud, se generaron crisis institucionales muy fuertes en muchos países, en Brasil, Ecuador, Perú, hasta Chile. Colombia es de los pocos que no ha vivido una crisis institucional, por la forma en que todos encaramos este reto y yo creo que por la decisión del presidente de asumir, como lo ha hecho, que este es el reto de su vida.
SEMANA: ¿Cuál siente que fue su peor error durante estos meses?
F.R.: Hay varios, pero el que más lamento es no haber tenido la intuición y la percepción, sobre todo la percepción, de tomar la decisión de haberles dicho a todos los colombianos, desde el primer día, que el uso del tapabocas debía ser obligatorio. Creo que si hubiera hecho eso, probablemente hubiéramos tenido una afectación menor, sobre todo en los primeros meses de la pandemia. Se equivocó la OMS, nos equivocamos muchos, pero yo creo personalmente que tuve una falta de percepción frente a lo importante que es realmente el tapabocas frente a la afectación de la pandemia.
SEMANA: ¿A quién admira?
F.R.: Admiro a toda la gente que ha pasado la covid-19 y que ha tenido esa experiencia de enfrentar la enfermedad, y el temor de acercarse a la muerte. Creo que esas son las personas que más despiertan mi admiración, incluidos mis propios colegas que trabajan en eso. Hablaba con algunos de los ministros sobre esas experiencias, y otros funcionarios públicos que han pasado por eso y alguna gente mía en el ministerio, y evidentemente ese proceso de que le digan a uno que tiene positivo covid, que sienta los síntomas, y en algún momento, en la mente, siempre estará el pensamiento de que se puede agravar y puede llevar, incluso, a la muerte. Siento tremenda admiración por quienes han tenido la capacidad de trasegar por la enfermedad, superar los miedos y al final salir victoriosos frente a esa enfermedad. Ya a nivel de personajes creo que muchas de las autoridades mundiales han hecho un gran esfuerzo. Y te quiero decir también, muy honestamente, y algún día cuando tenga la oportunidad de escribir un libro lo haré sobre eso: admiro particularmente la capacidad de decisión del presidente Duque para abordar este tema, creo que él entendió que detrás de esto, de toda la estrategia, era muy importante la comunicación y llegarle a la gente. Y si tú ves lo que ha sido el proceso de Colombia, en lo que se diferencia quizá de todo el continente, es en la posibilidad que se ha tenido desde un presidente que se dedicó a comunicar desde su capacidad y conocimiento todo lo que representa y lo que ha sido día a día la progresión de la enfermedad.
Otras personas que admiro son los investigadores. Yo creo que se ha producido en estos 7 u 8 meses el mayor volumen de investigación sobre una enfermedad que se haya hecho en la historia de la medicina, producción de medicamentos, medicinas, y creo que eso ha sido absolutamente importante y meritorio.
SEMANA: ¿Cómo está compuesta su familia? ¿Cómo ha sido esa relación en medio de la pandemia?
F.R.: Estoy casado con Liz y tengo una hija, Luciana, quien llegó después de casi 10 años de matrimonio. A ellas les cambió la vida completamente, mi mujer dejó de ir a la oficina, mi hija dejó de ir al colegio y para mí no cambió, al contrario, se incrementó el trabajo. Entonces yo todos los días salgo, me pongo la corbata y me voy a trabajar, regreso a mi casa y a veces, indudablemente, siento esa tensión de quienes han estado en confinamiento, guardando la cuarentena y todo el peso emocional que eso implica. Por esa razón, nos sentimos tan felices cuando Luciana pudo volver al colegio, hace más o menos un mes, porque era una forma de desestresarla y permitirle todo el ejercicio, la posibilidad de relacionarse con sus amigos. Ese es el costo que hemos tenido los colombianos y todos en el mundo de no poder relacionarnos. No poder interactuar es un costo que yo siento y que trato de compensar cuando llego a mi casa, en los pocos minutos que puedo sentarme a hablar con Liz y con mi hija.
SEMANA: ¿Qué le ha dicho Luciana en medio de esta pandemia? ¿Usted qué le dice, qué le explica?
F.R.: Mi hija es una niña que creció en un hogar de personas muy adultas, entonces es como una pequeña adulta que entiende y comprende las cosas con una madurez un poquito sobresaliente para su edad. Ella ha pasado por todos sus puntos, momentos en que tiene gran curiosidad, momentos en que pregunta cuándo se va a acabar la covid; a veces siente que el virus le roba parte del tiempo de su papá y yo a veces, de alguna manera, me siento culpable de perder ese tiempo en el que podría estar con ella. Al final creo que en el fondo, y ella me lo dice, siempre ha estado conmigo y me ha expresado, a su manera de ser y lo entiendo, su respaldo. Entonces tanto con ella como con Liz, mi mujer, he sentido una solidaridad.
SEMANA: ¿Cuál es su rutina al llegar a casa? ¿Se quita el tapabocas, es de los que aún lava la ropa, se ducha y aplica alcohol a la ropa?
F.R.: Mi esposa tiene siempre el alcohol listo. Yo llego a la casa, me echo alcohol en la suela de los zapatos, me quito el tapabocas y la corbata, bajo al baño y me lavo las manos a conciencia. Casi siempre, invariablemente, me dejo caer en el sofá, porque en ese momento la adrenalina del día baja y ahí se me revela mucho del cansancio que tengo de la jornada. Muchas veces me baño, ceno y trato de tener toda la conversación con mi esposa y mi hija, antes de que Luciana se vaya a dormir. Algunas veces, como ha pasado los jueves y viernes, que he estado yendo a cada departamento a trabajar con alcaldes y gobernadores, llego el sábado muy cansado y me meto en una tina que tengo en mi casa, me quedo ahí una hora, hora y media, haciendo una especie de síntesis y resumen de lo que fue esta semana, pensando en lo que podría venir la semana entrante. Es como un momento muy personal, en el que me encuentro un poquito conmigo mismo.
La verdad, para mí ha sido muy duro no tener el suficiente tiempo para pensar y para tomar un poquito de distancia frente al día a día, tener un tiempito para analizar las cosas o poder leer. Ahí el apoyo de toda la gente del ministerio ha sido sustancial, poder trabajar en equipo, compartir píldoras pequeñas de lo que está surgiendo en la evidencia, lo que está apareciendo en los estudios y lo que los demás piensan, es tremendamente importante.
SEMANA: Cuando se va a dormir, ¿se acuesta y se despierta al otro día naturalmente o lo levantan con llamadas y mensajes?
F.R.: Yo soy una persona que duerme entre 5 y 6 horas diarias y ese tema para mí es fundamental. Me da duro, me da duro no dormir. Al principio, los dos primeros meses, yo creo que dormía 5 horas al día. Todo el trabajo, la carga del día, la presión permanente. Los ministros y el presidente me llamaban hasta muy tarde cuadrando cosas, requiriendo cosas. Muchas veces me despertaba a la 1 de la mañana otra vez llamándome. Por eso, los dos primeros meses fueron muy, muy duros en ese sentido. Hasta que un día tuvimos una conversación y yo le dije: “presidente, ¿sabe qué? Los dos sabemos que esto va a ser largo y si no nos tomamos la pausa, nos vamos a acabar”. A partir de ahí, yo creo que se pudo estructurar y equilibrar el tema. Ya últimamente duermo de 5 a 6 horas y me siento mucho más cómodo, ese era un tema muy duro, realmente.
SEMANA: ¿Pero pone alarma o se despierta por su cuenta?
F.R.: Siempre me he despertado a las 5:50. Pongo una alarma, pero me despierto 10 minutos antes, porque además tenemos en la casa dos gatos y ellos se acostumbran a llegar unos minuticos antes de que uno se despierte, ellos le tienen a uno calculada la hora y vienen a pedir comida. Siempre estoy listo para empezar a las 6:30 la primera entrevista de radio. Desde que me casé, hace 15 años, hago el desayuno cuando estoy en Bogotá, para así tener un momento con Liz y Luciana.
Después ya es un corre-corre que nos ha tocado a todos los ministros, yo creo. Son días en que no hay casi tiempo para una pausa y a veces, en el ministerio nos encerramos a la hora del almuerzo 30 minutos y yo les digo “apagamos los celulares”, y se me ponen bravísimos porque quieren estar conectados. Pero yo siempre he pensado que las pausas, así sean cortas, son muy importantes para poder tener la energía emocional para enfrentar el tema. Yo, desde el principio de esta epidemia, tuve la percepción de que era necesario transmitirle a la gente serenidad. Entonces, tanto dormir, como tener pausa, para mí, es muy importante para dar la percepción de que estamos trabajando y de que hay una serenidad, una fortaleza personal para poder asumir este tema.
SEMANA: ¿Habrá descanso para fin de año?
F.R.: Todo depende, un poco, del presidente, de cómo se presente la situación. Yo creo que el cierre de este año tiene que ser muy fuerte; por ejemplo, el tema de las vacunas, creo que nosotros en este año, antes de que termine, tenemos que cerrar los temas de negociaciones bilaterales. Ya hace dos meses venimos trabajando en todo el plan y proceso de vacunación que tiene retos importantes y en este momento es la gran prioridad para tener, de pronto, esa pausa y poder abrir el año entrante con muchas energías. Ojalá tengamos tres o cuatro días para irme, sentarme con Luciana y olvidarme un poco de esto antes de volver a empezar.