VIOLENCIA
Antonio Figueredo: uno de los mejores cirujanos del corazón que se convirtió en un “monstruo” para las mujeres
El afamado médico cardiovascular Antonio Figueredo enfrenta sus peores días por varias denuncias de violencia de género. Pasó de ser uno de los cirujanos más reputados del país a ser señalado como “un monstruo”.
Repasar la vida del médico cirujano Antonio Figueredo no es un ejercicio fácil. A pesar de su fama por coordinar el equipo que realizó con éxito el primer trasplante de corazón artificial en Colombia –y Latinoamérica– en 2014, no es muy amigo de hablar. Sus manos, en aquella ocasión, lo sacaron del anonimato y lo catapultaron como uno de los mejores profesionales de la salud del continente a tal punto que sus pacientes las describían como “milagrosas”. Sin embargo, aparentemente esas mismas extremidades –conducidas por la irracionalidad– hoy lo tienen en el ojo del huracán y con un proceso abierto en la Fiscalía por presunto maltrato a la también médica María Paula Pizarro, con quien sostenía una relación sentimental.
La denuncia pública fue hecha por medio de esta revista. Pizarro contó que el cirujano la amedrentó, la golpeó con furia, le fracturó algunos dientes, le perforó el tímpano y luego la trató de persuadir para que no alertara a nadie de lo sucedido. Aparentemente, este no es el primer caso de violencia de género que involucra a Figueredo. Al menos dos mujeres más, con las que también habría sostenido una relación extramatrimonial, lo acusan de lo mismo.
El imperio de Figueredo se derrumbó: la Fundación Cardiovascular de Colombia lo despidió tras casi una década de servicio. El médico cirujano era la cara de mostrar de ese lugar, el emblema y el orgullo. Era todo. En ese tiempo escaló a jefe de cirugía, realizó más de 20 procedimientos de implante de corazón. En una de sus últimas intervenciones (en 2020), le realizó un trasplante de ese órgano a un niño de 10 años que tenía los días contados. Los familiares del menor viajaron desde Barranquilla hasta Bucaramanga en búsqueda del doctor Figueredo, lo encontraron y él le salvó la vida. Toda Colombia aplaudió la proeza médica.
En una de las entrevistas realizadas por la misma Fundación en su página web, Figueredo explicó el procedimiento con un afán pasmoso, de quien se sabe intocable. Era medido al comunicarse, poco expresivo. Así celebraba sus triunfos: sin decir más de lo necesario. Desde el momento en que se conocieron las denuncias por violencia de género, no volvió a expresarse en público. Es más, nadie lo ha visto. Su círculo cercano de amigos evita hablar de él, la Sociedad Colombiana de Médicos le cerró las puertas y no asistió a la audiencia de imputación de cargos que se debía realizar el jueves pasado. Si en los triunfos manifestaba lo necesario, en las derrotas no hay comunicación.
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Figueredo, el afamado cirujano, no aparece. Algunas personas que trabajaron con él en la Fundación le contaron a SEMANA que el cirujano siempre fue de pocas palabras con sus subordinados. “Era de días: a veces era muy amable y otras veces muy grosero, sobre todo con las enfermeras”, contó una de sus compañeras de trabajo.
La primera denuncia –no formal– contra Figueredo por maltrato de género ocurrió en 2015. Una médica alertó que quien era reconocido como el primer cirujano en trasplantar un corazón en América Latina la había golpeado ferozmente. Nadie le creyó. Era imposible, en ese momento, poner en duda la reputación de alguien que se la jugaba por la vida de los demás. No había indicios de que un tipo tan pausado, serio y amable pudiera hacer semejante bajeza.
El ascenso de Figueredo
Antonio Figueredo nació en Cúcuta, Norte de Santander. Estudió en el colegio Sagrado Corazón de Jesús, donde se perfiló como un “chico genio”; a los 16 años entró a la Universidad Nacional a estudiar Medicina en julio de 1985. Se graduó seis años después con honores. Viajó a Argentina. En ese país vivió diez años, trabajó en el hospital Enrique Tornú, fue jefe de residentes de ese centro asistencial.
Mientras se encontraba en Buenos Aires conoció a su esposa, Zulay Ramírez, con quien tiene dos hijos. Su carrera profesional y académica es extensa: posgrado de Cirugía Cardiovascular en la Fundación Favaloro, Argentina; posgrado en Cirugía General en el Hospital General de Adultos, también en Argentina; y una maestría en Gerencia de Negocios en la Universidad Industrial de Santander con sede en Bucaramanga.
Ha realizado más de 34 publicaciones en revistas científicas y fue ponente en al menos 65 conversatorios de medicina. Figueredo es, quizá, el médico cardiovascular más prestigioso de Colombia. Sus manos efectuaron más de 20 procesos a corazón abierto, todos exitosos.
Pero el más significativo fue en 2014 con el implante del corazón Heartmate II en el pecho de la señora Cielo González, de 51 años en aquel entonces. Para llevar a cabo este procedimiento, todo el equipo se preparó por más de ocho meses. Figueredo estaba a la cabeza. El dispositivo, fabricado con titanio, pesaba un poco más de 300 gramos. “Está hecho con tecnología aeroespacial. No rompe componente de la sangre ni produce calor”, dijo el cirujano al periódico La Opinión horas después de la cirugía.
Sobre su familia se conoce poco: su primer hijo ya ronda los 21 años de edad. Figueredo quería que siguiera sus pasos: “El menor no creo que quiera ser médico, lo digo por su forma de ser, a veces me dice, ‘¿por qué no pensaste en otra carrera en la que tuvieras un poco más de tiempo?’ (risas)”, le contó el médico a la revista Gente de Cañaveral en mayo de 2014.
“Es un monstruo”
De todas las calificaciones que ha recibido el médico Figueredo tras conocerse las denuncias por presunta violencia de género, la más cruda es aquella que lo sitúa como un monstruo. La definición fue entregada por la anestesióloga Érika Plata, quien denunció que en 2012 sostuvo una relación sentimental con el cirujano. Al igual que con Pizarro, el médico juró que su matrimonio agonizaba y no estaba comprometido sentimentalmente con la mamá de sus hijos.
Al principio se mostraba atento, pendiente de los detalles, amoroso y receptivo; pero semanas después su actitud cambiaba considerablemente. De ese ser amable no quedaba nada, y poco a poco le daba paso a una irracionalidad capaz de amenazar la vida de cualquiera, dicen quienes lo denuncian. Los testimonios de Plata y Pizarro van desde jalones del pelo hasta golpes contundentes en cabeza y rostro. Otras mujeres en el anonimato han apoyado esas versiones.
Ahora Figueredo no solo se enfrenta a la caída de su reputación, sino a la justicia. El caso por la agresión a la médica Pizarro podría enviarlo a prisión, porque, más allá del maltrato, lo que ocurrió en esta ocasión también se podría tipificar como intento de homicidio. Su excusa para no asistir al encuentro con la justicia fue un serio cuadro de diarrea. La audiencia fue programada para el próximo 30 de diciembre.
Con esta encrucijada, el médico Figueredo ha tratado de refugiarse en el anonimato. El círculo de profesionales de la salud cortó relaciones con él, la Fundación Cardiovascular lo retiró de su cargo. Nadie ahora reconoce públicamente un vínculo de amistad con el afamado cirujano. Su imperio de reputación se derrumbó así como llegó: por las manos.