Investigación

Los detalles secretos de la caída en Colombia del segundo hombre más importante de la mafia italiana

El segundo hombre más importante de la mafia italiana estuvo en las selvas colombianas negociando cocaína con la guerrilla. Las pruebas que recaudó la Policía colombiana lo enviaron a una cárcel en Italia. Esta es la increíble historia.

7 de noviembre de 2020
Alonso Alvaro, el segundo más poderoso de la mafia italiana, llegó a Cúcuta en marzo de 2019. Fue recapturado por transportar 368 kilos de cocaína.

En Colombia el poco común apellido Alvaro suena irrelevante, pero en Italia representa un histórico clan criminal que lidera la Ndrangheta, la mafia más peligrosa del mundo. Lo conforman cinco hermanos que han logrado esquivar por años a la Policía, que les sigue de cerca los pasos por ser los dueños del 80 por ciento de la cocaína que inunda gran parte de Europa.

Hace un año, en una operación que concentró los principales titulares de Italia, la estructura recibió un golpe con la captura de Alonso, el menor de los Alvaro, cuando traficaba 368 kilos de cocaína colombiana. El cargamento atracó en velero en el puerto de Génova al mismo tiempo que movieron por vía aérea 935 millones de euros para pagar la droga. Las autoridades también incautaron el dinero.

Esta exitosa operación, llamada Buon Vento Genovese, no habría sido posible sin la ayuda silenciosa de la Policía de Colombia, que acaba de terminar una investigación del más alto nivel para desmantelar la estructura societaria que tenía montada la Ndrangheta en el país.

Con el alias de Carlo operaba este capo, considerado el segundo hombre más importante de la mafia calabresa y un blanco apetecido por las agencias de seguridad estadounidenses e italianas. Lleva 30 de sus 39 años de vida en el mundo criminal. En su prontuario tiene nueve condenas, algunas desde su adolescencia, por robo, intento de homicidio, porte ilegal de armas, falsa identidad, asociación para el narcotráfico, recepción de bienes robados, extorsión (incluso mediante bombardeos) y derrumbe de edificios. Capturado por primera vez en 2003, solo pudo recuperar su libertad 14 años después.

El largo lapso que pasó tras los barrotes no lo detuvo en sus negocios criminales. La siguiente noticia de su actuar delictivo circuló en el mundo del hampa colombiano, en donde se regó el rumor de que uno de los hombres más importantes de la Ndrangheta había aterrizado en Colombia. En marzo de 2019, en un claro desafío a la persecución de las autoridades, Alonso Alvaro llegó a Cúcuta para negociar en persona la droga con la que seguiría abasteciendo su negocio familiar, en el que también participan tíos, primos y hermanos.

“Aparentaba ser un turista cualquiera, reservado, sencillo, hablaba poco español, se movía en un Montero Mitsubishi”, señaló uno de los agentes secretos participantes en la operación que devolvió al curtido capo a la cárcel. “Alardeaba de haber estado en el mundo criminal desde los nueve años y de haber asaltado a los 12 años su primer banco”, dijo esta fuente.

La Policía Financiera de Génova le seguía el rastro a Carlo como responsable de dos cargamentos de 100 y 600 kilos de droga que las mafias intentaron entrar a Europa por el puerto italiano de Liguria. Y no se equivocaban. Con su arribo a Colombia pretendía sacar una tonelada de cocaína y para conseguirlo se internó por dos meses en las selvas del Catatumbo. Durante este tiempo estuvo cautivo, durmiendo en la selva bajo la protección de un grupo guerrillero con el que intentó negociar. Él no lo sabía, pero la DEA, la Dijín y la Policía Antinarcóticos controlaban de lejos todos sus pasos.

Este inusual intento de un capo de alto perfil por negociar directamente con la guerrilla fracasó y Alonso Alvaro cambió su proveedor en el Catatumbo por un curtido traficante del Clan del Golfo. “Decía despectivamente que la selva le había sacado canas”, señaló el agente que se infiltró en una nueva negociación con Luis Antonio Mesa Obando, alias Lucho, un colombiano con reconocido prontuario criminal en el país y en Italia y Holanda.

El 23 de mayo de 2019, en un café de Cartagena, el italiano contó con pocos detalles el fracaso de su pacto con la guerrilla y se embarcó de inmediato en la negociación para comprarle una tonelada de droga al Clan del Golfo. “Carlo decía tener las rutas seguras para transportar droga hacia Francia e Italia. Siempre dijo estar muy bien parado con la mafia italiana. Inicialmente dijo que iba a comprar una tonelada, luego 600 kilos y finalmente el 15 junio de 2019 logró transportar 340”, señaló la fuente consultada por SEMANA.

Según consta en el minuto a minuto de la operación, los criminales sostuvieron varias reuniones en centros comerciales y apartamentos en la ciudad para coordinar el traslado de 600 kilos de droga y alquilaron una bodega en Cartagena para acopiarlos. No obstante, en chats y conversaciones telefónicas quedaron en evidencia los problemas logísticos que llevaron a partir en dos la entrega. “Yo soy ordenadísimo, pero este desorden que me dijo la mona y no hay bodega, ¿sabe qué es lo que pasa, hermano?, que yo estaba moviendo una mulense (mula), usted se imagina en el encarte tan hijueputa, ¿no?…”, dice uno de los mensajes de voz que envió alias Lucho a un agente encubierto.

A pesar de los tropiezos, el 16 de junio de 2019 el cargamento partió en la aeronave de matrícula N84IDE desde el Aeropuerto Rafael Núñez, de Cartagena, hacia Estados Unidos. En una operación de entrega controlada, la droga fue trasladada hacia Génova en velero, donde la Policía italiana esperaba para dar el golpe final. Junto con Alonso Alvaro cayeron Rodolfo Militano, un italiano que tenía el encargo de conseguir un furgón y 340 panes para camuflar la droga en puerto, y Philip Ierino, un capo al que le entregaron 150.000 euros como anticipo de los costos de envío de cocaína desde Colombia. Semanas después las autoridades detuvieron a Doménico Romeo, el financiero y hombre de confianza del clan Alvaro.

La cacería continuó con los socios de la Ndrangheta en Colombia. Hace unas semanas la Policía y la Fiscalía terminaron la operación con la captura de cinco personas, entre ellas Mesa Obando o Lucho, quien tenía el control del tráfico de droga por medio de mulas que recogían el cargamento casi en cualquier punto del país. Controlaba el tráfico desde laboratorios en Cali, Buenaventura, Tumaco, Medellín, Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Urabá y Chocó.

La aeronave de matrícula N84IDE sirvió para transportar la droga desde Cartagena a Estados Unidos. El cargamento llegó al puerto de Génova en una embarcación.

Alias Lucho es considerado un criminal de vieja data, pues pagó su sentencia por narcotráfico en Holanda y volvió a Colombia a recuperar terreno. Estaba en la lupa de las autoridades por la coordinación y el transporte de droga hacia el exterior en aviones, contenedores y lanchas para el Clan del Golfo. En Italia lo consideran fugitivo, pues sobre él recae una sentencia a tres años de cárcel desde 2010. Ahora Italia lo requiere en extradición con nuevos cargos de pertenecer a una organización que se cree alcanzó a enviar al menos 20 toneladas de droga a Europa.

Por muchos años las autoridades creyeron que las mafias italianas estaban erradicadas del país. Pero esta y otra operación este año demuestran que hay renovado interés en capturar el mercado ilegal colombiano desde Italia. Hace unos meses, con apoyo de la Policía colombiana, detuvieron a cuatro personas de una organización que pretendía venderle 380 kilos de cocaína a la mafia siciliana (competencia de la Ndrangheta).

Ese negocio contó con la mediación de capos del cartel de Sinaloa. En esta oportunidad negociaron la droga nada menos que con las disidencias de las Farc.