JUDICIAL
Así cayó la viuda asesina de Antioquia
La Policía estuvo dos años tras una mujer que mató a sus tres esposos por cobrar los seguros.
La historia de Esneda Ruiz Cataño no se le habría ocurrido ni al más creativo escritor de terror. Entre el 2001 y el 2010, esta mujer, oriunda de Dabeiba, asesinó, según las autoridades, a sus tres compañeros luego de hacerles adquirir un seguro de vida del que la única beneficiaria era ella. Así logró hacerse a una fortuna que, sin embargo, derrochó al punto de que terminó viviendo en una humilde casa en Ebéjico, Antioquia, en donde fue capturada por la Policía del departamento.
El primer caso se registró en el 2001. Pese a estar casada y a tener un hogar en Medellín, Esneda tuvo una relación con Juan Pablo Aristizábal Gutiérrez, quien habitaba en Rionegro. La mujer logró mentirles a los dos hombres. A su esposo le decía que se iba para donde una amiga en ese municipio y allá duraba entre 15 y 20 días, tiempo que compartía con Aristizábal.
Durante la época en la que convivieron, Esneda quedó en embarazo en dos oportunidades y ambas niñas quedaron registradas como hijas de Aristizábal. Ante esto, Esneda convenció a su compañero para que se hiciera a un seguro de vida “para asegurarles un buen futuro a las pequeñas”. Y así lo hizo.
La mujer, mientras tanto, se movía entre Medellín y Rionegro, en sus dos hogares, con su esposo, su amante y sus hijos. Ninguno de los dos sospechó nada. Para el 16 de junio de ese año, fecha en la que se celebraba el día del Padre, Esneda persuadió a Juan Pablo de celebrar en un bar de la zona.
Al regreso, según la versión de la mujer, fueron atacados por un par de hombres que querían robarlos. Como saldo de esa acción, dijo Esneda ante las autoridades, a Juan Pablo le propinaron una puñalada a la altura del cuello, en el costado izquierdo.
Pese a que su testimonio daba cuenta de un hurto, tanto a ella como al occiso se les hallaron todas las pertenencias. Aunque se abrió investigación, la misma fue archivada, ya que, conforme reza el expediente, no se hallaron suficientes elementos de prueba para conseguir una judicialización.
La viuda regresó a Medellín a hacer los trámites para el seguro y fue beneficiada con una renta vitalicia.
Con una pensión mensual, muchos le apostarían a que la mujer no volvería a sus andanzas. Pero, al parecer, por su personalidad manipuladora y derrochadora, entre otras, decidió actuar de nuevo.
Rumba mortal
Su siguiente víctima sería un humilde ayudante de construcción a quien la mujer enamoró rápidamente. El hombre se llamaba José Valencia Guzmán y sucumbió a los encantos de Esneda, que para el 2006, según algunas entrevistas realizadas por unidades de la Sijín de Antioquia, era bastante atractiva.
Uno de los argumentos que usó la mujer para sugestionar a Valencia de adquirir un seguro era que por su oficio corría un gran peligro, ya que podía caer de alguna altura considerable o que algún elemento contundente le podría hacer daño o podría tener otro accidente de consecuencias impensables.
La seducción surtió efecto. Valencia Guzmán adquirió el seguro por 52 millones de pesos y se sintió más tranquilo, porque, además, logró una estabilidad sentimental. Tal era la relación, que se les veía con frecuencia en sitios de diversión.
La última rumba que compartieron fue el día del Amor y la Amistad de ese año en un billar al que solían ir. Esneda, además, invitó a una amiga suya y se fueron los tres hasta el sitio. Música, trago y diversión hicieron parte del convite.
Cuando ya llevaban varias horas en el sitio, la amiga de la pareja vio que Esneda estaba diluyendo una extraña sustancia en la copa de aguardiente de José Valencia, por lo que le increpó. Al verse descubierta, Esneda le dijo que era para que su compañero se durmiera rápido cuando llegaran a la casa “porque cuando toma se pone muy cansón”.
El episodio finalizó con esa respuesta y Esneda le pasó la copa a su compañero. Cuando el hombre se disponía a beberla, se detuvo un momento, miró el vaso, vaciló por un instante y antes de tomar tuvo un arranque de ira y botó, de manera violenta, la copa al suelo.
Para evitar que las cosas pasaran a mayores, las dos mujeres le rogaron a Valencia para que salieran del sitio. De camino a casa, Esneda se hizo al lado del hombre y en un rápido movimiento que su amiga no notó le propinó una puñalada muy similar a la de primera víctima: en el costado izquierdo del cuello.
También les dijo a las autoridades que los hechos se presentaron en medio de un atraco, pero, al igual que el caso de Aristizábal, los supuestos ladrones no se llevaron ninguna pertenencia y no le hicieron daño a la mujer, quien posteriormente gestionó el pago del seguro.
A la cárcel
La doblemente viuda se retiró por unos años y en el 2010, las autoridades volvieron a saber de ella cuando Miguel Ángel Beleño Mejía, de 35 años, apareció muerto en una vía pública, con una herida en el lado izquierdo de su cuello. En sus bolsillos apareció la pieza clave para iniciar la investigación en contra de la mujer.
Se trataba de una carta supuestamente firmada por Beleño en la que le escribía a un señor de 77 años de nombre Alfonso Marín Muñoz y le informaba sobre el seguro de vida por 80 millones de pesos a su nombre.
La trama que tejió Esneda en este caso fue más compleja. Marín Muñoz fue convencido por la mujer para que hiciera la reclamación sobre el seguro que le hizo comprar a Beleño, a quien le dijo que pusiera como beneficiario al adulto mayor.
A partir de entonces se iniciaron las pesquisas, ya que a los curtidos investigadores de la Sijín de Antioquia se les hizo raro que el nombre de la mujer apareciera relacionado en los tres homicidios que tenían en común el tipo de herida y el cobro de seguros.
“La orden de captura se dio porque está probado de que ella es la autora de estos crímenes”, dijo el coronel Fernando Restrepo Espinosa, subcomandante de la Policía de Antioquia, quien agregó que “a Esneda Ruiz ya se le hizo la audiencia de legalización de captura y fue detenida en la cárcel de El Pedregal”.
En el momento de su detención, a los investigadores que le siguieron el rastro a la mujer durante cerca de dos años se les hizo extraño la vivienda en la que residía. “No era para nada lujosa –dijo uno de los uniformados que estuvieron en el operativo– y estaba en calidad de arriendo, ni siquiera era propia. Es como si se le hubiera esfumado la plata”.
Además, se le vio tranquila. Demasiado calmada. De hecho, apenas soltó una lágrima cuando se enteró de que iba a ser recluida en la cárcel. Una tristeza poco creíble para una mujer que enviudó tres veces.