ASI EMPEZO EL CARTEL

Los periodistas ingleses Paul Eddy y Sara Walden y el colombiano Hugo Sabogal cuentan cómo comenzó el negocio de la coca en Bolivia y Colombia. Extracto del libro "Las guerras de la cocaína", recientemente publicado en EE.UU., Inglaterra y España.

22 de mayo de 1989

El 24 de septiembre de 1979, en el cuartel de la DEA en Washington, D. C., un joven analista de inteligencia llamado Miguel Walsh completó un trabajo que intentaba describir un alarmante crecimiento del tráfico de cocaína tanto en el interior como a través de Colombia. Dado que el informe estaba destinado a uso interno, tenía acceso a muchas fuentes: los voluminosos archivos de la DEA sobre confiscaciones y arrestos; informes de la policía colombiana de Bogotá y Medellín;y veraces testimonios de informadores confidenciales que cambian información por inmunidad y a quienes a veces se permite permanecer en el oficio.
El informe de Walsh era en parte historia y en parte análisis, y pretendia ser "la más extensa confirmación de datos disponibles" jamás realizada sobre el narcotráfico colombiano. Ante todo, fue una premonitoria advertencia acerca del peligro que planteaban los traficantes colombianos.
El tráfico de cocaína, escribía Walsh había alcanzado un "status casi industrial". Empleaba a miles de personas y tenía "un sustancial efecto de derribo en muchos otros sectores de la vida colombiana". Grupos disciplinados operaban como empresas multinacionales secretas y verticalmente integrados que abarcaban desde laboratorios clandestinos en Colombia hasta redes de distribución severamente controladas en los Estados Unidos. Walsh advertía acerca de la "importancia crítica de la venalidad de los funcionarios gubernamentales, policías, jueces, abogados y políticos" que se valían de su poder e influencia para respaldar a los traficantes. Su creciente prosperidad les permitía emplear cada vez más "talentos" sofisticados,y "así conseguían incrementos de poder tanto reales como percibidos. Este es para muchos el aspecto más desconcertanle del actual estado del narcotráfico en Colombia. El efecto acumulativo de este problema es tal que en ciertas regiones de Colombia los narcotraficantes gozan de mayor poder y respeto que el gobierno central de Bogotá. (...)
Las advertencias del informe de Walsh no causaron gran conmoción en Washington, aunque tendrían que haberla causado. Quizás el mesurado lenguaje del informe disfrazaba en demasía el mensaje realmente alarmante que contenía, que en esencia era éste: en sólo tres años, la cantidad de tierras de Bolivia dedicada al cultivo de la coca se había más que triplicado. En otras palabras, las de otro analista de inteligencia de la DEA pronunciadas en 1986. "Alguien había plantado allá una buena cantidad de árboles".
Así era, y mucho más de lo que sugerian las ya alarmantes cifras de Walsh. Un año después de su informe la mejor estimación del volumen de la cosecha boliviana de coca fue de 58.275 toneladas métricas, casi el doble de su cifra. Lo que este informe describía como "un clásico mercado comercial en estado de equilibrio, con oferta adecuada, demanda estable (aunque en ligero aumento) y estabilidad de precios" se hallaba a punto de estallar.
Bolivia tiene el doble de superficie que España. Es el quinto país de América del Sur por su tamaño, pero su población es de menos de siete millones. Es un lugar totalmente cerrado al mar, con prodigiosas montañas y valles insalubres que lo han aislado del resto del mundo, además de haber aislado a unos bolivianos de otros durante la mayor parte de su turbulenta historia.
Existen en realidad tres Bolivias: el Altiplano, una meseta inhóspita y extraña, situada casi en su totalidad a por lo menos 4 mil metros sobre el nivel del mar, donde vive la mayor parte de la población, en su inmensa mayoría indios; los valles más bajos de los Andes, llamados los Yungas, corazón agrícola de Bolivia y tradicional centro de cultivo de la coca, donde la mayor parte de los habitantes son mestizos, y luego está la Bolivia de las tierras bajas del este, que ocupa el 70 por 100 de la superficie del país pero alberga sólo al 20 por 100 de la población. La principal ciudad de las tierras bajas es Santa Cruz de la Sierra, fundada por los españoles en 1561, aunque se parece más a un escenario construido para un western de Hollywood. Santa Cruz es el centro de poder de la minoría "europea" de Bolivia, en general descendientes de españoles y alemanes. En 1975, los europeos de Santa Cruz decidieron plantar " una buena cantidad de árboles" en los valles de Chaparé.
Hasta la década de los cincuenta, Santa Cruz era casi inaccesible desde la capital, La Paz; excepto por vía aérea. (La capital oficial de Bolivia es Sucre, pero todos los instrumentos del gobierno, excepto la Corte Suprema, se encuentran en La Paz). Los enlaces por carretera y ferroviarios que unieron La Paz con Santa Cruz terminaron con el aislamiento de la ciudad en una época incierta, pues la economía del país estaba a punto de caer en un abrupto declive.
Los minerales -principalmente el estaño- constituyen la riqueza natural de Bolivia. A principios de los setenta, cuando la productividad de las minas de estaño empezó a decaer, sucesivos gobiernos bolivianos se volvieron cada vez más hacia la ahora accesible región de Santa Cruz con la esperanza de encontrar la salvación económica en la exploración petrolífera y la exportación de azúcar y café. Cuando fracasaron estos intentos de relanzar la economía, se indujo a los terratenientes de Santa Cruz a plantar algodón: en 1974, el estatal Banco Agrícola invirtió el 52% de sus recursos liquidos en nuevos campos de algodón en la región de Santa Cruz, la mayor parte en préstamos sin garantía. Pero mientras estas plantaciones algodoneras maduraban, los precios internacionales de algodón bajaron en picada. En consecuencia, casi todos los clientes del Banco Agrícola residentes en Santa Cruz quebraron. Se salvaron a sí mismos, y tal vez a Bolivia, plantando coca donde antes habían plantando algodón. (...)
En 1975, el presidente de Bolivia era el general Hugo Banzer Suárez, un militar de 44 años y baja estatura que había tomado el poder en 1971 mediante un violento golpe de Estado,que fue el golpe número 188 en los 146 años de Bolivia como país independiente. Banzer, nieto de inmigrantes alemanes, nació y se crió en Santa Cruz, y al progresar en su carrera militar, que culminó por último en la presidencia, mantuvo buenas relaciones con la Asociación de Productores de su ciudad natal. A medida que los problemas económicos del país lo abrumaban y se veía obligado a introducir severas políticas fiscales que producian serios problemas sindicales, acudió cada vez con mayor frecuencia a sus viejos amigos de Santa Cruz en busca de una solución.
Cuando fracasó la cosecha de algodón, sus opciones se habían terminado. Ello no significa que Banzer aprobara la contribución de Bolivia a una expansión masiva de la industria de la cocaína; no hay pruebas directas de ello. Pero miembros de su gobierno, su ejército y aun de su propia familia quedaron directa y sustancialmente implicados.
El principal arquitecto de la "revolución de la coca" en Bolivia fue Roberto Suárez Gómez, un ganadero que entonces contaba 55 años y poseía vastas propiedades en Santa Cruz y en el norte del país, en una exuberante meseta llamada Alto Beni. Quizá Suárez ya negociara con drogas, pues facilitó los contactos con los traficantes de Medellín, quienes serían los receptores de la mayor parte del nuevo cultivo de Bolivia. Su ventaja en un país tan extenso y carente de caminos adecuados consistía en que él poseía tal vez la mayor flota aérea privada de Bolivia; el propósito original de estos aviones era transportar carne desde la región de Beni y Santa Cruz hasta el mercado de La Paz, pero pronto transportarían otro cargamento a unos destinos diferentes.
Suárez fundó una corporación de terratenientes bien conectados destinada al cultivo y comercialización de la coca, entre cuyos miembros estaban José Roberto Gasser, de origen alemán al igual que Banzer, y cuya familia financió el golpe de Banzer en 1971; y Guillermo "Willy" Banzel Ojopi, el primo del presidente Banzer. Para obtener apoyo logístico, la corporación de Suárez ganó para su causa al comandante de la guarnición militar de Beni, a dos generales del ejército y al jefe de aduanas de Santa Cruz.
La planta de coca tarda tres años en madurar, así que las proporciones de lo que se había hecho sólo se evidenciaron en 1978. Para entonces, cediendo ante la gran presión de los Estados Unidos, el presidente Banze había firmado un acuerdo de las Naciones Unidas por el que se comprometía a limitar lo que ya se consideraba como una excesiva cosecha de coca, 11.800 toneladas, cuando el consumo interno sólo requería 4.000 toneladas. En 1978, un año después de la firma del tratado, la cosecha aumentó a 35.000 toneladas.
Así que quizá fue simple verguenza lo que persuadió a Banzer de renunciar a la presidencia de Bolivia en julio de 1978. En aquel momento, su secretario privado, su yerno, su sobrino y su esposa estaban bajo arresto o bajo sospecha por traficar con cocaína en los Estados Unidos o Canadá. Y el intento de Banzer por designar a Guillermo, su primo -y miembro fundamental de la corporación de Roberto Suárez-,como cónsul en Miami causó un escándalo en la DEA y mucha publicidad desfavorable.
O tal vez quería distanciarse, y distanciar al ejército, del oprobio que sin duda se iba a producir cuando la coca boliviana se convirtiera en cocaína colombiana y llegara a las calles de los Estados Unidos. Al anunciar su renuncia, el presidente Banzer proclamó elecciones libres y el retorno a la democracia.

Pero los vacilantes pasos de Bolivia hacia la restauración del gobierno civil cesaron abruptamente el 17 de julio de 1980 -un mes antes de que el gobierno asumiera el poder-, cuando el general Luis García Meza dirigió el golpe número 189. Con él en el poder, toda duda acerca de la participación directa del gobierno en el tráfico de drogas se desvaneció por completo.
García Meza designó ministro del Interior al coronel Luis Arce Gómez,primo de Roberto Suárez. Arce propiciaba una disciplina estricta, e importó asesores militares de Argentina para que le ayudaran a montar un aparato que ahogara toda oposición, mediante el terror. Entretanto, bajo su dirección, el ejército boliviano llegó a un acuerdo con su primo y otros traficantes, por el cual éstos pagaban un "impuesto" sobre los embarques y entonces podían trabajar en paz.
Era tan descarado, y el incremento de la oferta internacional de cocaína tan evidente, que el gobierno de Jimmy Carter y un ofuscado Congreso acordaron suspender toda ayuda norteamericana a Bolivia.Esta decisión no afecto demasiado a algunos bolivianos, cuyas ganancias obtenidas mediante el tráfico de drogas cuadruplicaban,según estimaciones,las de las exportaciones legales del país. En un discurso, Arce respondió a la protesta de Washington con su arrogancia habitual, alegando que la responsabilidad del problema del tráfico de alucinógenos y el aumento de la exportación de drogas era del presidente Carter, que al haber suspendido las ayudas se convertía en el único culpable del incremento del consumo de cocaína en los Estados Unidos.
Para la mayoría de los bolivianos, en cambio, las consecuencias fueron desastrosas, pues la agrícultura normal sufrió un declive y el presidente García Meza demostró ser un administrador incompetente. Un año y 18 días después de su ascenso al poder, fue depuesto por sus compañeros de armas. A él y a Arce se les permitió buscar refugio en Argentina.
Para entonces el daño ya estaba hecho. La pasta de coca entraba a raudales en Colombia: directamente por aire desde cualquiera de las 3 mil pistas aéreas de Beni; por camión, a través de la Ruta Panamericana, circulando por Perú y Ecuador; mediante barcos que remontaban la bravia costa del Pacífico. Llegaron tales cantidades a Medellín que los traficantes establecidos tuvieron que aceptar ayuda de cientos de "voluntarios" a quienes se conoció como los "apuntados" .
Don Fabio Ochoa estaba en aprietos y había viajado a Venezuela para vender algunos de sus caballos cuando recibió el mensaje urgente de que debía volver a casa. Jorge, su hijo mediano, acababa de regresar de los Estados Unidos, donde había visto con sus propios ojos el creciente apetito de cocaína.En realidad, había ayudado a alimentar la demanda, según la DEA. En 1977 Ochoa, a los 28 años, dirigía la Sea-8 Trading Corporation de Miami,una compañía de importación y exportación que presuntamente introducía cargamentos regulares de cocaína en los Estados Unidos para el tío de Ochoa, Fabio Restrepo Ochoa. En octubre de 1977, Jorge escapó a duras penas de una trampa tendida por la DEA en la zona de aparcamiento de un centro comercial. Abandonó su negocio y su apartamento de Miami y huyó a Medellín, donde decidió que su familia también debía entrar en el lucrativo negocio de la cocaína. La leyenda local sostiene que llamó a su padre a Venezuela y le dijo: "Papá, ven a casa. El problema está resuelto". Dada la situación de don Fabio en Medellín, y todos sus contactos y su unida familia, los Ochoa pronto "se apuntaron" al negocio.
Pero no era necesario tener buenas conexiones para iniciarse en el tráfico, ni siquiera ser persona de gran éxito. Pablo Escobar Gaviria llegaría a ser miembro de la Cámara de Representantes en Bogotá, un legendario benefactor social en Medellín y, cuando se formó el cartel, segundo en importancia, sólo después de los Ochoa. Sin embargo, comenzó como carterista .
Escobar tenía aproximadamente la misma edad de Jorge Ochoa, aunque había nacido de familia más humilde en Rionegro, un pueblo situado en una ladera a 40 kilómetros de Medellín. Su padre era granjero y su madre maestra, y él recibió educación secundaria, hecho que le colocaba por encima de millones de otros colombianos. Sin embargo no pudo ir a la universidad, e inició en cambio una carrera delictiva que empezó con el robo de lápidas de los cementerios al amparo de la oscuridad, Escobar y sus cómplices pulían la piedra para borrar las inscripciones y vender las lápidas a los deudos de nuevos difuntos.
A mediados de los sesenta Escobar entró ilegalmente en los Estados Unidos y realizó trabajos de poca monta mientras comprendía, al igual que Jorge Ochoa, la creciente fascinación de los norteamericanos por la droga. A principios de los setenta regresó a Colombia, y a Medellín, con la esperanza de aplicar esa experiencia.No dejó de robar -por lo general automóviles- pero también encontró empleos ocasionales; viajaba a Ecuador y a Perú para comprar pasta y base de coca, que luego introducia de contrabando en Medellín con camiones.
En 1976, cuando Escobar ya era un establecido vendedor de droga en Medellín,y controlaba un pequeño grupo de "mulas" que viajaban al sur para traerle droga, lo arrestaron junto con cinco hombres más y lo acusaron de intento de soborno en relación con un embarque de veinte kilos de cocaína que la policía encontró dentro de una llanta de repuesto. Se trataba de la mayor captura de cocaína en Medellín hasta ese momento. Aunque pasó tres meses en la cárcel Escobar quedó libre gracias a un conflicto jurisdiccional entre dos tribunales. La subsiguiente manipulación del sistema legal condujo a la desaparición de su historial delictivo. Más tarde, dos de los policías que arrestaron a Escobar fueron asesinados.
Cuando un par de años más tarde se desató la explosión de la cocaína Escobar poseía mayores aptitudes para iniciarse como traficante. Mientras ganaba dinero, invirtió una buena parte en una flota aérea que le permitía recoger su propia pasta en Beni, en lugar de depender de otros "transportistas" .
Su fortuna creció notablemente, y él la exhibió. Compró grandes propiedades en Antioquia y el vecino departamento de Chocó, así como varias casas y apartamentos en Medellín, e invirtió en negocios legítimos, entre ellos una fábrica de bicicletas que bautizó El Osito, apodo de su hermano, un ciclista profesional. Para los pobres de Medellín construyó más de cuatrocientas viviendas y financió la construcción de ochenta campos de fútbol para los jóvenes .
La Hacienda Nápoles, a tres horas de Medellín, se convirtió en su residencia favorita. Allí creó un zoológico privado con cuatro jirafas, dos elefantes indios y diez hipopótamos. La finca tenía 24 lagos artificiales y una red de carreteras de casi cien kilómetros. Al caer la tarde, Escobar gustaba de sentarse junto a la piscina -flanqueado por una estatua de Venus y una plataforma de argamasa- y observar cómo sus guardias echaban a volar cientos de palomas hacia los árboles hasta que las ramas parecían cubiertas de nieve.
La posesión que más le enorgullecía en la Hacienda Nápoles era un coche de los años treinta acribillado a balazos; Escobar juraba que se trataba del vehículo donde Bonnie Parker y Clide Barrow, los famosos "Bonnie and Clyde", habían muerto a manos del FBI. También tenía una estatua que encargó a Rodrigo Arenas Betancourt, uno de los más renombrados escultores de Colombia. Es la figura de una mujer a tamaño natural, la prostituta predilecta de Escobar.
Escobar, los Ochoa y otros como ellos pudieron amasar tamaña fortuna porque revolucionaron el tráfico de cocaína. En parte, esto se debió a que la repentina abundancia de coca les permitió recibir cientos de kilos y luego toneladas de cocaína. En un tiempo, antes de la participación de Escobar y los Ochoa, un par de kilos de cocaína constituían un embarque de importancia. En un tiempo (1979), la confiscación de 110 kilos de cocaína en las Bahamas representaba la más valiosa captura policial de drogas jamás realizada. Pero llegaría un momento en que Escobar y los Ochoa, entre otros,podrían perder hasta 14 toneladas de cocaína en una sola redada policial, y los Estados Unidos ya estarían tan inundados de droga que a nadie le llamaría la atención.
Escobar, los Ochoa y otros realizaron además otra revolución, una segunda elevación de las apuestas que tuvo consecuencias dramáticas para el mercado norteamericano de la cocaína .
Antes de los Ochoa y otros, los traficantes colombianos eran ante todo productores y proveedores. Introducian de contrabando la materia prima en Colombia, manufacturaban el producto terminado y lo vendían, en Colombia, a quien quisiera comprarlo. Si el cliente pedía una distribución en los Estados Unidos, pagaba una tarifa adicional por el contrabando; lo que ocurría después no era de incumbencia de los colombianos.
Pero la nueva generación de traficantes, que en su mayor parte había vivido un tiempo en los Estados Unidos, sabía muy bien que el valor de la cocaína en Colombia era mínimo comparado con el que tenía en los Estados Unidos:lo que se vendía por menos de 10 mil dólares el kilo en Colombia llegaba a 30 mil o 40 mil,a veces hasta 65 mil dólares, en los Estados Unidos, y eso a precios mayoristas. Desde luego, lo que en Colombia era un kilo de cocaína prácticamente pura, se convertía en dos kilos de cocaína cincuenta por ciento pura en manos de los mayoristas. En otras palabras, lo que en Colombia se vendía por menos de 10 mil dólares llegaba a representar tanto como 130 mil dólares para los intermediarios de Miami y Nueva York.
Los Ochoa y otros grupos rivales decidieron aumentar sus ganancias mediante el establecimiento de su propia red mayorista en los Estados Unidos. A juzgar por sus actos, resulta obvio que esperaban tener que luchar por los territorios. Mientras nuevos suministros de coca boliviana alimentaban la explosión de la cocaína, ellos se preparaban en silencio para la guerra.