NACIÓN
Así era Johana Rivera Ramos, la religiosa que falleció en Cartagena víctima del coronavirus
La mujer de 33 años es la más joven en perder la batalla contra el covid-19 en Colombia. Murió sin saber el resultado de su examen. SEMANA habló con una de sus compañeras de su comunidad, esta es su historia.
El 14 de marzo las religiosas Consuelo Vilaplana, María José Alamar y Johana Rivera decidieron aislarse en su casa ubicada en el barrio Santa Lucía de Cartagena. Las tres, únicas integrantes de la congregación Franciscanas de la Inmaculada en Colombia, quisieron tomar medidas ante la llegada del coronavirus al país, para entonces, apenas empezaba la crisis. El 15 de marzo, un día después Johana enfermó y allí empezó todo.
Johana Rivera Ramos nació en San Martín de Loba, un municipio al sur de Bolívar. De allí se trasladó a Valledupar, en donde se graduó como abogada de la Universidad Popular del Cesar.
En 2009, dejó la capital vallenata y volvió junto a su familia a Bolívar, esta vez a Cartagena. Allí, estudió Teología en el Seminario Provincial San Carlos Barromeo.
El mismo año Ángela Crespo (religiosa que en ese momento acompañó a María José a fundar la comunidad en Cartagena) y María José llegaron a la ciudad para formar la primera comunidad de las Franciscanas de la Inmaculada en Colombia. Tres años después, a través de un seminarista, hoy en día sacerdote, las dos religiosas se conocieron con Johana, fue entonces cuando ella decidió entregar su vida al servicio y unírseles para trabajar por los más necesitados.
Johana Rivera Ramos (Derecha) - Foto: Cortesía María José Alamar
Tal como lo narra la hermana María José, Johana inició su vida religiosa en 2012. Ya en 2017, siendo integrante de las Franciscanas de la Inmaculada se fue a Perú en donde estuvo por dos años. En Cusco trabajó con una comunidad de niños sordos, más tarde se fue a Lima y posteriormente en 2019 regresó a Cartagena para reencontrarse con sus dos compañeras, su mamá y sus tres hermanas.
Tras su llegada a la ciudad amurallada, Johana se dedicó a trabajar con niños y ancianos, esta vez en el municipio de Arjona. “Ella (Johana) se iba a encargar del aula de apoyo y refuerzo pedagógico de los niños de Arjona, ya teníamos todas las instalaciones para que iniciara el proyecto”, dice la hermana María José.
Además de las obras a las que servía en Arjona, Johana también coordinaba el programa de misión permanente en la Parroquia La Divina Providencia de Cartagena.
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Foto: Johana Rivera (colombiana), María José Alamar (española) y Consuelo Vilaplana (española) las tres conformaban la comunidad de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada - Foto: Cortesía María José Alamar
El domingo 15 de marzo de 2020, luego de sentirse muy afectada de la garganta, la misma Johana, por recomendación de sus compañeras, llamó al médico. “Ella sentía molestias en la garganta, pero como normalmente su punto débil era la garganta, es decir, cuando hablaba mucho se quedaba sin voz, pensamos que era normal”, narra la hermana María José; quien también asegura que su amiga sufría de hipertensión.
El médico revisó a Johana y le dijo que efectivamente tenía una amigdalitis, por lo que le recetó unos medicamentos y se fue. “Mejoró un poquito, pero al otro día estaba peor”, dice María José.
Nuevamente llamaron al médico y este volvió a revisarla, dijo entonces que iba a cambiar los medicamentos por uno más fuertes, pero esto tampoco funcionó. “El viernes se puso muy mal y el médico vino, le tomaron la respiración y decidieron que vinera la ambulancia para trasladarla al hospital”, señala la religiosa.
Johana Rivera Ramos (Derecha) - Foto: Cortesía María José Alamar
Sin embargo, ese día no se dio el traslado.“Esperamos a que dieran la orden y me dijeron que llamara al Dadis(Departamento Administrativo Distrital de Salud )para que reportara porque podía ser un caso de coronavirus”, añadió.
Según cuenta María José, en el Dadis le hicieron todas las preguntas de rigor para establecer si se trataba de un caso de covid-19. A todas las preguntas la repuesta fue no, pues de acuerdo con la religiosa, la hermana Johana no tuvo contacto con extranjeros, tampoco con nadie que se supiera que tenía el virus. “Ella solo tuvo la amigdalitis y la fiebre variaba entre 38 y 37 grados, no había ningún indicio de que la contagiaran”, agrega.
Desde que iniciaron el aislamiento voluntario las tres religiosas no volvieron a tener contacto con nadie más, incluso, según María José, llamaron a Arjona para avisar que suspendían las actividades por un tiempo.
La hermana dice que nunca se imaginaron lo peor. “No sospechamos que fuera coronavirus”. El domingo 22 de marzo y tras empeorar la salud de Johana, volvieron a llamar al médico: “No le salía la voz, no podía respirar, volvimos a llamar y el lunes 23 en la mañana vino el médico y la llevaron finalmente a la clínica Madre Bernarda”.
La hermana Johana Rivera Ramos se cacterizaba por ser una mujer alegre y servicial, siempre empeñada en trabajar por los más necesitados y servier a su comunidad. Foto: Cortesía María José Alamar
Johana fue trasladada bajo el protocolo de covid-19, ya en la clínica fue aislada, sometida a sedación y le fue practicado el examen para confirmar el diagnóstico.
El jueves 26, las hermanas María José y Consuelo fueron llamadas a la clínica para que acudieran a recibir un parte médico. Durante la hora de la visita se encontraron con la mamá y una hermana de Johana, las mujeres fueron notificadas de que “había un 90 por ciento de probabilidad de que Johana falleciera porque los pulmones estaban fallando, iban a probar con diálisis”.
Lamentablemente, el domingo 29 de marzo, las religiosas se enteraron a través de los medios de comunicación que Johana sí había dado positivo para coronavirus, pues mientras que la noticia estalló a nivel nacional a las dos de la tarde, tras el reporte del Ministerio de Salud, el resultado de la prueba fue notificado oficialmente a la clínica, a sus compañeras y familiares horas después ese mismo día.
Johana murió dos días antes, el viernes 27 de marzo, sin saber que se había convertido en la paciente más joven en morir en el país a causa de covid-19.
Un sepelio aplazado
Por tratarse de una muerte a causa de covid-19 el cuerpo de Johana no pudo ser velado, ni sus hermanas de comunidad ni su familia la pudieron ver o despedirse con los ritos litúrgicos católicos. Hasta el momento se encuentran a la espera de que les sean entregadas sus cenizas, que serán depositadas en un osario de la parroquia de la Divina Providencia, a la que pertenece su comunidad religiosa y a la que ella tanto sirvió.
“Cuando termine nuestro aislamiento podremos hacerle la misa y el sepelio”, dice la hermana María José, quien se rige a los protocolos de aislamientos por haber tenido contacto con Johana. Por ahora, ella y Ángela no presentan síntomas asociados a coronavirus, dicen sentirse tristes por la pronta partida de su compañera, pero están bien de salud.
El caso de Johana fue clasificado como ‘caso en estudio´, pues no se ha podido establecer cómo fue contagiada, dado a que no tuvo contacto con personas procedentes de otros países ni con personas que estuvieran diagnosticadas.
María José Alamar recuerda a su compañera como una mujer alegre y “echada para adelante, no se le arrugaba a nada, lograba los objetivos que se proponía”, repite la frase que según ella Johana siempre decía, “pa´atrás ni pa´coger impulso”.