Narcotráfico
Así era la escalofriante alianza entre el cartel de Cali y organismos del Estado para acabar con Pablo Escobar
El texto ‘No elegí ser hijo del Cartel’, escrito por William Rodríguez Abadía, hijo de Miguel y sobrino de Gilberto Rodríguez Orejuela, entrega detalles íntimos de lo sucedido.
Uno de los capítulos más aterradores de la historia reciente del país fue la sangrienta guerra que libraron el Cartel de Cali, liderado por los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, y el Cartel de Medellín, de Pablo Escobar.
La rivalidad entre estos dos grupos del narcotráfico nació por venganzas personales, cuando el Cartel de Cali asesinó a alias El Negro, uno de los lugartenientes de Escobar.
A propósito de la muerte de Gilberto Rodríguez Orejuela, SEMANA revive algunos fragmento del libro No elegí ser hijo del cartel, escrito por William Rodríguez Abadía, sobrino del fallecido narcotraficante e hijo de Miguel Rodríguez Orejuela. En el texto se detalla cómo la cruenta lucha entre estos dos poderes del narcotráfico, según el relato, llevó a una escalofriante alianza entre los de Cali y organismos del Estado para acabar con Pablo Escobar.
De acuerdo con el libro, de editorial Planeta, el enfrentamiento entre estos dos carteles tuvo un punto de no retorno con el asesinato, en agosto de 1989, del candidato presidencial Luis Carlos Galán.
Con Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha (otro de los capos del narcotráfico de la época, aliado al cartel de Medellín) como principales sospechosos del magnicidio, el Gobierno decretó el Estado de Excepción Constitucional y se desató la más intensa persecución a la mafia.
En medio de su demencia, Escobar y Rodríguez Gacha (conocido como alias El Mexicano) dieron muestras de su increíble poder de destrucción, y entre noviembre y diciembre de 1989 derribaron un avión de Avianca y realizaron el letal atentado contra la sede del DAS en Bogotá.
“Sin embargo, el cartel de Medellín sufriría un duro golpe pocos días después, el 15 de diciembre de ese año, cuando finalmente dio resultado la estrategia de mi tío y mi padre para infiltrar una persona en la organización del Mexicano. Jorge Velásquez, alias El Navegante, logró ganarse la confianza del capo, que sin sospechar siquiera, le informaba de sus desplazamientos y los sitios a los cuales llegaría. Enterado de que ‘el Mexicano’ se encontraría con su hijo Freddy, recién liberado de la cárcel, El Navegante se comunicó con mi padre, quien a su vez dio aviso al director del DAS, general Miguel Maza Márquez”, narra el texto.
En su relato, William Rodríguez Abadía, cuenta que Maza Márquez “contaba con la colaboración permanente del ingeniero Canaro (colaborador del cartel de Cali), quien a su vez había recibido aval de la Presidencia de la República para ayudar en la persecución de Escobar y Rodríguez Gacha”.
Con la vital información a la mano, el general Maza -relata el escrito- organizó un grupo especial para salir en la búsqueda de alias El Mexicano y para rastrearlo utilizó los equipos de escaneo telefónico para triangulación de voz que los Rodríguez Orejuela habían donado.
“Muy temprano ese viernes 15 de diciembre, El Navegante se comunicó con mi padre y le informó que el Mexicano salió de Cartagena rumbo a Coveñas. Con estos datos, mi padre habló con el general Maza y le entregó los detalles que había recibido del Navegante. Horas después el capo y su hijo Freddy estaban muertos”.
La persecución se concretó entonces en Pablo Escobar. Fue en ese instante que las fuerzas de seguridad, el Estado y agencias secretas de Estados Unidos se “juntaron con los llamados ‘señores de Cali’ en un pacto secreto para liberar a Colombia de ese eje del mal”.
Bloque de Búsqueda
Por aquella época, el Cartel de Cali le había puesto precio a la cabeza de cada uno de los lugartenientes encargados, no solo de la seguridad de Escobar, sino también de la planificación y ejecución de los actos terroristas. Mientras tanto, los organismos de seguridad del Estado habían identificado a los lugartenientes del Cartel del Medellín e iniciaron una persecución contra ellos.
Para ello, se conformó el llamado Bloque de Búsqueda. Y allí, según el libro, entraron de nuevo en juego los Rodríguez Orejuela.
“Los aliados de mi padre y mi tío dentro de la Policía y el DAS sugirieron el nombre de un coronel con arraigo en el Valle del Cauca, con prestigio en la institución y, muy importante, que fuera de su resorte, es decir, cercano al cartel. La recomendación surtió efecto y el coronel Danilo González, oriundo de Buga, fue designado en un alto cargo en la estructura del nuevo Bloque de Búsqueda”.
Pero una y otra vez, Escobar logró evadir los cercos que le tendía el Bloque de Búsqueda y, aunque le escuchaban la voz y lo monitoreaban las 24 horas del día, no podían capturarlo y tampoco acercarse a sus escondites. La capacidad de movimiento del capo en Medellín y sus alrededores era tan grande que logró mantener la oleada terrorista en diversos lugares del país.
Sin embargo, en medio de esta cruenta lucha, Escobar empezó a tener diferencias con muchos de sus aliados, quienes empezaron a ser amenazados por el líder del cartel de Medellín. Así fue como nacieron Los Pepes, acrónimo de Perseguidos por Pablo Escobar.
“Estas personas conocían por dentro el cartel de Medellín y con la información que suministraron se dio inicio a un plan sistemático de ejecución de todas las personas allegadas a Escobar, incluidos sus abogados, lugartenientes y familiares. Solo de esa manera lograron debilitar a Escobar y lo sacaron de su zona de confort en Medellín y sus alrededores y lo pusieron a correr”.
Fue entonces cuando los Rodríguez Orejuela ofrecieron diez millones de dólares por la muerte de Escobar.
Debido al asedio permanente del Bloque de Búsqueda y a su desesperación por no saber de la suerte de su familia -narra el libro- se pudo triangular una llamada de Escobar a su hijo. El capo fue ubicado y asesinado el 3 de diciembre de 1993.
“Al día siguiente de este hecho, que alegró a todo un país y enlutó a una familia, los jefes del llamado Bloque de Búsqueda de la Policía Nacional viajaron a Cali y recibieron el pago por la labor realizada: los diez millones de dólares que habían ofrecido mi papá y mi tío por la cabeza de Pablo Escobar Gaviria”, concluye uno de los fragmentos del libro.