Nación
Así es la nueva olla de consumo en Bogotá, donde el microtráfico es pan de cada día: “Se convirtió en una especie de nuevo Bronx”
Del antiguo Bronx en el Cartucho solo queda un terreno baldío y una que otra pared; ahora, un barrio céntrico en la capital se convirtió en el lugar donde los consumidores habitan.
Una Colombia zombi, una capital como Bogotá en la que sus calles —marcadas por la inseguridad y la violencia— reflejan la dura y cruel realidad de los consumidores de droga. Recorrer y ver las impactantes ollas de consumo, a pocos metros de sedes de alcaldías, comandos de Policía, entidades judiciales, ejecutivas y gubernamentales, hacen parte de un paisaje que a algunos sorprende y para otros es normal.
De aquel viejo y conocido Bronx, en el centro de Bogotá y que durante largos años fue el lunar de la capital del país al ser una zona de drogadicción, prostitución, extorsión, torturas, insalubridad, habitabilidad en calle, entre otros problemas, ya muy poco queda. Hoy, solo una que otra pared permanece en pie, tras la intervención que tuvo durante la administración del alcalde Enrique Peñalosa para transformar el lugar.
El 28 de mayo de 2016, la Alcaldía Mayor de Bogotá, en coordinación con la Policía, el Ejército Nacional y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), intervino —en un operativo con más de 2.500 efectivos— el sector del Bronx, en la localidad de Los Mártires de la ciudad de Bogotá.
Pero el problema de las drogas persiste y su consumo aumenta. Son miles de personas que, bajo los violentos efectos de alucinógenos sintéticos, solo son cuerpos que respiran, pero no oyen ni ven, se observan deambulando por uno de los barrios más céntricos de la capital, en donde el microtráfico es el pan de cada día.
Lo más leído
“Esto se convirtió en una especie de nuevo Bronx”
Un equipo periodístico de SEMANA se internó en este oscuro mundo en Cali, Medellín y Bogotá. En la capital del país, por ejemplo, el consumo descarado de droga se da a pocos metros del Ministerio de Hacienda, del Palacio de San Carlos, del Congreso de la República e incluso de la Casa de Nariño, en donde a diario se ven altos funcionarios del Gobierno y diplomáticos de otros países.
A tres cuadras, en San Bernardo, reinan el cúmulo de basuras, las pipas, el pegante y la combinación putrefacta de olores por el consumo exacerbado de estupefacientes y los excrementos humanos.
“Esto se convirtió en una especie de nuevo Bronx”, dicen los residentes. A pesar de lo deteriorado de la zona y de que los consumidores viven bajo los efectos alucinógenos, hay una tensa calma pues, paradójicamente, hay seguridad, dado que está prohibido robar a la comunidad. Eso sí, todos saben cuando a la olla entra alguien que es nuevo en el lugar.
César Lozano Niño, de 37 años edad, y a quien en la zona conocen como el Paisa o el Barbas, asegura que lleva más de 20 años consumiendo. Aunque en muchas ocasiones ha tratado de salir, recayó y ahora estas cuadras de San Bernardo son su refugio. Entre cortas frases que logra unir en medio de la traba, explica los efectos de la droga en su cuerpo.
“Yo me fumo varias ‘bichas’ de bazuco al día, o a veces un baretico de marihuana. Cuando me echo un pipazo, de una vez siento que están hablando de mí, pero es el video, no es real”, dice.
“Aquí llevo toda una vida consumiendo”
“Aquí llevo metida toda una vida, desde que tenía 10 años de edad. Yo estuve en el Cartucho, en el Bronx, toda la vida he estado en la calle rodeada de droga. Yo llegué al Cartucho porque un hermano mío se murió y me refugié en la droga”, contó Adriana Venegas Espinosa, de 45 años, quien lleva más de 30 años sumergida en las turbulentas aguas del consumo.
Ella, como quizá muchas de las personas que hoy deambulan por las calles de San Bernardo, en Santa Fe, en la zona céntrica de Bogotá, conoce a la perfección lo que es haber vivido en las dos ollas más perturbadoras y sanguinarias en la historia de la capital: el Cartucho y el Bronx.
Allí se consiguen desde ‘bichas’ de bazuco, como lo llaman los propios consumidores, hasta marihuana, cocaína, heroína y cualquier tipo de droga sintética. Dependiendo de la calidad y el cliente, el precio es diferente.
Si bien el común denominador es el habitante de calle, que lleva años sumergido y casi que ahogado en el consumo, a la zona llegan vehículos y motocicletas de alta gama buscando cualquier tipo de estupefaciente. Dos realidades económicas diferentes, pero un solo infierno: la droga.
Todo tipo de perfiles en el nuevo Bronx
En este lugar hay gente estudiada, con títulos de posgrado, y hasta extranjeros que una vez tocaron fondo les ha sido casi que imposible levantarse.
“Yo nací en Colombia, pero mi familia es italiana. Yo soy artesano, viajé por todo el país, pero llegué a Bogotá a la L (el Bronx), y aunque después intervinieron, siempre he estado por ahí, consumiendo”, aseguró el colomboitaliano Insuarcy Juliao, de 47 años de edad. “Me gusta el bazuco, la bareta, el perico, las pepas, consumo de todo”, agrega, al tiempo que señala que lleva más de diez años sin ver a su familia.
De acuerdo con las autoridades, el microtráfico de estupefacientes en la zona está liderado por dos bandas criminales: Los Costeños y una de venezolanos.