VALLE DEL CAUCA
Así es la vida de dolor de Víctor Escobar, el caleño que pide la eutanasia
Este hombre de 59 años ha tenido dos accidentes cerebrovasculares y sus pulmones operan casi al 40 por ciento de su capacidad total. Vive conectado a dos respiradores artificiales y su movilidad cada vez es más reducida.
“¿Y si me muero esta noche?”, le dice Víctor Escobar a su esposa, Diana Nieto, antes de dormir. Ambos ya saben el protocolo por si la muerte, por fin, se digna a llegar al apartamento 301 de la unidad residencial Portal del Parque, barrio Mojica, oriente de Cali. Allí la esperan desde hace dos años, pero es esquiva.
Víctor habla poco porque el aire le falta hasta para levantar la mirada. Sus días desde hace 11 años han estado conectados a dos respiradores artificiales, con los que toma aliento para hilar tres o cuatro palabras antes de caer presa de su ahogo perpetuo. Dos accidentes cerebrovasculares y los pulmones operando solo al 40 por ciento lo han hecho reflexionar sobre su vida: ahora solo quiere una muerte digna. Quiere –desde hace dos años– la eutanasia.
En las noches se acuesta con la ilusión de no levantarse, aunque con seguridad en la madrugada la tos con expulsión de sangre le empeña la máscara de oxígeno. Diana se levanta para retirarla, limpiarla y volver a instalarla; esa misma rutina la repiten cada 90 o 120 minutos. No hay paz, hay mucho dolor. Por eso, Víctor llora y ruega por una muerte digna. “Esto es un calvario, esto es muy duro. Cada noche que me acuesto quisiera no despertar. Esto es una vida muy difícil, esto no se lo deseo a nadie”, le contó a SEMANA Noticias.
Vea la entrevista completa a Víctor Escobar
Víctor tiene 59 años. Siempre trabajó como conductor de tractomulas y en una fábrica de cemento donde manipulaban altos niveles de asbesto. Antes de los accidentes cerebrovasculares era un tipo sano, fumador y de poco descanso; tiene tres hijos que no viven con él y conoció a su actual esposa cuando ya la salud le era esquiva. Diana es su ángel de la guarda: lo baña, lo viste, lo lleva al médico, lo auxilia en las noches, limpia la sangre de su ropa, arregla la casa y lo alimenta con los cuidados propios de un bebé de apenas meses de nacido. Víctor come poco y todos los alimentos deben ser semiblandos para poder ingerirlos.
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Los dos –y una hija de Diana– viven en el apartamento 301. El cronograma de citas médicas está en una agenda pegada en la puerta de la habitación. Antes de la pandemia, Víctor iba al médico dos veces por semana. Y ante la falta de recursos para pagar un taxi, toman el transporte público masivo. Cada salida es una prueba de fuego.
“Mi familia sufre, mi esposa sufre, mis hijos sufren y yo sufro al verlos sufrir a ellos. Estoy cansado de todo esto y quiero que mi Dios se acuerde de mí y dejar tanto sufrimiento. Mi ciclo está cumplido y en las manos de Dios entrego todo. Si esto es malo, él me va a perdonar, sé que él tendrá misericordia conmigo”, dice Víctor. Desde hace 24 meses radicó su derecho a morir dignamente en la EPS Coomeva, y aunque la eutanasia es legal en Colombia, el documento firmado en enero del 2018 reposa en cualquier escritorio de esa prestadora de salud.
Mientras tanto, el juzgado primero civil del circuito de ejecución de sentencias de Cali le concedió este miércoles la tutela a Víctor Escobar en la que ordena "a Coomeva EPS que inicie todos los trámites pertinentes para la convocatoria del Comité Interdisciplinario, de conformidad con el artículo 9.° de la Resolución 1216 de 2015″.
“¿Cómo será la muerte”?
Diana conoció a Víctor con una férula en la mano izquierda y la mitad del cuerpo paralizado. El amor los unió en medio de la adversidad. Desde ese momento han batallado juntos con la esperanza de una mejora considerable en la salud de Víctor.
Ella, después de verlo llorar de dolor cada vez que la tos con sangre lo ahoga en las noches, comprendió su deseo de querer morir. Diana daría su vida –dice– para ver a Víctor descansar feliz, sin dolor. “Me ha tocado lidiar siempre con él, esperando que se haga la voluntad de Dios. Siempre hablamos de cómo sería ir a descansar, sin dolores, sin preocupaciones. Son muchas cosas que le pasan, ha tocado muy duro con él”, cuenta.
Víctor le responde: “Ella sabe que la amo con toda mi alma, que le tocó compartir conmigo y se lo agradezco en el alma. Mi amor es inmenso y mi agradecimiento es inmenso donde quiera que esté”. Sumado a esa lucha, viven con el estrés que produce una crisis económica profunda derivada del mantenimiento de Víctor en casa. Diana tiene una papelería en casa para permanecer todo el tiempo al cuidado de su esposo.
Coomeva se comprometió a analizar y –si es el caso– darle celeridad a la solicitud de eutanasia, pero ahora el debate se centra en que si sus enfermedades –a pesar del dolor– son suficientes para declararlo desahuciado. Mientras tanto, Víctor sueña con morir, sueña con la tranquilidad de no llorar de dolor, sueña con desprenderse del sufrimiento, tomar el último aliento con la fuerza que le queda y llenar sus pulmones de aire, así se lo devuelvan con sangre a los pocos segundos. Víctor quiere morir para recuperar su vida y devolverle la vida de Diana, que él tomó prestada hace 11 años.