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Así fue la caída de Otoniel en la poderosa operación Osiris
El 25 de septiembre del año pasado, tras un larga y contundente persecución de parte de la Policía, cayó Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel. Acorralado, en medio de la manigua, tratando de huir del cerco de las autoridades fue atrapado en Urabá Antioqueño.
Si había un objetivo de alto valor y casi una obsesión para el presidente Iván Duque y para el director de la Policía, general Jorge Luis Vargas, era la caída de uno de los narcotraficantes más grandes del mundo y máximo jefe de la organización criminal del Clan del Golfo, Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel. Fueron años de persecuciones, de operaciones fallidas, algunas cantadas por soplones que el capo había infiltrado; casi todo su círculo cercano había caído, pero él seguía siendo esquivo hasta ese 25 de septiembre del año pasado.
La Operación Osiris, así se denominó el gigantesco operativo con el que se dio su captura, con un dato adicional, los cientos de hombres que se movilizaron atendían las órdenes sin saber cuál era el objetivo, solo un puñado de personas conocían que iban detrás del capo, para guardar la reserva.
Así fue la operación
A las cinco de la mañana del viernes arrancó una gigantesca operación contra el más importante jefe del narcotráfico en el mundo, Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, máximo jefe del Clan del Golfo. Simultáneamente, desde Bogotá, Caucasia, Montería y Carepa, despegaron 15 helicópteros artillados de la Policía y del Ejército, hacia al municipio de Turbo, en Antioquia. En cuestión de horas fueron desembarcados cerca de 800 hombres de estas fuerzas, que se dividieron en pequeños grupos de 10 soldados acompañados por un hombre de inteligencia y otro de la Policía Judicial, conocedores de los más íntimos detalles de la vida, cotidianidad y costumbres del capo Otoniel, a quien le seguían el rastro desde hace años.
El golpe final que acaba con la carrera criminal de más de 30 años de este sanguinario capo se dio cuando apenas faltaban apenas unos minutos para las tres de la tarde. Uno de estos grupos de 12 hombres sintió ruidos extraños entre la maleza. Al acercarse, notaron que algo se arrastraba entre los matorrales, se encontraron a un hombre desarmado, con botas de caucho, que levantó las manos en señal de rendición. Otoniel y su imperio habían caído.
“Yo soy Otoniel, no me maten, no me maten, respéteme la vida”, fueron las primeras palabras que musitó el capo del Clan del Golfo. Los uniformados lo revisaron minuciosamente y no contaba con armamento, estaba solo, sediento, lo primero que hizo fue pedir un poco de agua. Las imágenes que se conocieron lo muestran arrastrado en el piso, pero aun con una sonrisa que resulta difícil de explicar. En ese momento se quedó callado y no quiso decir nada más.
Al curtido hombre de inteligencia no le quedaba duda alguna. Estaba cara a cara frente a su máximo objetivo, al que venía persiguiendo desde años atrás, y se había logrado escabullir de tantas operaciones. En cuestión de minutos, el líder del grupo estaba reportando el positivo a sus superiores. “Cayó alias Otoniel, se escuchaba en los radios”.
Para los hombres que se comunicaban en medio de la operación hubo una sensación de júbilo, pues había caído el hombre que asesinó a sangre fría a 28 policías que habían trabajado hombro a hombro en su persecución, entre ellos, el intendente Edwin Guillermo Blanco, asesinado por los hombres de Otoniel, en medio de esta operación.
Otoniel ya reducido, con sus manos esposadas y rodeado de hombres de las fuerzas militares y de policía fue montado en un helicóptero Black Hawk y enviado a Carepa, Antioquia, esa fue su primera parada. La evidencia del desgaste físico y el cerco imposible de romper que impusieron las Fuerzas Armadas se resume en su primera petición: “denme algo de comer, no he probado comida”, dijo Otoniel.
Esta escena del poderoso capo reducido requirió un complejo despliegue, una vez se estableció la hora cero, se dio la articulación de las capacidades de la Fuerza Pública representada en 15 helicópteros UH60, dos Arpías, dos Huey, utilizados para el ingreso a 57 puntos estratégicos en los que estaban ubicados los más más de 800 comandos especiales para la ubicación y captura del cabecilla.
De los 57 puntos, la inteligencia de la Policía Nacional contaba con la ubicación puntual del objetivo en uno de ellos, este se encontraba en la vereda La Pita del municipio de Turbo (Antioquia) a donde llegaron los comandos realizaron el cerco, registraron el inmueble y observaron el intento de escape de alias Otoniel que se encontraba con dos integrantes de su principal esquema de seguridad y confianza alias Machi y alias Chiva, a los cuales les dijo que huyeran que “ya lo iban a capturar”.
Otoniel, quien desde su captura ha hablado muy poco, terminó reconociendo que le respetaron la vida y haciendo un breve relato de lo que pasó en esas últimas horas. “Yo escuché los helicópteros, y me voy por pura precaución. Soy fuerte en la maraña y por eso dejé las mulas y me metí allá. Empecé con seis (hombres), me quedé con dos, y busque y busque salida, pero nada. Pasé toda la noche y toda la mañana pero me llegaron”.
La mira ya estaba puesta sobre el capo, las autoridades habían logrado establecer un cerco de ubicación en un área de 3,5 kilómetros a su alrededor, en la cual se desarrollaron simultáneamente 15 operaciones de asalto, con el fin de contrarrestar la capacidad bélica, estructural y logística del cabecilla. En el planeamiento se utilizaron 10 aeronaves no tripuladas.
La estrategia era hacer un gran cerco para que el jefe del Clan del Golfo no tuviera escapatoria. Simultáneamente hombres de las fuerzas especiales del Ejército ya tenían tropas desplegadas en terreno, miembros de la Infantería de Marina hacían lo propio custodiando los abundantes ríos de la región. No podía entrar ni salir nadie diferente a miembros de las Fuerzas Armadas. De este modo, Otoniel y sus anillos de seguridad estaban acorralados.
SEMANA conoció la información recogida por los hombres de inteligencia de la Policía y que fue definitiva y contundente para dar con el punto exacto donde se escondía el escurridizo Otoniel, a quien desde hace más de siete años le venían siguiendo los pasos. No había duda, se trataba del capo, visualmente ya lo había detectado junto a sus seis hombres de máxima confianza que lo acompañaban las 24 horas del día.
La persecución lo había obligado a moverse continuamente, caminar durante horas, y ya no tenía lugares de refugio para dormir. En las últimas semanas estaba a la intemperie, incluso bajo la lluvia. Pero por su deteriorada condición de salud había ordenado acondicionar una vivienda con un cuarto y un colchón ortopédico para descansar eventualmente del trajín que le imponía la persecución, por lo menos por unos días. Esa fue parte de su caída.
En una casa rústica, con apariencia de rancho, camuflada entre árboles estaba Otoniel. Muy cerca a la vereda La Pita, en Turbo, Antioquia. Zona en la que históricamente hizo dominio criminal el exjefe paramilitar Carlos Castaño. La casa con techo de madera y paredes de ladrillo, muy pequeña, solo tenía dos habitaciones, una de ellas de Otoniel y la otra la compartían sus lugartenientes. El imperio del capo se reducía a ese rancho, donde también tenía una especie de sala al aire libre, y un corral hechizo donde amarraban las bestias en las que se movilizaba por las trochas de la región evadiendo a las autoridades.
En esa casa, el último refugio de Otoniel, también encontraron motocicletas que utilizaban sus escoltas para hacer vigilancia, una nevera repleta de comida, víveres, paquetes de dulces y galletas sin azúcar que eran las que podía consumir el capo, quien tenía diabetes.
Con las primeras horas del día, al sentir el ruido de los helicópteros obligaron a Otoniel a escapar de la vivienda, apoyado por sus seis hombres. Todos iban en mula, pero tan rápida fue la operación que el capo dejó abandonado el fusil con abundante munición que siempre lo acompañaba. Al tiempo que escapaba el cerco se iba cerrando.
Otoniel, abandonó las mulas y con solo dos de sus hombres salió corriendo hacia la zona selvática donde se sentía más seguro, pues el mismo se catalogaba como un animal de monte. Pero lo que no sabía es que milimétricamente sus pasos eran seguidos desde el cielo.
El helicóptero Halcón de la Policía, una de las aeronaves más modernas y equipada con la última tecnología, como cámaras de alta definición que pueden detectar la imagen y el calor de una persona a kilómetros de distancia, lo logró ubicar entre la maraña. Otoniel caminaba lentamente apoyado por los dos últimos miembros de seguridad que seguían a su lado.
Gracias a esta ubicación se dio la orden para que los comandos avanzaran hacia este sitio sin dejarle salida posible. Las condiciones geográficas eran agrestes, por eso Otoniel prácticamente se enterró en la manigua y pasó ahí toda la noche del viernes y la mañana del sábado, mientras era perseguido por los comandos. Ante la presión se quedó solo.
No tenía ni agua ni comida, y ese fue precisamente otro de los motivos de su caída, las autoridades se dieron cuenta que por la zona aparecieron de la nada unas personas que llevaban víveres seguramente con intención de auxiliar al capo. Sin duda estaba cerca.
Una operación hermética
Si bien la operación Osiris se ejecutó desde el viernes, desde hace 15 días ya se venía gestando en su recta final. De manera confidencial la cúpula de las Fuerzas Militares y de Policía se habían reunido en una guarnición en Bogotá, para diseñar el plan que no permitiera el escape de Otoniel. La información era tan sensible que fue compartimentada y solo tuvo acceso un pequeño grupo de personas. Incluso hubo operaciones en otras zonas del país, para confundir a Otoniel y que pensara que le estaban perdiendo el rastro.
La recta final de la estrategia contra Otoniel que significó su caída se dividió en tres fases: la primera inició, según los informes confidenciales que conoció SEMANA, en enero de este año y fue llamada “el principio del fin del cabecilla”, en esta fase “se realizaron articulaciones entre grupos especiales de la Policía Nacional, inteligencia policial y fuerzas especiales tácticas de las FFMM, para lograr el cierre de los principales corredores de movilidad, casas y campamentos de permanencia del cabecilla y su componente de seguridad”.
Según señalaba la estrategia, esto llevó a un movimiento de repliegue de alias Otoniel a la zona de los ríos Esmeralda, Verde y Sinú ubicados al sur del municipio de Tierralta (Córdoba) en la región del Nudo del Paramillo, zona en la que la que se instalaron más de 50 puntos de inteligencia, logrando ubicar cada uno de los inmuebles, generando en el cabecilla una desestabilización psicológica y estructural, llevándolo a cometer errores por evadir la presión sostenida de la Fuerza Pública.
“Para esto fueron realizados más de 50 desembarcos y la ejecución de actividades de registro y allanamiento a más de 70 lugares, así como capturas y neutralización de su componente de seguridad, las cuales permitieron a los agentes de inteligencia detallar cada uno de los aspectos más relevantes de las rutinas del capo”, señalan los informes a los que tuvo acceso SEMANA.
Precisamente lograron determinar lo siguiente: una de sus actividades preferidas de Otoniel era la cacería de animales salvajes principalmente El Gurre o Armadillo, del cual se alimentaba, era su comida favorita. Le gustaba la ropa y accesorios de marca. Dentro de sus gustos se destacan las frutas como el Kiwi, dulces, uvas y manzanas.
Además, develaron rutinas y modalidades de las comunicaciones de Otoniel, quien pese a que se negaba a utilizar celulares y equipos, no tuvo más alternativa que establecer estos contactos con los principales cabecillas de las estructuras armadas como las de alias Siopas (segundo cabecilla del Clan), alias Gonzalito (tercer cabecilla del Clan), alias Chiquito Malo (cuarto cabecilla del Clan). Las realizaba en horas de la mañana para generar y recibir reportes. Otro error del capo que poco dejaba pistas.
En la fase dos de la persecución, entre mayo y agosto, se estableció la estrategia “Nudo de Paramillo”. “El cabecilla se repliega hacia el sur de San Pedro de Urabá con el propósito de ser resguardado por la Subestructura Central Turbo al mando de alias Chiquito Malo. En esta zona, alias Otoniel ordena la construcción de diferentes inmuebles en zonas boscosas de difícil acceso, posicionando diferentes antenas de comunicación”, señala la información de inteligencia.
Así se logró ubicar tres inmuebles de principal permanencia de alias Otoniel, donde mediante maniobras tácticas de fuerzas especiales, se insertaron 10 componentes de equipos de ubicación de señales y comandos, puntualizando un inmueble de interés estratégico, el cual se encontraba fuertemente custodiado.
Durante los días de observación los comandos de policía identificaron movimientos del esquema de seguridad en mulas, cuatrimotos y motos, portando armamento de largo alcance, quienes desarrollaban actividades de “rastrillos” (registros criminales acompañados de caninos conocidos como “chapolos”) que impedían la aproximación del equipo de la Fuerza Pública.
El plan avanzaba tal como se había dispuesto, Otoniel estaba acorralado y sin salida. Ahí se activó la tercera fase de la persecución que se delimitó delimitó es un una zona entre el cerro Yoki y Filocaballo.
Así en medio de la espesa manigua que rodea el Nudo de Paramillo fue que, por fin, tras años de persecución, alias Otoniel quedó en manos de las autoridades que ahora se disponen a adelantar los trámites de extradición a Estados Unidos. La síntesis del operativo más importante que haya dado las Fuerzas Militares en el gobierno del presidente Iván Duque, la dio el propio mandatario: “Es el golpe más importante que se la haya dado al narcotráfico en este siglo en nuestro país, este golpe solo es comparable con la caída de Pablo Escobar en los años 90″.
La descripción del capo, ahora en poder de las autoridades también la hizo el mandatario: “Alias ‘Otoniel’ era el narcotraficante más temido en todo el mundo; asesino de policías, de soldados, de líderes sociales; además, reclutador de menores; se le conoce también por esa demencia que lo llevó a abusar de manera recurrente de niños, niñas y adolescentes. No solamente estaba en el cartel de los más buscados por narcotráfico y reclutamiento, sino también por abuso de menores”.