MARCHA DE LA UNIDAD
Juntos, por ahora no revueltos: así fue la marcha contra el terrorismo
La que podría ser la oportunidad de unidad nacional terminó siendo una manifestación de dolor por la muerte de 20 jóvenes aspirantes a policías. Aunque casi todos los sectores políticos salieron a las calles, la marcha dejó evidencia que en el país sigue habiendo fisuras y esquinas muy marcadas.
La carrera Séptima, la principal avenida de Bogotá, se convirtió este domingo en un río de camisetas blancas y banderas de Colombia, una estela formada por miles de ciudadanos que salieron a marchar para expresar su rechazo al terrorismo. Lo hicieron durante poco más de tres horas, bajó un crespón negro, el de los nubarrones que se posaron en el centro de la ciudad, amenazando un típico aguacero capitalino. Habían salido a la calle en honor a Steven, Iván René, Allan Paul, Cristian Camilo, Luis Alfonso, Diego Alejandro, Juan Felipe, Jonathan, Juan Esteban, Carlos Daniel, Juan David, Oscar Javier, César Alberto, Erika Sofía, y los demás jóvenes que perdieron la vida en uno de los más brutales atentados contra el corazón de la Policía, la escuela donde se forman los oficiales, y donde estos hombres y mujeres que no superaban los 25 años vieron truncados sus sueños de servirle al país.
Pero los miles no fueron los millares que se esperaban para una convocatoria de esta naturaleza. La misma a la que se veía unido el presidente Iván Duque el pasado viernes cuando hizo un nuevo llamado a la unidad nacional, esta vez para demostrar que Colombia era una nación unida en contra de la violencia, pero cuando también le cerró la puerta (aunque sin candado) a cualquier negociación de paz con el ELN, el grupo al que se le atribuyó el atentado.
Y los miles que no fueron millares marcharon bajo una causa común, pero eso no significa que lo hayan hecho del todo cohesionados. Alguien acertadamente recordó la frase de Gonzalo Arango: "El miedo amontona, no une".
Mauricio Salazar, el rostro detrás de la convocatoria, perdió a su padre en el atentado al Club El Nogal, en 2003. El pasado jueves recordó aquellas imágenes de terror cuando frente al televisor veía cómo los noticieros reproducían las escenas de la Escuela General Santander. Pero más terror le produjo cuando en las primeras reacciones que descubrió en las redes sociales el ambiente era enrarecido, y lejano al dolor natural que debiera generar una situación como esa: alguna gente celebrando, acusando a unos, echando fieros a otros. Fue en ese momento cuando propuso entre sus cercanos tomarse las calles, salir a marchar como lo ha hecho en masa los ciudadanos de Madrid, Nueva York, Barcelona, Londres o París. “Era un llamado de un ciudadano a los ciudadanos, unámonos y olvidémonos de las esquinas. Todos somos colombianos”. Las esquinas, sin embargo, se juntaron con fecha y hora, pero quizás no dejaron de ser esquinas.
En Bogotá la cita fue en el Parque Nacional y la hora las 9:00 de la mañana. En el sector del reloj, sobre todo parecía una concentración política por el número de figuras que se hicieron allí presentes. Fue el lugar donde llegó el presidente Iván Duque con su familia, a donde lo acompañaron la vicepresidenta, y otros altos funcionarios del gobierno; algunos ministros, congresistas y concejales pero todos con la identidad del Centro Democrático. De allí partieron, encabezando la marcha. Se oían gritos de respaldo al presidente, que empezó la caminata junto al expresidente conservador Andrés Pastrana, que estuvo al lado del mandatario la mitad del recorrido, porque a altura del Hotel Tequendama abandonó la manifestación.
Más atrás, por lo menos con cinco cuadras de diferencia, y casi de incógnito entre decenas de ciudadanos, otro expresidente, Juan Manuel Santos, caminaba de la mano con su esposa y flanqueado por sus hijos. El hombre que sentó a negociar al ELN era blanco de voces de respaldo y agradecimiento, y por donde iba caminando se oían manifestaciones muy diferentes a los gritos de rechazo al terrorismo que se pronunciaban en la cabecera de la marcha, donde iba Duque. En cada paso que Santos iba dando, la palabra paz se pronunciaba con mayor frecuencia entre quienes lo reconocían.
Casi cerrando ese pelotón de camisas y pañuelos blancos marchaba la oposición. Detrás de una pancarta con el mensaje ‘La vida es sagrada’, caminaban a paso prudente por no juntarse con la cabecera de la marcha Claudia López, Angélica Lozano, el excandidato Sergio Fajardo y Antanas Mockus, así como Jorge Enrique Robledo el líder del Polo Democrático y el exministro Juan Fernando Cristo.
Junto a ellos se veían manifestantes que portaban pancartas contra el fiscal general Néstor Humberto Martínez, contra la corrupción, o que reivindicaban a las víctimas de falsos positivos, del desplazamiento, o los líderes sociales asesinados. También se vio marchar a dirigentes sindicales como Julio Roberto Gómez, pero sin las fastuosas pancartas a la espalda con las que suele salir en las tradicionales marchas de los trabajadores el primero de mayo.
La de este domingo fue quizás la única de las decenas de movilizaciones sociales de los últimos años en los que no había presencia del Esmad de la Policía, pue solo estaba flanqueada por patrulleros y agentes que en todos los tramos de la marcha recibían flores, abrazos y palabras de aliento que recogían con una sonrisa y la frente en alto.
Ellos, los uniformados de verde oliva, que estaban acostumbrados en otras tantas marchas a recibir gritos ofensivos de que vayan a estudiar para puedan dejar de ser policías, esta vez fueron el hilo conductor de la movilización contra la violencia. El escudo de la solidaridad y el dolor que produjo el atentado del pasado jueves.
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A la altura de la carrera Séptima con Avenida Jiménez –en la llamada esquina más famosa de Bogotá–, decenas de jóvenes se plantaron para rechazar la decisión del presidente Duque de poner punto final a los diálogos con el ELN, heredados del gobierno Santos. Gritos interminables de “¡Salvemos la paz!” fueron recibidos por la cabecera de la marcha con señales con el dedo índice que los contradecían, y con el dedo pulgar arriba en el sector por donde caminaba el expresidente Santos, hasta que este grupo de jóvenes decidieron comenzar a caminar cuando vieron a Mockus y a sus acompañantes en la cola de la marcha, y con ellos llegaron hasta la plaza de Bolívar.
Allí, el presidente fue arropado con gritos de “¡Duque, Duque!”, que se oyeron mayoritarios; y a su turno Santos fue increpado por algunas personas con gritos de “¡Fuera, fuera!, que como respuesta recibieron silbatinas y se tradujeron en aplausos al expresidente. Los líderes de la oposición, con pocos de los simpatizantes de los que han sido capaces de movilizar, fueron los últimos en llegar cuando la marcha ya se había disuelto, y cuando el presidente ya estaba al interior de la Catedral Primada para atender la misa en homenaje póstumo a las víctimas del atentado. “Farsantes”, les gritaban unos; “La vida es sagrada”, respondían otros.
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El verdadero momento de unidad fue cuando todos alcanzaron a ver una pancarta con la imagen de Juan Esteban Marulanda, joven de 19 años que quería cumplir su sueño de carabinero, y que terminó en la mañana del 17 de enero cuando ese carro bomba acabó con su vida y despedazó su cuerpo. La gente, al percatarse de la presencia de la familia, rompió en aplausos que se convirtieron en una gran ovación. Él unió a todos los que marcharon con prudente distancia por la principal calle del centro de la ciudad.
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En Cali, hubo una foto para el recuerdo. En la plaza Caicedo dirigentes de la Alianza Verde como Jorge Iván Ospina, Alexander López del Polo, Roy Barreras, de La U, Jhon Milton Rodríguez del uribismo y el alcalde Maurice Armitage, se dejaron retratar unidos con banderas blancas en lo alto. Quizás fue la imagen inédita de las que se reprodujeron en el resto del país.
En Medellín, Allan, de 17 años, fue agredido por salir a la marcha con una camiseta en la que decía “No a la guerra de Duque y Uribe”; Giovanni Romaña salió a marchar con prudente distancia, pues consideró que la movilización se la había apropiado el uribismo, por lo que exigía que la palabra que imperara fuera paz y no terrorismo.
En Montería salió a marchar el senador Álvaro Uribe solo con congresistas de su partido, y sus palabras fueron de respaldo al presidente Duque en su decisión de poner fin a los diálogos con el ELN.
En Bogotá, el alcalde Enrique Peñalosa se quedó con las ganas de marchar junto a Gustavo Petro, a quien había invitado a la movilización como mensaje de que hasta los más enconados adversarios pudieran estar unidos por una causa común. Petro no salió.
Tampoco se juntaron los precandidatos a la alcaldía, que se habían intercambiado invitaciones para encontrarse en la marcha. Antonio Navarro, Claudia López, Hollman Morris y los uribistas Samuel Hoyos, Ángela Garzón, Diego Molano, o los hermanos Galán. Cada cual marchó, pero cada uno por su lado.
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Mauricio Salazar, el líder de la convocatoria, no se sorprendió con la respuesta de la marcha que se le ocurrió el jueves cuando vio en las noticias las imágenes de terror que alguna vez le tocó padecer en carne propia. Dijo que la marcha era apenas el desayuno, y que esperaba que en la cena “todos estemos comiendo juntos”.
Es cierto, este domingo Colombia fue testigo de que todos los contradictores políticos salieron a la calle para manifestarse contra la violencia. Un brutal atentado que cobró la vida de 20 jóvenes cuyo sueño de ser oficiales de la Policía los había reunido. Los líderes del país estuvieron juntos, pero no revueltos, como quizás esperaban los más optimistas.