Aunque pertenecían a diferentes partidos, Aída Merlano era fórmula de Lilibeth Llinás, a quien tampoco tocó la justicia. Hay soportes de los pagos por cada uno de los votos.
Aunque pertenecían a diferentes partidos, Aída Merlano era fórmula de Lilibeth Llinás, a quien tampoco tocó la justicia. Hay soportes de los pagos por cada uno de los votos. | Foto: Fiscalía General de la Nación

Justicia

Así funcionaba la ‘casa blanca’, una corrupta máquina electoral en Barranquilla

Instructivos, exámenes, códigos QR, advertencias y mucho dinero. SEMANA revela pruebas hasta ahora desconocidas sobre cómo funcionó una verdadera máquina de compra de votos en Barranquilla. ¿Por qué no avanzan las otras investigaciones?

19 de febrero de 2022

Las pruebas de la red de corrupción electoral que se gestó en la sede de campaña de la prófuga exsenadora Aída Merlano quedaron en video. “La persona tiene que ir al puesto de votación, votar y te va a entregar a ti el certificado y la contraseña, es ahí cuando tú le vas a pagar”, se escucha en las horas de grabaciones que obtuvo la Fiscalía, y que llevan cuatro años en un juzgado de Barranquilla y en la Corte Suprema durmiendo el sueño de los justos.

El allanamiento a la llamada Casa Blanca se convirtió en una guaca de pruebas para los investigadores. Todas las evidencias, reunidas en un solo espacio y recopiladas por los mismos protagonistas: la exsenadora y sus colaboradores. Videos, documentos, fotos y listados sirvieron para judicializar a más de 30 personas, en un proceso que ahora está engavetado, con dos delitos prescritos y en camino a la impunidad.

Las pruebas son muy obvias, y los hechos, en extremo cínicos. Los colaboradores y la misma exsenadora revelan detalles, dejan las evidencias y hasta prometen repetir la corrupta práctica de comprar votos. “Entonces, uno le paga al complicado, y el que no es complicado espera, que sabe cómo es el maní”.

En la Casa Blanca se encontraron listados, cédulas, certificados electorales, carnets de los “líderes” encargados de reclutar votantes, ofrecerles el pago y confirmar su voto en favor de Aída Merlano y Lilibeth Llinás. Además, la campaña de Merlano hizo un riguroso inventario no solo del dinero que se invertía, sino de las actividades desarrolladas, las dejaron en fotos y videos.

Entrenamiento

La estructura de compra de votos se modernizó y organizó. No más tejas, ollas, tamales o chivos a cambio del sufragio. En la Casa Blanca se llevó la compra de votos a otro nivel, en el que el votante se convirtió en código y quien lo corrompe se entrena con un “instructivo” para garantizar el voto. “Tiene que haber intercambio de contraseñas, si no tienen intercambio de contraseñas, eso no es válido, no se lo van a pagar”.

El “instructivo” que conoció SEMANA es un documento con un listado de condiciones que debe cumplir el llamado “líder”, la persona que consigue los votantes en Barranquilla y municipios del Atlántico. Ocho puntos de una descarada forma de asegurar el voto y recibir el pago. “Luego de pasar por la casa de apoyo, llevarlo a los puestos de votación correspondientes a partir de las 7:00 a. m.… Una vez verificado esperar la liquidación respectiva”.

La Casa Blanca era el centro de operaciones, allí organizaron a los “líderes” y se diseñó el mecanismo para asegurar el voto, no estaban dispuestos a pagar sin la garantía de ganarlo. Por eso las reuniones, encuentros y clases para explicar de forma detallada cómo debían “instruir” a los electores. “Hay votantes que son personas mayores, ellos pueden llevar a un compañero… El nieto va con los abuelos a la casa de apoyo y dice: ‘Yo voy a votar con mis abuelos porque ellos no ven’”.

Los videos de seguridad en la misma sede de campaña de Merlano son la prueba del fraude y de quienes lo orquestaron. No solo se observa y oye cómo reiteraban la obligación de asegurar el voto, sino los fajos de billetes, contraseñas marcadas con código QR, tarjetones y cédulas, que pasaban de mano en mano.

Examen

La rutina corrupta era simple. Los “líderes” ubicaban votantes; entre más, se ganaba más. Un porcentaje por voto pagado. Algunos llevaban hasta 124 personas, era una pirámide electoral. Esos “líderes” debían entrenar a sus votantes, explicarles bien por quién votar, luego les entregaban una contraseña para que fueran a las casas de apoyo, sedes alternas de la campaña, y allí les hacían un “examen”.

“Para ese examen el votante tiene tres oportunidades. Apenas llegue te vamos a poner los dos tarjetones para ver cómo hace la votación… Si en esa votación sale mal, nosotros le vamos a explicar cómo lo tiene que hacer; si él lo vuelve a hacer mal, le vamos a dar una tercera oportunidad”, se escucha y ve en los videos de seguridad.

Son tres las oportunidades que le dan al futuro votante para ganarse los 50.000 pesos. Si falla en los tres intentos, lo consideran no apto para votar y así lo marcan en la contraseña que al inicio del proceso le entregaron. Incluso, los líderes también deben pasar por ese examen, como quedó probado en los videos conocidos por SEMANA.

Asesor 1: “¿Cómo es el partido y el número?”.

Líder: “34”.

Asesor 1: “¿Cómo es el partido… estás viendo? No, no, no”.

Asesor 2: “¿Y a la Cámara?... ¿Qué número?... O sea, espérate, tú me estás diciendo que tú eres líder y que tú vas a ir a llevar a tu gente a votar mañana, y tú como líder no sabes por quién vas a votar?”.

Líder: “Votamos por Aída”.

Asesor 2: “Por Aída y por Lilibeth, porque Lilibeth es a la Cámara… Y, si tú votas solo por Aída, no, no sirve”.

Las instrucciones grabadas en los videos de seguridad de la Casa Blanca continúan en vísperas de las elecciones de marzo de 2018. Incluso, las recomendaciones para estar en la “juega” y que no los descubran cuando estén en la calle. “Acuérdate de decirles a todos que salgan con todo eso guardadito, nada en la calle que se vea”.

Un hombre corpulento, en actitud de patrón y desde una esquina de la oficina, lanza la advertencia para los líderes, que acababan de recibir las contraseñas, el dinero y los otros documentos para completar la compra de votos. “No tiene por qué hablar de qué fue, de qué no, del piriguiqui del… nada de eso… Les estoy advirtiendo porque, ajá… Tranquilitos, si van dos y tres en el carro… Me fui, bebí unas frías, hablen de todo menos de esto… Estar en la juega”.

Impunidad

La cronología de la Casa Blanca arranca con el allanamiento en la sede de campaña de Merlano, en Barranquilla, el mismo día de las elecciones en marzo de 2018. Cuatro meses después, luego de analizar el material incautado, la Fiscalía toma las primeras determinaciones: imputación de cargos y compulsa de copias en contra de Merlano y del senador Arturo Char.

En febrero de 2019 se radicó el escrito de acusación contra tres docenas de personas, entre ellas Julio Gerlein y Lilibeth Llinás. Tres años después, el proceso se empantanó en las audiencias preparatorias y ante un juez de Barranquilla, que soltó el acelerador hace meses y permitió que dos delitos prescribieran. En la Corte Suprema la compulsa se engavetó el mismo tiempo y apenas están en declaraciones; un entierro de segunda gracias a meses de inoperancia de la Judicatura. ¿Qué pasó con los jueces y magistrados que no actuaron ante estas pruebas tan contundentes?