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Lo último: el comunicado con el que la familia Rodríguez Orejuela confirma la muerte Gilberto, El Ajedrecista
Condenado a 30 años de prisión, y con graves complicaciones médicas, el exjefe del Cartel de Cali había presentado una solicitud de libertad por piedad, pero le fue negada.
Hoy terminó la historia de uno de los capos más grandes de la historia del narcotráfico en Colombia, Gilberto Rodríguez Orejuela, conocido como El Ajedrecista. Detenido en Estados Unidos, luego de haber sido extraditado y haber llegado a un acuerdo con la justicia de este país que le impuso una pena de 30 años de prisión, en 2006, a cambio de entregar su millonaria fortuna, pero evitando de este modo una extradición masiva de sus familiares.
Lo sorprendió la muerte en el Federal Medical Center, un centro asistencial adscrito a la prisión de baja seguridad de Butner, en Carolina del Norte, a donde había sido trasladado por sus problemas de su salud.
La noticia se regó como pólvora, pero hasta ahora sus familiares confirman lo sucedido a través de un escueto comunicado: “Nosotros, los hijos y esposa de Gilberto Rodríguez Orejuela nos permitimos informar que lamentablemente ayer, martes 31 de mayo de 2022, a las 6:54 de la tarde falleció nuestro padre y esposo a causa de un linfoma que lo aquejaba. Agradecemos todas las voces de solidaridad recibidas y estamos haciendo las gestiones necesarias para su pronta repatriación y darle una cristiana sepultura en Colombia”.
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Y es que su muerte se conoció hoy, 16 años después de haber sido extraditado en 2004. Gilberto Rodríguez Orejuela murió por una enfermedad, de causa natural, algo que irónicamente resulta extraño en el mundo de la mafia en el que estuvieron metidos y del cual fueron dueños y señores cuando se desmembró el Cartel de Medellín.
Su organización incluso patrocinó a Los Pepes, el escuadrón que lo persiguió. Después de la muerte de Escobar, El Ajedrecista y su hermano Miguel se convirtieron en los narcos más buscados, y se calcula que movieron hasta el 80 % de la producción mundial de cocaína.
La justicia en Colombia condenó a Gilberto Rodríguez a 12 años de cárcel, pero solo pagó siete. Quedó libre tras una polémica decisión de un juez, que le rebajó la pena por buena conducta. Pero meses después lo capturaron de nuevo y lo extraditaron a Estados Unidos, donde enfrentó un juicio por el envío de cientos de kilos de cocaína. Así se convirtió en un trofeo de las autoridades gringas. El capo colombiano más poderoso estaba recluido en una prisión federal.
Su hermano Miguel está preso en otra prisión, en Carolina del Norte. En 2016, ambos reaparecieron en Colombia, por medio de pantallas, en audiencias en las que procesaban a sus familiares por lavado de activos. Ahí se veía a Gilberto Rodríguez como un anciano canoso y deteriorado. “Una condena de 25 años a mi edad es cadena perpetua”, le dijo a SEMANA en los tiempos de su extradición. Según su sentencia, El Ajedrecista quedaría libre en 2034, a sus 95 años.
Con la pandemia de coronavirus, la defensa del excapo se jugó la carta de la pandemia para reforzar la petición de libertad, con el objetivo de que pasara sus últimos años de vida junto a su familia en Colombia.
Sin embargo, el juez Federico Moreno desestimó aplicarle a Rodríguez Orejuela la Ley del Primer Paso, aprobada en Estados Unidos en 2018 para descongestionar cárceles, con la que ya han salido más de 3.000 reclusos. En la corte del Distrito Sur de Florida pesó más el recuerdo del peligroso señor de la droga que la imagen del anciano enfermo que presentó su defensa, encabezada por el abogado David Oscar Markus.
Recientemente se conoció que Gilberto Rodríguez Orejuela quería comparecer ante la Comisión de la Verdad para contar su versión de la influencia del narcotráfico en la política en Colombia. Había una gran expectativa por lo que pudiese contar de la financiación de la campaña presidencial de Ernesto Samper en los años 90.
“Soy consiente que todos los que hemos tenido alguna relación con el poder político, económico o militar tenemos la mayor culpabilidad de la tragedia que ha vivido el pueblo colombiano en los últimos cincuenta años. Por lo tanto, ir ante ustedes a contribuir con mi culpa, y con lo que sé de lo que sucedió en Colombia con la verdad histórica, es un imperativo moral que me obliga, como colombiano, como ser humano y como hijo de Dios”.
Y agrega, “también soy consiente de que este ejercicio, aparentemente noble, si no se hace con absoluta humildad sincera, sin condiciones, es un ejercicio inútil”, aseguró Rodríguez Orejuela, en una carta a la Comisión de la Verdad.