orden público
Atención: este es el expediente sobre cómo Matamba puso a su servicio a militares activos y retirados
SEMANA revela detalles del expediente, de más de 600 páginas, que demuestra la relación entre uniformados y el narcotraficante Matamba, el mismo que se fugó este viernes de la penitenciaría La Picota.
“Amigo, necesito un favor, me facilita $5 millones para hacer una vuelta personal, yo le respondo por eso, es para hacerle un favor al general amigo”. Este es uno de los diálogos entre el coronel en retiro Róbinson González del Río y Juan Larinson Castro, alias Matamba, que muestra la camaradería entre el mafioso y el exmilitar. Ellos estaban a la cabeza de una gigantesca red de corrupción y tráfico de drogas en el sur del país que infiltró a un grupo de militares.
En otra conversación, González del Río le vuelve a pedir dinero prestado a Matamba, quien le dice que no tiene y le explica: “Esto está pésimo, no tengo con qué pagar la nómina”, evidenciando que González del Río movía los hilos con el narco para aceitar con dineros la red criminal conformada en Nariño entre militares activos y en retiro, a los que les pagaban mensualidades como si fueran un salario. SEMANA revela, en exclusiva, los recibos de las consignaciones de dinero, que comprueban la danza de los millones girados a los militares al servicio de los mafiosos, que delinquían en la cordillera nariñense.
El costo de la nómina mensual para los militares de la región era de 400 millones de pesos: 5 millones para los de grados bajos y 30 millones para los comandantes, como sucedió en el Batallón Boyacá. El jefe máximo de la red era Matamba, y su segundo, González del Río, alias Comando o Coro, quien era el enlace con los militares del Batallón Boyacá, entre ellos el coronel Harry Leonardo Gómez Tabares, alias Júpiter, “G” o Amigo Grande, comandante del Batallón Boyacá, con jurisdicción en Pasto, Nariño.
El informe al que tuvo acceso SEMANA resulta explosivo, pues cada una de las más de 600 páginas da cuenta de un contubernio criminal. El mafioso corrompió a algunos uniformados para buscar que lo ayudaran a consolidar el monopolio del narcotráfico en los municipios de Leiva, El Rosario y Policarpa, así como en los corregimientos de Santa Rosa, Sidón, Damasco, y el río Patía del municipio de Cumbitara, Nariño.
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Matamba sabía que ese plan no lo podía lograr si no tenía a estas fichas de su lado. Para la época de los hechos, 2019 y 2020, estas zonas se encontraban bajo el control de las disidencias de las Farc, del frente 29, que tenían un fuerte componente armado al cual el mafioso no podía enfrentar porque seguro iba a perder.
Con el apoyo a sueldo de unos militares, el asunto era a otro precio. Para poder ejecutarlo, Matamba necesitaba un hombre con experiencia en el campo militar que se moviera como pez en el agua entre la tropa. Conoció a Róbinson González del Río, quien, a pesar de poseer condenas de más de 60 años por falsos positivos, corrupción y venta de armas, a causa de su ingreso a la JEP estaba en libertad, y entraba y salía de los cantones militares como Pedro por su casa. Más se tardó en recibir la libertad del tribunal transicional que en empezar a delinquir de nuevo.
Larinson Castro y González del Río forjaron una estrecha amistad. El cuestionado oficial se encargó, además, de armar y entrenar un ejército de matones al servicio del capo del narcotráfico, a cerca de 100 criminales. Ya con los mercenarios alineados, González del Río sabía que necesitaba aliados.
Por eso hizo contactos con el coronel Henry Leonardo Gómez Tabares, entonces comandante del Batallón Boyacá, con quien acordó la operación para el ingreso y toma de la zona de interés de Matamba, es decir, el coronel entró en la nómina criminal.
Con el coronel Gómez Tabares de su lado, González del Río obtenía de primera mano la información de las operaciones del Ejército –fecha, lugar y hora– y la ubicación en tiempo real de las tropas, datos secretos que luego le informaba a Matamba. Esto le permitía al capo planear con tranquilidad cómo mover toneladas de cocaína por la cordillera nariñense sin ser descubierto. El coronel Gómez Tabares no era el único militar al servicio del narco.
En la nómina de la mafia fueron incluidos, según la Fiscalía, otros cinco militares. El capitán Octavio Javier Castro, el sargento viceprimero Óscar Ramón Faillace, el sargento viceprimero Edwar Díaz Narváez, el sargento segundo Nelson Orlando Rolón y el soldado profesional Estivenson Córdoba.
Con algunos militares de su lado, Matamba contaba con el respaldo para enfrentar a sangre y fuego a Sábalo, jefe del frente 29 de las disidencias de las Farc, y al ELN. Lo respaldaba con personal militar, municiones, armamento y logística. Al incluirlos en su nómina, comenzó la danza de los millones.
En el documentado expediente sobre esta alianza mafiosa, se observan varios chats, en los que los militares le pedían constantemente dinero a Matamba. Estos exponen un trato de camaradería. El descaro hacía parecer estos diálogos como el avance de una parte de su salario. SEMANA revela los recibos que verifican los pagos del capo del narcotráfico a los militares activos y en retiro.
Para el caso de González del Río, se aprecia que en febrero de 2019 Matamba le giró 4 millones de pesos, y el 29 de octubre del mismo año, otros 20 millones de pesos. Nuevamente, el 16 de noviembre le envió 6 millones de pesos al sargento Rolón, retirados por terceras personas. Hay otra consignación del 8 de mayo de 2019 para el soldado profesional Córdoba. Cinco millones de pesos en dos depósitos: el primero por 2 millones y el segundo por 3 millones. Estos recibos muestran que la relación de los militares con Matamba era muy cercana.
A otros militares de rangos más altos los pagos los efectuaban a través de terceras personas. Les enviaban paquetes con el dinero y el agradecimiento por su servicio. O como ocurrió en el caso del soldado Córdoba, alias Tío, a quien Matamba le consignó 4.500.000 pesos para la compra de radios de comunicaciones encriptados. También, para que le consiguiera reatas, portaproveedores, cantimploras, chapuzas oreja de perro, portaproveedores para pistola, chapuzas tipo piernera, morrales, botas, entre otros.La lista de compras que a Matamba le hacían los militares rayaba con el descaro. En otra conversación interceptada, esta vez con el sargento segundo Rolón, este le pide dinero para comprar carne, pollo y gasolina para el pelotón.
El padrino De acuerdo con el expediente, no todo el personal militar estaba alineado con ellos, por eso tenían que hacer contactos del más alto nivel para mover a quienes les estorbaban. Es así como mediante González del Río se establece un enlace con alias el Padrino, quien sería el general en retiro Leonardo Alfonso Barrero Gordillo, excomandante de las Fuerzas Militares y amigo de González del Río. Según la investigación de la Fiscalía, el objetivo era que el Padrino hablara con altos mandos militares para que movieran a los uniformados que no estaban alineados con Matamba.
En medio de las pesquisas se obtuvo una comunicación en la que González del Río habla con el capo y le dice que se va a encontrar en Cali con el Padrino, quien a su vez se va a reunir con el general Wilson Neyhid Chawez Mahecha para cuadrar lo de “G”, refiriéndose al coronel Gómez Tabares, para que este quedara como amo y señor de las operaciones militares a fin de favorecerlos.
Es de anotar que SEMANA ha buscado al general Chawez Mahecha, quien en la actualidad se encuentra en el Comando General de las Fuerzas Militares, para conocer su versión de los hechos, pero no ha sido posible obtener una respuesta. El papel del Padrino era gestionar traslados de las piedras en el zapato para Matamba, aprovechando su carrera militar. También debía encargarse de desacreditar al personal de inteligencia que buscaba golpear la estructura del mafioso.
Sobre todo este andamiaje criminal, la Fiscalía logró documentar cómo el 11 y 12 de noviembre de 2019 González del Río dirigió a los hombres armados de Matamba e ingresaron al corregimiento de Santa Rosa, en Cumbitara, Nariño, donde provocaron zozobra y terror entre los moradores de la región.
A estos los reunieron para indicarles las directrices que debían seguir. Para la incursión criminal se utilizaron entre 80 y 100 matones. Lo cierto es que, mientras las autoridades judiciales continúan indagando sobre este caso, el Batallón Boyacá, pieza fundamental en la lucha contra el crimen en el sur del país, fue traicionado por algunos de sus miembros que le dieron entrada a la mafia.