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Atinó: 30 años del debut del Tino en Italia, el día en que Colombia llegó a la élite del fútbol
A 30 años de su debut en Italia, Faustino Asprilla destapa algunos de sus secretos en Parma, ciudad que enamoró rápidamente con la magia de su fútbol.
Nacido el 10 de noviembre de 1969 (Tuluá), bautizado Faustino Hernán Asprilla Hinestroza, pero fue casi al otro extremo del corazón del Valle, en la frontera con Venezuela, donde empezó a enamorar a toda la nación.
Próximo a cumplir 20 años, y sin pasar las pruebas en América y Deportivo Cali, su última oportunidad tenía nombre: Cúcuta Deportivo, con el que debutó el 21 de mayo, en Ocaña, ante Millonarios. Dos goles a Sergio Goycochea, uno de ellos de ‘túnel’, le cambiaron la historia.
Millonarios, Deportivo Cali y Atlético Nacional le ofrecieron el cielo y la tierra. “Tomé la decisión que creí correcta en ese momento”, recuerda Faustino Asprilla, en entrevista con SEMANA: “Fiché por Atlético Nacional”.
“El Tino que conocí era muy tímido. Luego agarró confianza…”, dice a SEMANA Adolfo Pérez, comentarista, o “compañero, compañero” de William Vinasco, en las transmisiones en televisión. Veintiún goles y diez asistencias, entre 1990 y 1991, la mayoría en combinación con su socio en la cancha y amigo fuera de ella, Víctor Aristizábal, le dieron una nueva estrella a los ‘puros criollos’, y al Tino lo dispararon como un cohete.
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Formó una dupla goleadora con el Botín de Oro 91, junto al cachetón con cara de niño Iván René Valenciano, otro verdadero fenómeno en Barranquilla, desde su fulgurante aparición con el Junior, en 1988. Junto a los ilustres Calero, Mondragón, Jorge Bermúdez, Diego Osorio, Carepa Gaviria, Harold Lozano, Pachequito, Aristi…, provocaron un seísmo, con epicentro en Asunción. Catorce goles en siete juegos, y clasificación a las olimpiadas de Barcelona. Uno de ellos, el de Valenciano ante Perú, conmocionó al planeta, “pecho y media vuelta”, desde su terreno, antes de la línea divisoria en la mitad de la cancha.
Si nadie dio un peso cuando viajaron, al Tino le ofrecieron 90.000 por estampar su firma en un papel, un contrato de representación. “Yo te llevo a Italia”, prometió a cambio el uruguayo Ricardo Juica, de los tantos empresarios que merodeaban el hotel de concentración.
“Me dio miedo meterme en problemas, firmar el papel equivocado. No me dejé tentar por el dinero”. De nuevo, volvió a atinar. Gustavo Mascardi lo llevaría a Italia. Lo abordó en Medellín y dio por asegurada la operación. Fiorentina, con Dunga, capitán de la selección de Brasil, y Gabriel Batistuta, capocannoniere (goleador) de la liga, y de la sección argentina, en el vestuario.
“Ufff, qué lindo sería hacer dupla con el Bati”, recuerda Asprilla. El sueño se dañó cuando la Fiore fichó al argentino Diego Latorre, según recuerda El Tino, 30 años después de aterrizar en el Calcio, primero en la historia del balompié nacional.
“¿Para dónde vamos?”, recordó el Tino, aquellas, las únicas palabras que pudo pronunciar, en aquel entonces. “No lo sé, Hernán”, fue la respuesta que le dio su empresario, por el nombre con que siempre lo llamó. Una llamada, casi que inmediata, les devolvió el norte. Precisamente al norte, en Parma, con menos de 200.000 habitantes, a los que enamoró, desde que aterrizó por ese cambio de rumbo.
“Maravillosa”, la define hoy Asprilla, con nostalgia por la distancia, y la cantidad de amigos que asegura tener allá, aunque con un espacio en su corazón. El brasileño Taffarel y el argentino Sergio Berti, los primeros, apenas durante el tiempo que el resto del plantel despejó la incógnita por qué “Asprilla” –única palabra que el Tino entendía en italiano–, solo habría boca en el comedor.
“Con mucho esfuerzo”, confiesa, tres décadas, después a SEMANA, aprendió a hablar y a escuchar, aunque siempre lo que le convenía. La nueva cuadrilla la armó con los italianos Marco Osio, Antonio Benarrivo y su entrañable Gigi Apolloni: “el bobo ese” que al amarrar mal una barca en un lago en Estocolmo, hizo que “el titular inamovible del Parma y de la Selección”, según recuerda Adolfo Pérez, terminara ahogado.
“Tuve que entrar a escondidas para que el Míster no me volviera a multar”, dice el Tino en referencia al director técnico italiano Nevio Scalla, hace 30 años, lo más parecido al “abuelo entrañable” de José Pékerman, para la selección de Brasil 2014. Nervio, lo bautizó el Tino. Sobra decir los motivos. En lo único que no atinó, confiesa el Tino, fue en el día de pago de multas, a fin de año, con lo que compraban regalos para los niños en hospitales de la ciudad.
Intentó librarse del pago de la de mayor cuantía, un millón de liras (en aquel entonces), por haber llegado apenas media hora tarde a un entrenamiento. Aprovechó un descuido y sacó el talón que vio “con un 1, y un reguero de ceros”. El capitán lo vio in fraganti, y cuando Scala volteó su vista, el Tino le respondió en perfecto italiano, “no he hecho nada, profe”, con los brazos en alto, y las manos abiertas.
El papel, del tamaño de un cheque, ya lo tenía en el estómago, tras habérselo tragado, sin masticar. Y no atinó porque, al ser descubierto el talón faltante, tenía apenas los ceros suficientes para 3.000 liras. El jugador más multado del mejor Parma de la historia, recuperaba el dinero con apuestas. Un millón de liras, por darle al poste desde más de 40 metros.
Distancia en la que se ganó cinco de los millones que más caros le pudieron haber salido, los que apostó con sus compañeros por darle un balonazo al presidente Giorgio Pedraneschi, con la mala fortuna de noquearlo. “Casi lo mato”.
El 6 de septiembre se cumplen 30 años del primer partido de un colombiano en el fútbol italiano, histórico aún más por la coincidencia que lo acompañó. Asprilla fue titular en la derrota (1-2) en la visita del Parma a Bérgamo, con el Atalanta, donde fue suplente el Bombardero Valenciano.
El día que se abrieron de par en par las puertas de la élite del fútbol europeo, Valenciano y Asprilla lo sellaron en la noche, en casa del barranquillero, hablando hasta el amanecer, como lo confesó el tulueño.
En la segunda fecha, el Tino marcó el primero de sus goles, ante Udinese, calificado el mejor de la fecha. El que enamoró a todos los parmesanos, luego de haber atinado el rumbo que tuvo que dar recogiendo maletas en el aeropuerto de Roma. “En Parma no decían Colombia, decían Tino”, asegura el comentarista Adolfo Pérez.