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Los colombianos ladrones de joyas que están entre los más buscados por el FBI

Una historia de película tiene a las autoridades norteamericanas sorprendidas. Usan armas sofisticadas y autos veloces en persecuciones por autopistas para atacar en emboscadas a sus víctimas.

10 de marzo de 2018
El FBI pidió ayuda a la Dijín, dirigida por el general Jorge Vargas. Durante más de seis meses buscaron a los ladrones en Colombia, quienes fueron detenidos en dos operaciones.

Como en uno de los guiones de la taquillera saga de películas Rápidos y furiosos, una de las más temibles bandas de asaltantes colombianos de los últimos tiempos usaba armas sofisticadas y autos veloces en persecuciones por autopistas para atacar en emboscadas a sus víctimas.

Realizaron sus cinematográficos asaltos en una docena de ciudades en Oklahoma, Indiana, Texas y Florida, Estados Unidos. En más de 15 robos violentos lograron un botín de más de 2 millones de dólares, cerca de 6.000 millones de pesos. Por eso terminaron convertidos en una de las prioridades para el FBI. Esa agencia estadounidense incluyó al líder del grupo, Robert Riveros, en la lista de los más buscados. Y ofrecía hasta 300.000 dólares de premio por información para capturarlo.

Riveros y su banda quedaron en la mira de las autoridades estadounidenses por primera vez el 27 de abril de 2016. Ese día, acompañado por otros tres colombianos, entre ellos una mujer, robaron una tienda de diamantes y joyas en el Distrito Norte del estado de Texas. Aprovecharon que los dueños no estaban y lograron quedarse con un millonario botín. La banda se especializó en diamantes y tras ese primer golpe siguió con robos similares en Florida y Virginia.

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El 2 de junio de ese año Riveros y sus secuaces regresaron a Texas. Ubicaron una nueva víctima, un vendedor de diamantes en Dallas. Durante varios días lo siguieron y cuando ingresó a una estación de gasolina atacaron. El asalto quedó grabado en un video de la cámara de seguridad: se observa a Riveros con una máscara cuando amenaza con un arma al joyero, quien intenta forcejear e impedir infructuosamente el atraco (ver video).

Solo una semana después, el 9 de junio, la banda volvió al ataque. Siguiendo el mismo modus operandi en esa oportunidad eligieron asaltar a un vendedor de diamantes de origen paquistaní. Como en el caso de Dallas, lo persiguieron por la ruta y lo esperaron cuando se bajó a llenar el tanque de su carro. Los delincuentes se abalanzaron sobre él, rompieron una ventana del vehículo, sacaron un estuche con los diamantes y abordaron su carro para escapar. El paquistaní reaccionó y logró meterse por la ventana para tratar de recuperar sus joyas, pero quedó atrapado con el carro en movimiento. Entonces los criminales optaron por secuestrarlo, lo llevaron a un complejo de apartamentos abandonado y lo asesinaron a puñaladas.

Esa gota rebosó la paciencia del FBI, que enfocó todos sus esfuerzos en la banda. Los analistas de esa agencia comenzaron a revisar los patrones de crímenes en todo Estados Unidos. Para su sorpresa descubrieron que el grupo venía actuando en ese país desde 2011. Los siete integrantes de la organización viajaban desde Colombia como turistas usando sus nombres reales. Al llegar conseguían documentos falsos y con ellos alquilaban vehículos poderosos y veloces.

Los integrantes de la banda se ubicaban cerca de centros comerciales o joyerías en donde estudiaban cuidadosamente a sus víctimas. Una vez tenían identificado a su blanco actuaban de varias formas. La más simple consistía en que apenas su víctima salía del almacén con joyas esperaban a que hiciera alguna parada. Ahí pinchaban una de las llantas, pero de una forma tal que se desinflaba lentamente. Cuando la víctima retomaba su camino, a los pocos kilómetros se veía obligada a detenerse para cambiar el neumático. Cuando eso sucedía, la banda llegaba y a punta de pistola lo robaban.

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El otro método era un poco más audaz. Si la banda no tenía posibilidad de desinflar las llantas, sencillamente seguían a su víctima; y cuando tomaba una autopista la acechaban en cuatro vehículos. A toda velocidad rodeaban al carro por los cuatro costados hasta obligarlo a detenerse. En pocos segundos cometían el asalto y partían. Unos kilómetros más adelante abandonaban los autos alquilados y desaparecían.

Rastreando ese modus operandi, los agentes del FBI lograron identificar que cometieron uno de los primeros robos el 25 de agosto de 2011 en Houston. Asaltaron a un vendedor de diamantes a quien le quitaron un cargamento de piedras preciosas avaluado en 200.000 dólares. Otro de los asaltos documentados por los analistas ocurrió el 26 de septiembre de 2014 en Oklahoma City, cuando se fueron con un lote de diamantes valorado en 614.000 dólares. El 10 de noviembre de 2015 cerca de Boca Ratón, Florida, le robaron a un vendedor de diamantes un maletín con un lote con un costo de 800.000 dólares. Como estos cometieron otra docena más de robos.

Decididos a atraparlos, en junio del año pasado un agente encubierto del FBI simuló ser un vendedor de joyas en Florida. Por varias semanas realizó la rutina de salir de un almacén con diamantes, siguiendo el patrón de la mayoría de las víctimas. A mediados de ese mes ocurrió  lo que estaban esperando. Cuando viajaba por una autopista, cuatro autos rodearon el vehículo del hombre del FBI. Cuando estaba en pleno desarrollo el asalto, llegaron los refuerzos. Alcanzaron a arrestar a cuatro de los atracadores en el lugar, pero los demás escaparon. Aunque la mayoría huyó, ese arresto les permitió a los agentes del FBI identificar plenamente al resto de colombianos.

Los agentes federales pidieron ayuda a sus colegas de la Dijín-Interpol para dar con el grupo. “Era un caso de cooperación interagencial en el que pidieron apoyo de la Policía Nacional y al que se unió la Fiscalía General”, contó a SEMANA el director de la Dijín, general Jorge Luis Vargas Valencia.

Los investigadores de la Dijín lograron establecer que tras vender el botín en el mercado negro, la banda cruzaba la frontera estadounidense por tierra rumbo a México llevando el efectivo producto de los robos. De allí regresaban en vuelos comerciales a Colombia.

Como ya tenían algunos de los nombres de los integrantes del grupo suministrados por el FBI, por meses los sabuesos de la Dijín acudieron a sus fuentes y a trabajos encubiertos para dar con ellos. Para eludir a la justicia, los integrantes de la banda se habían separado y constantemente se cambiaban de vivienda entre diferentes poblaciones de Antioquia, Valle, Tolima y Cundinamarca.

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Después de varios meses de persecución, una fuente reveló a los investigadores dónde podía estar la mujer del grupo. Al localizarla con ayuda de la Fiscalía interceptaron varias líneas telefónicas y comenzaron a seguirla día y noche. Sin saberlo, ella llevó a los uniformados hasta donde se escondían dos de sus secuaces. El 13 de marzo  del año pasado los capturaron. Sin embargo, todavía faltaba el jefe, Riveros, quien despertaba el mayor interés de las autoridades estadounidenses.

Las pesquisas para dar con él se extendieron por cuatro departamentos hasta que lograron ubicarlo en un barrio del sur de Bogotá, a donde había llegado a visitar a unos amigos. A las 8:10 de la noche del 27 de julio los uniformados esperaron a que saliera del apartamento y lo arrestaron. Pero aún quedaban otros cuatro prófugos.

Durante los siguientes seis meses los hombres de la Dijín siguieron con la búsqueda. Hace dos semanas finalmente capturaron al resto de la banda, dos de ellos en Cali y los demás en Bogotá. Durante ese tiempo los investigadores también lograron identificar los bienes y en dónde habían invertido el dinero producto de los hurtos. Todos están solicitados por una corte de Texas. Ahora serán extraditados y enfrentarán un juicio por robo y asesinato, entre otros siete delitos. Nadie espera que salgan a la calle antes de varias décadas.