Violencia
Barbarie contra una mujer: su tumba ha sido profanada en cuatro ocasiones, ¿qué es lo que está pasando?
A Karen González la han asesinado cuatro veces, dice su familia. Al cuerpo de esta mujer lo han profanado varias veces en la tumba para volver a agredirlo. La barbarie se ensañó contra ella.
“¿Volvió a ocurrir?”, preguntó Katherine González la cuarta vez que escuchó a su papá ahogarse en las palabras al otro lado del teléfono. En la línea hubo una confirmación seca, sin argumentos, acompañada de mucho dolor. Una vez más, en menos de 11 meses, el cadáver de su hermana, Karen González, asesinada el 10 de marzo de 2022, había sido profanado y atacado.
La primera vez que Katherine escuchó a su papá desencajado por las lágrimas fue precisamente cuando les informaron que dos sicarios le dispararon a Karen en una calle de Saravena, Arauca, mientras viajaba de parrillera en la moto de su esposo, un antiguo excandidato a la alcaldía de ese municipio y veedor ciudadano.
El crimen no levantó ninguna polvareda social en ese municipio, acostumbrado a hechos violentos por cuenta de la confrontación armada entre el ELN y el Clan del Golfo. Karen no tenía amenazas, pero su pareja sentimental sí. El caso no fue llamativo para las autoridades y nadie investigó. Ella fue enterrada en el cementerio del corregimiento La Esperanza del municipio de Arauquita, de donde era oriunda.
Su familia la sepultó en una bóveda y luego se fueron desplazados hacia Bucaramanga por el miedo y zozobra que produce un ataque sin justificaciones. En octubre, cuando empezaban a hacerle frente al dolor, los llamó el sepulturero: “Sacaron el cadáver de Karen”, les dijo. En la primera profanación arrancaron la foto de la tumba, rompieron la placa de cemento, dañaron el ataúd y se llevaron algunos huesos de los pies. Antes de marcharse, dejaron una flor con un letrero que decía “con mucho cariño”.
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“Eso nos afectó mucho psicológicamente: sentíamos miedo, pero nos quedamos callados por la pena, por la burla y humillación que esto podría generar. Sellamos la tumba con ladrillos y una lámina de acero, creyendo que así no iban a poder entrar”, relata Katherine. ¿Qué más podría pasar?, pensaron.
Tres días después de ese ataque, desenterraron nuevamente el cadáver y realizaron el mismo procedimiento: derribaron la pared de ladrillos, atacaron las extremidades del cuerpo, luego dejaron las flores con el mismo mensaje. “Ya en este punto nosotros estábamos destrozados, llorando desconsolados al ver que a mi hermana ni muerta la dejaban tranquila”, recuerda Karen.
En la segunda ocasión llevaron a un sacerdote y a un líder espiritual para tratar de encontrar respuestas paranormales a su cruda realidad. Hubo un par de oraciones y no más. El caso fue notificado a las autoridades, pero una vez más ignoraron la denuncia. Contando el asesinato, era la tercera vez que a la familia González la dejaron esperando en las fiscalías de Saravena y Arauquita.
Ante esta situación, su padre, Santiago González, decidió hacer guardia en las noches en el cementerio. Durmió 30 noches sentado junto a la tumba de su hija, pero el frío del lugar y las circunstancias lo enfermaron.
Karen era la primera de sus hijas, tenía 33 años, dos hijos de 16 y 6 años. Siempre fue pretendida por su belleza y personalidad extrovertida; era odontóloga de profesión, aunque antes de su asesinato estaba dedicada al comercio junto con su hermana, Katherine. La tercera –y última profanación– ocurrió el 29 de enero de 2023.
“Mi papá me llamó y me confirmó que había ocurrido otra vez. Apenas lo escuché supe de qué se trataba”, señala Katherine. El proceso se repitió: la familia denunció, pero el fiscal de Arauquita señaló que no tenía tiempo para ir hasta el lugar, a pesar de que el profanador dejó sus huellas marcadas en una lámina de acero. “De una manera muy apática me dijo que si quería que yo misma trajera las pruebas. Yo lo hice, pero hasta ahora no nos han dicho nada. No sabemos quién profana la tumba ni quién mató a mi hermana”.
Mientras la Fiscalía toma este proceso en serio y trata de hacer las mínimas averiguaciones, la familia de Karen decidió trasladar el cadáver a un lugar secreto y construyeron un búnker para garantizar su descanso en paz. Katherine, por su parte, cada vez que escucha una llamada de su papá, piensa: “¿Volvió a ocurrir?”.