BETANCUR, EL HOMBRE

31 de enero de 1983

Seis meses después de posesionarse como presidente de la República Belisario Betancur sigue constituyendo un fenómeno político. El triunfo del Movimiento Nacional, con la mayor votación registrada en la historia de Colombia era apenas un indicio de las innovaciones y cambios que se verían después en la Casa de los Presidentes. Hasta ahora, éstos han sido más de estilo que de sustancia. No obstante las medidas audaces que ha tenido que adoptar para hacerle frente a las diferentes crisis, lo que más ha calado en la opinión pública es Belisario Betancur, el hombre.
Los grandes rasgos de la personalidad del presidente se han delineado en su primer semestre de gobierno. Aunque algunos de éstos eran ya conocidos, otros resultaron totalmente nuevos. De los primeros, el más sobresaliente es, sin duda alguna, su simpatía personal. Este atributo, que a veces se pierde en la torre de marfil del Poder, en este caso se ha consolidado.
El presidente irradia un extraordinario calor humano. Parece tener tiempo para todo. Con frecuencia se le ve en exposiciones, conciertos, reuniones sociales. Ningún detalle se le escapa.
No se conoce aún un interlocutor que al salir de su despacho no haya quedado subyugado.
Estas cualidades no están circunscritas a sus relaciones personales, sino que pasan al ámbito de la sicología de masas. En tiempos en que los medios de comunicación desempeñan un papel fundamental en el ejercicio del gobierno, Betancur es el mejor comunicador que ha llegado al palacio de los presidentes. A diferencia de sus antecesores, que le llegaban principalmente al colombiano ilustrado, B.B. apunta directamente a las masas.
Deliberadamente sacrifica el aplauso de los ilustrados. Al fin y al cabo esta fórmula, ridiculizada inicialmente por muchos, lo había convertido en presidente de Colombia.
Si las anteriores caracteristicas se podían deducir de los antecedentes del candidato, otras nuevas han sorprendido gratamente. El "ritmo paisa", por ejemplo, que hubiera podido ser un simple slogan, ha sido probablemente la promesa electoral que ha tenido mayor cumplimiento. Betancur resultó trabajador y estudioso.
Gruesos documentos son roídos y subrayados; con frecuencia antes del alba. Pero al caer la tarde, el escritorio presidencial generalmente está vacío. El presidente no acumula trabajo.
Sin embargo, la mayor sorpresa de la personalidad de B.B. ha sido su independencia. El presidente no tiene cordón umbilical ni con el establecimiento político liberal, ni con el dogmatismo ideológico conservador. Esta independencia, a la larga, puede ocasionarle problemas. La "maquinaria" liberal, probablemente la organización política más poderosa del país, está ya al acecho, esperando el primer tropiezo en popularidad, para dar el zarpazo. No menos insatisfechos están los conservadores ortodoxos, indignados ante lo que consideran la violación total y sistemática de los principios del partido de Ospina y Caro. Pero a este grupo también lo mantiene a raya, por ahora, el prestigio presidencial. Betancur sabe que, tarde o temprano, esta animadversión saldrá a flote. Pero confía en que su independencia podrá crear nuevas huestes dispuestas a salir lanza en ristre a defenderlo.
Al terminar el año, B.B. se ha amoldado confortablemente al enorme poder de su cargo, mientras que los colombianos se han amoldado confortablemente a su presidente. Limitaciones presupuestales y de tiempo hacen que sea imposible, o por lo menos prematuro, esperar cambios sustanciales en tan corto tiempo. Pero si bien el presidente no ha podido cambiar las realidades diarias de sus compatriotas, ya ha logrado algo no menos importante: cambiar sus esperanzas. Y esto solo le otorga, sin lugar a dudas, el mérito de ser considerado por SEMANA el HOMBRE DEL AÑO