ENTREVISTA
“Llevamos demasiado tiempo concentrados en lo que nos divide y no en lo que nos une”: Luis Alberto Moreno
El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) le explicó a SEMANA el plan para que el país, a más tardar en 2030, se ponga al nivel del primer mundo.
SEMANA: ¿Por qué en el BID ya andan pensando en 2030?
LUIS ALBERTO MORENO: Nosotros diseñamos estrategias de país en consulta con el gobierno, con la sociedad civil y con sectores políticos. Con base en esa labor fijamos el monto que destinamos a un gobierno y decidimos en qué sectores participar. El BID siempre mira hacia el largo plazo, pues, en promedio, un crédito nuestro es de 25 años.
SEMANA: Pero el plan para Colombia no solo es de largo plazo, sino también bastante ambicioso.
L.A.M.: Este año decidimos profundizar la estrategia y pensar en el país en 14 años. Queremos ver cómo las intervenciones del banco pueden generar un impacto positivo. Ahora bien, la Colombia de 2030 no dependerá de nuestras propuestas, sino de la voluntad de los colombianos.
SEMANA: ¿Cómo imagina el BID a Colombia en 2030?
L.A.M.: Hoy Colombia es un país en vías de desarrollo, con un ingreso per cápita de 12.000 dólares. Nuestra propuesta es que, en 2030, Colombia sea un país más desarrollado, con un ingreso per cápita de 30.000 dólares. Que esté al nivel del sur de Europa, por ejemplo, de Portugal.
SEMANA: Pero eso exigirá acelerar el crecimiento.
L.A.M.: Así es. Como van las cosas, Colombia no será capaz de aprovechar su potencial. La productividad y la competitividad son bajas. La idea es que el país pase del 3 y 4 por ciento a un crecimiento anual de 6 por ciento. Esto tomará unos siete años. De ahí en adelante, creciendo a un 6 por ciento, será posible emprender un camino para duplicar la producción, mejorar los ingresos y la capacidad de inversión y, en una sola generación, ser un país de ingresos altos, más productivo, con instituciones fuertes y movilidad social.
SEMANA: ¿Cómo piensan subir en tres puntos el crecimiento de la economía?
L.A.M.: Debe aumentarse la inversión pública para que crezca la productividad. También mejorar la educación, combatir la informalidad, reformar las pensiones y mejorar la calidad de las instituciones. Habrá que generar recursos y mejorar la inversión pública en infraestructura y bienes públicos. Para llegar allá a todos nos tocará poner nuestro grano de arena. Le doy un ejemplo. En el mundo desarrollado los impuestos prediales son muy importantes. En Colombia, en cambio, en los departamentos y municipios son mínimos.
SEMANA: ¿Su propuesta incluye, entonces, apoyar la reforma tributaria integral?
L.A.M.: Hemos acompañado esa discusión, pero con opiniones técnicas. Siempre he dicho que la mejor reforma es la que aprueba el Congreso. Sin embargo, necesitamos ampliar la base tributaria. No puede seguirse pretendiendo que un grupo pequeño de empresas aporten, mientras millones de personas no lo hacen. Antanas Mockus lo dejó claro con su pirinola: ¡todos ponen! Aquí hacen faltan impuestos al consumo y prediales. Vea, ni siquiera los casinos pagan IVA. Ese es el tipo de cosas que hay que repensar y cambiar.
SEMANA: ¿No le suena extraño proponer acelerar el crecimiento justo ahora que la economía está en crisis y crece menos rápido?
L.A.M.: Hay un ciclo económico negativo y pasamos de tener el viento a nuestro favor a tenerlo en contra. Pero, insisto, necesitamos una mirada a largo plazo, sin importar el ciclo económico. Solo así es posible tomar decisiones fundamentales.
SEMANA: ¿Qué le hace pensar que el país será capaz de un plan tan ambicioso?
L.A.M.: Colombia es capaz de cosas impresionantes. Solo mire los elogios en los últimos días a propósito de los 15 años del Plan Colombia, un proyecto muy ambicioso que los colombianos lograron porque había la voluntad.
SEMANA: No solo se necesita voluntad, sino también liderazgo y consensos. ¿Los ve al alcance?
L.A.M.: Yo veo al país en un momento en que necesita un pacto por Colombia. Siento que llevamos demasiado tiempo concentrados en lo que nos divide, y no en lo que nos une. Colombia es capaz de hacer consensos grandes. Insisto en el ejemplo del Plan Colombia. Pasó por tres presidentes en Estados Unidos y tres en Colombia y recibió el apoyo de todos los sectores. Ahora necesitamos un pacto en torno al desarrollo. Ahora bien, esto implicará un cambio profundo, no será fácil y requerirá muchísimo trabajo.
SEMANA: Para el ciudadano de a pie, ¿qué significará vivir en la Colombia de 2030?
L.A.M.: Hoy Colombia es un país joven, con una edad promedio de 28 años. En 2030, será de 33 años. Eso significa que habrá menos jóvenes y más gente de la tercera edad. No hemos vivido ese cambio demográfico. Otro desafío tendrá que ver con que la del futuro será una economía de servicios, no de industrias. Aquí Colombia aún tiene mucho por hacer.
SEMANA: ¿A qué se refiere?
L.A.M.: Una de las conclusiones del Foro Económico Mundial de hace dos semanas en Davos, Suiza, es que estamos viviendo una cuarta revolución industrial. Le pongo un ejemplo. Nuestros padres, si acaso, tuvieron tres empleos diferentes en sus vidas. En mi generación, el promedio son siete empleos. Pero para nuestros hijos todo cambiará porque tendrán seis empleos al mismo tiempo. La revolución digital ha hecho posible ofrecer y contratar servicios de personas con oficios particulares en momentos específicos. El trabajo como lo conocemos va a cambiar. La informalidad, motivo de baja productividad, también va a cambiar. Así mismo, la forma como entendemos la educación va a transformarse porque nos capacitaremos para trabajar a lo largo de toda la vida.
SEMANA: Una Colombia de altos ingresos en 2030 sería un país con una enorme clase media. ¿Eso qué implicaciones tendría?
L.A.M.: Hoy Colombia ya se acerca a un 50 por ciento de la población en clase media. Clase media no definida como la norteamericana o europea, sino como una con ingresos entre diez y 50 dólares al día. Si el país sigue la propuesta del BID para 2030, 70 por ciento de los colombianos estarán en la clase media. Las implicaciones serán, especialmente, políticas. En ese nivel, las personas le hacen muchas exigencias al Estado. Exigen más transparencia pública y privada, una mejor educación y más acceso al financiamiento de empresas pequeñas o medianas. Todo esto es sano, pero requiere una gran respuesta del Estado.
SEMANA: ¿Quiere decir que acá podría ocurrir lo que ha sucedido en países como Brasil, donde la gente ya no se deja meter los dedos en la boca?
L.A.M.: Sí. Pero eso pasa incluso en países pequeños como Guatemala. Allá cayó el gobierno porque durante meses la gente protestó de forma pacífica y constructiva. En Brasil es admirable cómo las clases medias, al exigir transparencia, han logrado que las instituciones se transformen. En Chile vemos una gran discusión pública. Es el país con los mejores indicadores en política pública, pero, dado el escándalo de la financiación de la campaña de Bachelet, los partidos se han comprometido a ser más transparentes. Lo importante en estos casos es que la clase media exige, y eso es bueno.
SEMANA: ¿Qué países han logrado salir del subdesarrollo con un plan propio y en pocos años?
L.A.M.: Hace unos años un estudio concluyó que, en los últimos 60 años, solo 12 países de ingresos medios lograron pegar el salto. Están España, Grecia, Corea del Sur…
SEMANA: ¿Algún caso podría servir de modelo a Colombia?
L.A.M.: Corea del Sur. En 1960 era un país con un ingreso per cápita inferior al de Colombia. No tenía recursos naturales y cubría un área física pequeña, del tamaño de Vichada. Pero logró un consenso y se volcó sobre tres líneas: la industria, la educación y la innovación. Hoy es líder en los tres campos. La educación tiene un valor tan alto que, el día de los exámenes para entrar a las universidades, los aeropuertos cierran para que los jóvenes puedan concentrarse. Hoy los surcoreanos están entre los primeros en las pruebas Pisa. Basta mirar a Samsung y saber que Corea del Sur es uno de los países más conectados del mundo. Y en industria, se especializaron en la metalúrgica y metalmecánica y hoy son, entre otras cosas, los mayores constructores de barcos.
SEMANA: ¿Ve posible un consenso de este tipo en la polarización que vive Colombia?
L.A.M.: Nosotros, en el BID, somos un instrumento. Quiero decir que no somos los llamados a crear consensos, porque conseguirlos es tarea del país. Dicho esto, sí creo que este debe dejar de ser un país donde unos se sienten espectadores y otros actores. Todos tenemos que contribuir, más ahora con la oportunidad que nos da la paz para empezar a construir un mejor país.