BOGOTÁ
Crónica de una fuga de perros en medio de un accidente
Dos de los once perros que sufrieron un accidente de tránsito en Hato Grande siguen desaparecidos. Alrededor suyo se conformó un grupo de voluntarios que parece un bloque de búsqueda. Así ha sido su trabajo.
Cuando vio a Simona se lanzó corriendo hacia ella a abrazarla. La perra estaba en shock, agitada, como si no entendiera nada de lo que había pasado en las últimas 30 horas, desde que la camioneta en la que viajaba se estrelló y dio dos giros en el aire. Andrés Parra le sirvió agua y ella bebió sedienta. Al verla de nuevo no pudo evitar el llanto de alegría. En contraste, los dueños de dos de los compañeros de Simona vieron caer una noche más sin sus perros.
Cada mañana, a las 6, la ruta pasa a recoger a Simona y a sus compañeros para llevarlos a la guardería Alca, en Tocancipá, para que pasen la jornada jugando mientras sus dueños trabajan. Este miércoles, 11 mascotas iban en una van blanca por la Autopista Norte, en el sector de Hato Grande, cuando una volqueta se metió a su paso. Las ruedas de los vehículos se rozaron y se desestabilizaron. La van se elevó, giró en el aire y cayó con el techo contra el asfalto.
La puerta trasera se abrió, los guacales de los perros se estropearon y el conductor, herido y atrapado en la cabina, no pudo hacer nada para evitar que los animales, asustados por el choque, huyeran. Los testigos del accidente reaccionaron de inmediato. Los persiguieron e intentaron atajarlos. En cuestión de segundos se activó una red de apoyo entre las guarderías de perros de Bogotá. Así lograron evitar la fuga de 5 de ellos, pero los demás tenían tanto miedo que corrieron y esquivaron a la gente.
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Esa misma tarde se conformó una especie de bloque de búsqueda que no para de sumar miembros. Los dueños de los perros movieron sus fotos en redes y pronto, los vecinos del sector, quienes tenían amigos en la zona, empezaron a manifestarse. Decenas de desconocidos salieron a la calle a buscarlos. Incluso hasta la madrugada transitaron las vías. Pero la noche entró a sus horas finales y la esperanza de hallarlos, entre la oscuridad y la certeza de que los perros habrían buscado un refugio, se desvaneció.
Antes de que amaneciera retomaron y ya eran más de 50 los que recorrían la Autopista Norte y habían llegado a los municipios cercanos, Sopó y Cajicá. Empezaron a meterse a vías desconocidas. La búsqueda se intensificó. Algunos llevaron a otros perros para que olieran la ropa de los desaparecidos y los rastrearan. Los dueños enviaron audios de los silbidos con los que suelen llamarlos para que el bloque de búsqueda los usaran para llamar a los animales.
Con el uso de esas técnicas no tardaron los resultados. Hacia las 8 de la mañana aparecieron los dos primeros, Esmeralda, la pitbull y Ramón, el rottweiler. Andrés Parra, que había salido de su casa en la madrugada, sin haber podido conciliar el sueño, recorría la zona de la pérdida contemplando hasta los peores escenarios en los que pudiera estar Simona, su perra desde hace 3 años y medio, cuando se la regaló a la novia que ahora es su esposa, y que es como la hija del matrimonio.
Cuando pasó por una bomba de gasolina, una perra desconocida se lanzó a su encuentro, lo olfateó, lo miraba con ternura. Asumió eso como una premonición y preguntó allí por Simona. Le dijeron que había pasado por el lugar, que incluso intentó robar la comida de los perros del sector, pero que estos la ahuyentaron. Parra sentía que estaba cerca.
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Al mediodía lo llamó el administrador de un conjunto residencial de Sindamanoy. Le contó que en los videos de seguridad, el personal de vigilancia había reconocido a su perra, y que la habían atrapado. Le dijo que llegara a su encuentro. Le dio la ubicación y resultó que Parra estaba justo al lado. Entonces vio a la beagle y corrió hacia ella. De vuelta a casa, Simona cayó rendida, con la confusión y el cansancio de su desaparición, se durmió en la cama del matrimonio. Apenas había sufrido un rasguño en el hocico.
Poco después apareció Iker, el labrador. Pero la búsqueda no paró. Aún faltaban Paulina, una weimaraner gris, y Jagger, un pastor alemán. En ese momento, las emisoras ya informaban de la desaparición y hasta los alcaldes de los pueblos vecinos estaban enterados. Sin embargo, la tarde se consumió y volvió la angustia de que la búsqueda se volviera infructífera. Los dueños que habían encontrado a sus perros seguían apoyando. En el chat que los reúne compartieron una oración por sus animales.