CONGRESO
El referendo de Viviane Morales no llegó a las urnas
La Comisión Primera de la Cámara archivó el proyecto para que los colombianos decidieran sobre la adopción. Necesitaba 18 votos, pero solo alcanzó 12.
Hace cinco meses, cuando el referendo de adopción pasó por el Senado, todos se aventuraban a pronosticar que pasaría con una amplia mayoría, como en efecto sucedió. Ahora la situación era al revés: pocos creían que la propuesta iba a recibir luz verde por parte de la Cámara de Representantes. En la última semana, la posibilidad de que los colombianos pudieran decidir en las urnas cuál era la familia “óptima” para adoptar a los niños abandonados generó una de las más grandes pujas de poder y de opinión que se hayan visto en tiempos recientes. Finalmente, la votación fue contundente: 12 por el Sí, y 20 por el No. El referendo de Viviane Morales no llegará a las urnas.
La senadora liberal, su esposo Carlos Alonso Lucio, y cerca de 2,3 millones de ciudadanos que firmaron la convocatoria fueron los grandes derrotados de la jornada en la Comisión Primera de la Cámara de Representantes. A las 7:15 de la noche, cuando la secretaria de la Comisión leyó el resultado de la votación, ambos guardaron silencio. No se miraron, escrutaban con sus ojos la reacción de júbilo que se produjo en una esquina, detrás de la curul de Angélica Lozano, quien se abrazó con su compañera de la Alianza Verde, la senadora Claudia López. “Que viva el amor”, gritaban algunos asistentes. Los que apoyaban el referendo arrojaron sus banderines, acataron el veredicto en silencio, y se marcharon sin el mayor asomo de rencor. Viviane y Lucio seguían mirando al auditorio. Desde horas atrás ya sabían que ese sería el resultado. “Agradezco por el debate tan gallardo y por la cordura en la que se dio” declaró Carlos Alonso Lucio.
Desde hace mucho tiempo, en el Congreso no sucedía un debate que tocara fibras tan profundas en la sociedad, ni que despertara tanto interés en las afueras del Capitolio. El referendo generó una especie de obsesión entre dos países con visiones opuestas e irreconciliables que pocas veces se habían cruzado de esta manera.
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Desde tempranas horas ya se advertía de lo intenso del debate. En el recinto de la comisión no cabía un alfiler. Las barras repletas, gente a favor de uno u otro bando. Los medios de comunicación no perdían detalle de las intervenciones. Los ánimos parecían estar caldeados, por lo que el presidente de la Comisión, el conservador Telésforo Pedraza, tuvo que hacer varios llamados al orden. “Esto no es el Circo romano”, repetía a los asistentes, muchos de ellos debutantes en el Capitolio.
Y no era para menos. El proyecto, que el año pasado había superado dos filtros en el Senado, necesitaba el voto de 18 de los 35 parlamentarios de la Comisión Primera. Y a pesar de los antecedentes que favorecían a Viviane Morales, esta vez no consiguió el respaldo necesario de los partidos políticos. Solo 20 representantes votaron para salvar el referendo.
Misión imposible
La propia congresista admitió que su intento tenía que superar las más altas exigencias, por lo que contrario a la opinión general, su referendo no atropellaba a las minorías.
Necesitaba recoger mínimo 1,6 millones de firmas (el equivalente al 5 por ciento del censo electoral), y lo hizo (2,3 millones) Las mayorías absolutas en los cuatro debates en el Congreso, pero solo las consiguió en el Senado. Debía superar el examen en la Corte Constitucional, y la participación de 9 millones en las urnas para que fuera válido. El referendo, sin embargo, se quedó en la mitad del camino.
Al tercer debate, Viviane Morales no llegó derrotada. Por el contrario, junto a Carlos Alonso Lucio, dio la pelea pese a que el escenario se le tornaba adverso a cada minuto que pasaba. Como se hizo evidente en las últimas semanas, era mucho lo que estaba en juego.
El rechazo del Gobierno
El primer gran pulso era del mismo Gobierno. De manera estratégica la Casa de Nariño, que ha contado con un manejo fluido de las mayorías, no se había manifestado en contra del referendo. Hay dos explicaciones para que esto haya sido así. La primera, que el referendo de Morales fue un enano que se creció. Cuando la senadora salió a las calles a recoger sus 2,3 millones de firmas pocos la tomaron en serio. En parte porque hacer un referendo es tan difícil, que se veía inviable que una iniciativa de esa naturaleza prosperara. Pero con el pasar de los meses, la iniciativa de la senadora tomó una fuerza inusitada.
En segundo lugar, porque el Gobierno tuvo que vivir el avance de este referendo en medio de la difícil y polarizada campaña del plebiscito. Como se sabe, las comunidades cristianas tuvieron un rol fundamental e inclinaron la balanza hacia el No. En ese momento, reforzar la idea de que el Gobierno apoyaba la mal llamada “ideología de género” no se veía viable.
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Pero la semana pasada, cuando el referendo de Viviane Morales entró en su fase definitiva, el Gobierno decidió tomar partido y enfrentarse a la iniciativa.
En la audiencia pública, donde se escuchó a la ciudadanía, ese rechazo se hizo público. Por un lado el Ministerio de Hacienda pidió el archivo del proyecto por el impacto fiscal que supondría la jornada electoral, cerca de 280.000 millones de pesos. “El referendo sería altamente inconveniente desde el punto de vista fiscal. En este momento hay un proyecto de adición presupuestal, las necesidades del país son distintas, y el uso efectivo de los recursos debería ser otro”, explicó la viceministra Ximena Cadena en el debate.
El turno fue del ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, quien calificó el referendo de inconstitucional e inconveniente, por considerar que a través de un mecanismo de participación se terminarían “atropellando” los derechos de las minorías. “No podemos negarle el derechos a los niños a ser adoptados y aquí le estamos quitando a la mitad de las familias colombianas la posibilidad de adoptar”.
A ellos se sumó el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, quizás el funcionario del gobierno más crítico el referendo desde el día uno. En el debate reiteró que tal iniciativa “es inconveniente para los niños de Colombia”. Posiciones fueron respaldadas también por la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo.
Estos conceptos parecían anticipar la sepultura del referendo, pero la senadora Viviane Morales rechazó con vehemencia lo que ella llamó la “presión indebida del gobierno”.
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Hace unos días dijo que la Casa de Nariño “era muy cercana a la democracia cuando creía que iba a ganar el plebiscito. Pero como lo perdió se está dando cuenta de que este país está muy desligado de lo que el Gobierno está haciendo”.
En el debate, Morales rechazó los argumentos de quienes aseguran que el referendo es cavernario pues el país hoy es más progresista. “Dejen que la sociedad se tome su propia selfi. Si han cambiado tanto los colombianos, déjenlos manifestarse en las urnas. ¿Qué miedo les tienen?", aseguró.
Para el Gobierno habría sido un golpe político enorme perder esta puja. De hecho, dos de sus ministros, Juan Fernando Cristo y Alejandro Gaviria estuvieron en el debate. La Unidad Nacional, que suele temer a tomar ese tipo de posiciones en un país conservador en estos temas, esta vez les caminó, incluso, algunos representantes asumieron las consecuencias electorales que pudieran tener en sus regiones por haber votado contra un referendo que tenía una alta carga de religiosidad.
La tiranía de las mayorías
El segundo punto que estaba en juego era si Colombia estaba dispuesta a permitir que los grandes temas de la sociedad se definieran por lo que se conoce como la tiranía de las mayorías.
Ante la cascada de opiniones en contra, Carlos Alonso Lucio, como vocero del grupo promotor del referendo, dijo que la iniciativa no era un invento de la senadora Morales sino la petición clamorosa de 2,3 millones de personas, que reaccionaron al fallo de la Corte Constitucional de 2015 que en su criterio modificó el concepto de familia que tenía el artículo 42 de la Constitución de 1991.
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“La Constitución se puede modificar por el Congreso, por el pueblo, pero no por seis magistrados detrás de una puerta que impusieron otro concepto. (…) No vengan a hacerle el flaco favor a la democracia de criminalizar las mayorías que se imponen en el país”, señaló el excongresista.
Viviane Morales fue más enérgica. Aclaró que el referendo en ningún momento sustituiría la Constitución, como sugirió la delegada de la Defensoría del Pueblo, y se fue lanza en ristre contra la Corte Constitucional a quien señaló, precisamente, de sustituir la Carta Política con sus decisiones. “La Corte es sirviente de la Constitución, el amo es el pueblo”. “Aquí se está dando un zarpazo contra la democracia”.
Y agregó que los 2,3 millones de personas firmaron el referendo con una convicción profunda de lo que debe hacer el Estado con los niños abandonados. “En este referendo jamás se ha hablado de eliminar a quienes tienen una orientación sexual diversa. Cómo podría hacerlo una madre que tiene una hija con una orientación sexual diversa. Lo hago con el respeto, el profundo amor y el reconocimiento de que durante siglos ha habido discriminación con los homosexuales y las lesbianas… este referendo no se ha dirigido jamás contra nadie”, dijo.
El principal aliado que tuvo la congresista fue su copartidario Miguel Ángel Pinto, presidente de la Cámara de Representantes, quien presentó ponencia positiva para el referendo.
Sus argumentos se concentraban en el derecho del constituyente primario a reformar la Constitución, por lo que explicó todos los requisitos que el proyecto de Viviane Morales superó. “Hoy no le vamos a cercenar al pueblo la posibilidad de que se pronuncie. No podemos darle tránsito al país para que ahora pasemos de la tiranía de la mayoría a la tiranía de las minorías”.
Pero pesaron más los argumentos en contra
Hasta el senador Roy Barreras se instaló en la Comisión de la Cámara para persuadir a sus colegas de La U para que votaran el archivo del referendo. Pidió la palabra y dijo que la pregunta que se le trasladó a los colombianos fue “engañosa”. Y con su conocida carga de ironía, le preguntó a Morales: "¿Cuáles son las familias sanas? ¿Las que violan 7.700 niños detrás de la paredes de la casa?", cuestionó.
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Angélica Lozano, de la Alianza Verde, quien calificó el referendo como “discriminatorio”, le recordó a Viviane Morales que como fiscal general de la Nación pidió al Congreso archivar el proyecto de referendo de Gilma Jiménez para la prisión perpetua a violadores de niños. Pero ahora avala el mecanismo de participación ciudadana para discriminar a parejas del mismo sexo, a personas solteras, viudas, que estarían perjudicadas por el proyecto.
Germán Navas Talero, del Polo Democrático, hizo una defensa de los mecanismos de participación ciudadana, pero aseguró que le podrían traer 10 millones de firmas y no cambiaría sus convicciones.
Cuando los parlamentarios explicaban el sentido de su voto. Morales y Lucio empezaron a ver cómo se habían quedado sin respaldo.
La intervención del representante Julián Bedoya, vocero de la bancada del Partido Liberal, pareció ser la estocada del proyecto. Anunció que ocho representantes votarían en contra, por lo que solo Miguel Ángel Pinto, el ponente, respaldó la iniciativa.
Lapidaria también pudo ser la intervención de Pedrito Pereira, quien anunció que cinco de seis representantes del Partido Conservador, votarían en contra del proyecto, y eso que en la víspera, Hernán Andrade, presidente del Directorio, les había pedido respaldar a Morales.
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Como se había anticipado, la bancada de la U, de forma mayoritaria, anunció su voto en contra. Solo Carlos Edward Osorio respaldó el referendo.
La única bancada que respaldó en su totalidad el proyecto fue la del Centro Democrático. A la postre, el uribismo, sintonizado con iglesias cristianas, terminó siendo el único aliado de la senadora Viviane durante todo el trámite de su proyecto.
Los dos representantes de Cambio Radical que comparecieron al debate también apoyaron el referendo, con el argumento de garantizar el derecho de los ciudadanos a pronunciarse en las urnas. El último voto que logró pescar la senadora Morales fue el de Fernando de la Peña, de Opción Ciudadana.
Pasadas las 7:00 de la noche, y tras diez horas de discusión, se conoció el veredicto que puso punto final a uno de los debates que ha trascendido de las comisiones del Congreso a la sociedad en su conjunto.
Porque el proyecto, que pretendía dejar en los ciudadanos la última palabra sobre si la adopción debe ser una medida de protección de los niños para garantizarles el derecho a tener una familia, pero constituida por un hombre y una mujer, la discusión que creó a su alrededor no solo ha involucrado los derechos de la comunidad LGBTI, sino que ha hecho evidente que en Colombia el concepto de familia es mucho más extenso que la foto de papá y mamá.
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Un debate que comenzó en las calles, hace un año, cuando Viviane Morales lideró una recolección de firmas que acumuló 2.228.913 de apoyos (la Registraduría validó 1.740.843). Con ellas llegó al Congreso para reclamar el derecho de estos ciudadanos para reformar la Constitución vía referendo.
Y aunque la discusión no llegó a las urnas, no significa que vuelva a las calles. Antes del debate Morales anunció que si la iniciativa era archivada, se convocaría a una movilización como la que se adelantó contra la entonces ministra Gina Parody, por las cartillas que supuestamente difundían la ideología de género.
Durante el debate, Lucio fue más allá. Convocó a los firmantes del referendo para el próximo miércoles a manifestarse contra la decisión de la Cámara, y los citó en la Plaza de Bolívar de Bogotá a las 12 del mediodía. “No vamos a permitir la venezolanización de la democracia colombiana”. El referendo sobre la adopción se había convertido en la principal bandera de Viviane Morales en su regreso al Congreso, consiguió sendas victorias en el Senado, pero la Cámara le significó una de sus más dolorosas derrotas en la política.