Caninos policías
Cami, la perra a la que 11 policías le deben la vida
En Tumaco hay muchas historias de heroísmo que quedan ocultas bajo la espesa selva. Cami, una perrita labradora, evitó que un pelotón de 11 policías antinarcóticos muriese.
“Para mí Cami es un ángel porque nos ha salvado la vida varias veces, no solo a mí, sino a mis compañeros. Gracias a ella puedo estar acá”, así resume el patrullero Andrés Osorio su relación con una labrador de cuatro años. Desde hace dos son compañeros de trabajo.
En la Policía antinarcóticos llaman binomios a grupo conformado por un policía humano y un canino. Para Osorio la relación va más allá de una relación laboral, su compañera es una amiga entrañable. Y confiesa que le espanta los pretendientes que Cami consigue cada vez que salen a patrullar.
Han pasado momentos difíciles, como el que vivieron en septiembre de 2019, cuando en medio de la lucha contra los cultivos de coca en Tumaco, Nariño, estuvieron a punto de morir. Para esa época las autoridades identificaron que había sembradas más de 16 mil hectáreas de cultivos ilícitos y que para custodiarlas, los grupos ilegales habían instalado alrededor de 380 minas antipersonal.
La misión de Osorio y Cami era identificar dónde habían escondido los explosivos para que ninguno de los miembros de su pelotón los activara por accidente. Como ocurrió a otro grupo de compañeros que patrullaban el lugar. Ese 18 se septiembre alertaron que un guía canino había sido mutilado por los explosivos.
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El equipo de Cami compuesto por once policías tenía que ir al punto donde ocurrió el accidente para brindar apoyo mientras llegaba el helicóptero black hawk con el equipo paramédico. Osorio recordó los entrenamientos y los protocolos de seguridad, en los que indican que cerca a donde se registra una explosión siempre hay más minas ubicadas.
Es una estrategia de guerra. Saben que después de que hay un herido, más uniformados tratarán de auxiliar y correrán sin pensar las consecuencias, en ese momento se activan otras cargas, para así generar más bajas. Osorio decidió enviar a Cami por el camino largo.
No se equivocó, cuando Cami ya había recorrido unos kilómetros, se detuvo y empezó a mover la cola. Osorio entendió rápidamente la señal. “inmediatamente yo en medio de la angustia, paré la patrulla. Solicité la ayuda del compañero antiexplosivos y le dije que verificara. Todos estábamos muy asustados, cualquier movimiento en falso podía ser fatal”.
Cuenta el patrullero, que en ese momento sentía que las piernas le temblaban, veía a algunos de sus compañeros con lágrimas en los ojos, mientras otros oraban. Cami seguía moviendo la cola. La perrita estaba tan bien entrenada que su gran olfato alcanzó a identificar los explosivos a una distancia prudente, lo que dio tiempo para desactivar los explosivos, que, según el experto, tenía el alcance para destruir cinco cuadras a la redonda.
“Es un momento de felicidad. Un compañero lloró, la abrazó y le decía: gracias, Cami, porque por ti puedo regresar a ver a mi familia. Entonces ellos entendieron que la perrita, más que un perro de trabajo, es como un ángel para ellos”.
Semanas después Osorio recibió una llamada en la que le anunciaban que la Embajada de Estados Unidos le haría un reconocimiento a Cami por proteger la vida de casi una docena de uniformados que trabajan en la erradicación de cultivos ilícitos.
El día que recibieron la noticia, en Tumaco celebraron, llevaron a Cami a pasear y a jugar. La bañaron y la perfumaron. “Ella cuando sale a trabajar piensa que está jugando, pero realmente es la que está conmigo en los tiempos malos y los tiempos buenos, la que me acompaña día noche. A la que le debo la vida”, dijo Osorio.