OPINIÓN

En mi defensa

Desde las celdas de reclusión del DAS, el exdirigente del ELN se refiere a la orden de captura que le llegó después de 13 años y que lo tienen tras las rejas.

Carlos Arturo Velandia
27 de junio de 2016

El día 8 de octubre de 2003 cuando obtuve la libertad dije en rueda de prensa: “no debo nada a nadie, he pagado con creces y en los términos como me lo impuso la ley, hasta el último minuto la pena que me impuso”.

Habían pasado diez años, todos en pabellones de alta seguridad, privado de la libertad; tiempo que dedique a construir posibilidades para la paz de Colombia obrando bajo mandato del ELN quien deposito su confianza en mí, para representarlo como vocero político en diálogos de paz.

Fui vocero político y público durante diálogos con los gobiernos de Ernesto Samper Pizano, Andrés Pastrana Arango y durante los dos primeros años del primer periodo presidencial de Álvaro Uribe Vélez. En esta labor debí alternar con los comisionados de paz y sus equipos: los doctores Carlos Holmes Trujillo, José Noé Ríos, Daniel García Peña, Víctor G. Ricardo, Camilo Gómez Álzate y Luis Carlos Restrepo.

En los Diez años de prisión y de trabajo denodado por la paz salí en cinco ocasiones de la prisión y regrese a ella honrando la palabra empeñada, pude haberme quedado en los campamentos guerrilleros a los que fui o en los países donde estuve, pero el ELN y yo habíamos depositado la palabra de que regresaría y había que hacerla valer.

Crucé caminos y esfuerzos de paz con numerosas personas, colombianas y extranjeras, todas ellas comprometidas al igual que yo en trabajar por el fin del conflicto armado y la construcción de la justicia social. Podría llenar decenas de cuartillas con los nombres de ellas y de las asociaciones, organizaciones, partidos, embajadas, iglesias, que podrían dar testimonio de mi labor y empeño.

Hoy se me acusa de hechos ocurridos en el marco del conflicto armado, todos ellos ocurridos mientras yo estaba preso, bajo la custodia del estado y mientras me dedicaba con alma, vida y sombrero a buscar las formas para parar la guerra, nunca para continuarla.

En prisión, cada hecho de guerra, sin importar quienes fueron las victimas las sentía con dolor porque iban en el sentido contrario al de mis esfuerzos cotidianos, por ello quizá el día de mayor felicidad en aquellos años de prisión fue el 20 de diciembre del año 2000, cuando asistí a un campamento guerrillero del ELN, en el catatumbo a liberar a 50 militares y policías que el ELN había capturado en medio de la guerra. Recuerdo que con lista en mano leí uno a uno los nombres de los prisioneros que al leerlos en voz alta obtenían la libertad.

Recuerdo que les dije que se reunieran con sus familias en unas festividades navideñas alegres y felices.

No debo nada a nadie, esa frase que expresé el día de mi libertad estaba sustentada sobre la más difícil prueba, porque cuando se anunció que muy pronto saldría en libertad, empezaron a aparecer procesos contra mí, que obstaculizaban mi libertad. Ocurrió que el general Mora Rangel, comandante general del ejército había impulsado contra mí, acusaciones de autoría intelectual y como determinador de la muerte de varios soldados que habían caído en diferentes hechos de guerra todos ocurridos en tiempo en el que me hallaba preso.

Es conocido por el país y por el estado que en las costumbres y reglamentos del ELN, cuando un mando o dirigente es capturado, de inmediato cesan sus funciones y queda cortada su línea de mando, por lo tanto, quedan impedidos de dar órdenes, instrucciones o participar en el planeamiento operacional. En suma, el mando o dirigente que cae preso solo conserva el rango y el honor que deberán hacer valer en adelante.

Los argumentos del general Mora Rangel fueron desvirtuados en su totalidad por el juez de garantías que llevaba mi proceso y ordeno desestimar las acusaciones y otorgar la libertad que a pulso me había ganado.

Ahora, cuando el general Mora Rangel ha estado más de mil trescientos quince días en diálogos y negociaciones directas con sus enemigos, las guerrillas de las FARC-EP, muy seguramente tenga hoy otra apreciación sobre ese acontecimiento que he descrito.

Creo que la apertura de procesos en mi contra cuando ya mi participación en la guerra ha sido “cosa juzgada” y cuando a una persona no se le puede acusar dos veces por el mismo delito se debe o se deriva de la promocionada “macroimputacion contra el ELN” que no es otra cosa que la manera de justificar el uso de una metodología especulativa y peregrina de la imputación por algoritmos de cargos a la dirigencia del ELN. O dicho de otra manera es el uso práctico de la investigación que realizo la señora Natalia Springer por valor de más de cuatro mil cien millones de pesos.

Triste uso de los dineros de los colombianos que terminan para pagar extraños procedimientos ajenos a las costumbres jurídicas y exóticos, frente a los estándares internacionales del quehacer judicial.

Creo que esa platica se perdió que fue muy mal invertida y que a lo sumo da para montar falsos positivos judiciales como este que hoy injustificadamente me quita la libertad.

Seré libre.