HOMENAJE
Carlos Holmes Trujillo: la emotiva carta de despedida de uno de sus hijos
Iván Trujillo Pantoja, uno de los hijos del fallecido ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, escribe en SEMANA una emotiva despedida para su padre.
Papá, profundo dolor nos embarga tu partida; intensa tristeza la que se acentúa sobre todos los que te queremos y en quienes dejas una huella imborrable. La angustia de no haber podido estar cerca de ti en tus últimos momentos es de lo más doloroso que hemos vivido. Hoy te llevas una parte de nosotros, pero ese vacío lo llenarás con el más lindo regalo que hayas podido dejarnos: tu ejemplo y un legado intachable de enseñanzas, de sabiduría, de honestidad, de respeto por lo público y de maravillosos momentos a tu lado, que siempre fueron especiales, y cuyo recuerdo se encargará de alimentar día tras día nuestra admiración y cariño hacia ti. Qué ejemplo de vida fuiste, papá.
Nos enseñaste la diferencia entre la política y la politiquería; la importancia de mirar siempre a los ojos, de honrar la palabra, de ser generoso en medio de la estrechez, de ser asertivo y no negociar los principios. Quiero que sepas que todos los días fueron de admiración, recibí tu ejemplo con cada cosa que hacías y decías, permanentemente estabas aleccionándonos con serenidad y tranquilidad a la hora de enfrentarte a los más duros desafíos. Fuiste un hombre que combinó una exquisita mezcla de seriedad y ternura, un hombre encantador, un hombre de familia, amigo de tus amigos; un maestro para medir tus palabras, para fijar el tono adecuado, diciendo lo justo en un marco de prudencia que solo tú sabías hacer. Tu rectitud y altura fueron y serán por siempre un faro moral inquebrantable.
Tu extensa carrera pública solo puede ser motivo de orgullo y admiración por parte nuestra, y una constante confirmación de que la disciplina, el rigor y el actuar con propósito son las grandes herramientas para que el servicio público se pueda ejercer con total responsabilidad, para habilitar la generación de bienestar, o como tú decías, para crear un ambiente donde todos podamos vivir y trabajar tranquilos.
Ejerciste con rigor y humildad al mismo tiempo las tareas que te fueron encomendadas. Desde tu elección como primer alcalde de Cali elegido popularmente te conectaste inmediatamente con la gente, con sus necesidades, con su clamor por encontrarle solución a sus problemas cotidianos.
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Sentías como propias las dolencias de los caleños, vivías con absoluta devoción su tradición cultural y te propusiste descentralizar el estado local a través de la creación de los Centros de Atención Local Integrados (CALI), aquellos que configuraron tus primeras puntadas en tu interés de acercar el Gobierno a las personas.
Después vendría el voto programático, uno de tus aportes a la Constitución del 91, la cual ayudaste a construir con los más de 70 constituyentes que le dieron forma al clamor del movimiento estudiantil de la Séptima Papeleta y al acuerdo político de los partidos de la época. Éramos entonces muy niños, pero recuerdo que siempre vivías cargado de papeles, de libros subrayados y de lápices de todos los colores, con los cuales jugábamos muchas veces mis hermanos y yo. Más tarde, tu extensa vida diplomática te dio esa visión global, y confirmó tu destreza y auténtica pasión por los temas internacionales y la importancia de la construcción de consensos para lograr las grandes transformaciones. Fuiste un hombre “globalmente local,” un japonés por adopción, un europeo de corazón, un americano por vocación y un colombiano de raíz, sangre y pasión.
Nunca fuiste parlamentario, pero verte en el Congreso atender con esa altura y tenacidad los más intensos y candentes debates de control político hacía pensar que ese escenario no solo lo conocías milimétricamente, sino que te crecías bajo presión, te hacías enorme frente a los desafíos.
Siempre respetaste a tus contradictores políticos, nunca les restaste importancia; te mantuviste alejado del juego de la diatriba y la descalificación, y, en medio de la diferencia ideológica, brillabas por tus palabras cálidas y cercanas para ellos. Las largas horas que destinabas a preparar tus intervenciones, los marcadores Sharpie con los que delineabas la estructura de las ideas y la arquitectura de tus discursos evidenciaban lo juicioso y entregado que eras al debate. Todo lo afrontabas con mucha estatura y con respeto.
La defensa irrestricta y el cariño genuino por las fuerzas militares, por sus generales, sus tropas y por todos y cada uno de los soldados de tierra, mar, aire y río fue excepcional. Fuiste un soldado más, recorriste con ellos, hombro a hombro, todos los rincones del país, siempre con tu compromiso de luchar contra el crimen organizado, garantizar la seguridad de los colombianos y el territorio, y buscar soluciones para hacerles frente a los grandes problemas que tiene nuestro país.
Los cinco idiomas que hablabas, tu fascinación por la academia y el entendimiento integral de la actualidad política internacional y regional nos hacían sentir muy pequeños a tu lado, pero siempre sembrabas el anhelo de parecernos al maestro. A mis hermanos Carlos Mauricio, Camilo, Rodrigo y a mí nos quedan grandes recuerdos tuyos, un papá generoso y disciplinado con sus hijos y un abuelo derretido ante los gestos infantiles de tus nietos. Filippa y Máximo, los hijos de Carlos Mauricio y Chelsea, alegraron con su afecto tus escasos tiempos libres durante tus compromisos en Nueva York.
Yo, por mi parte, nunca, nunca olvidaré esas sonrisas y esos abrazos que el pasado 24 de diciembre le diste a tu nieto Benjamín. No sé por qué hoy pienso que te estabas despidiendo de él; tu cara de amor y felicidad, el brillo de tus ojos y ese apego mutuo que sentían se han convertido en un recuerdo imborrable en mi mente y en mi corazón para siempre.
Me queda el orgullo de haber tenido un papá extraordinario. Más que un ministro, que un constituyente, que un hombre de Estado, fuiste persona, persona íntegra, amorosa y cálida. Me quedan las más bellas historias y los más lindos recuerdos de tu vida.
Mis abuelos y tus padres, Genoveva y Carlos Holmes, a quienes tanto quisiste, deben estar felices de reencontrarse contigo, con ese hijo ejemplar, con el líder respetuoso de los demás, con el hombre de una gran condición humana que tanto orgullo generó en ellos.
Precarias serán siempre las palabras para hacerle un homenaje público a tu gallardía, un reconocimiento a tu caballerosidad, a tus buenas formas, a tu sobrada elocuencia e insuperable inteligencia. Gracias por enseñarnos a enfrentar la vida con determinación y carácter, a orientar nuestras actuaciones bajo principios y valores claros, a enaltecer la vocación de servicio, siempre con la solidaridad y empatía que debe emanar de todo ser humano.
Gracias por tu firmeza, por tu entrega, por la defensa de los principios democráticos y por compartirnos tu inagotable amor a la patria. Los infinitos mensajes de cariño y admiración que hemos recibido solo confirman que fuiste un gran ser humano y que dejaste una huella. Todas estas expresiones solidarias, el cariño y la admiración del señor presidente de la república, el de tus compañeros de gabinete, el afecto de las Fuerzas Militares nos llenan el alma y el corazón de alegría y gratitud inmensa en medio de tu dolorosa partida.
Tu esposa Alba Lucía e hijos, tu hermano José Renán, tus hijos Carlos Mauricio, Camilo y Rodrigo, toda tu familia y amigos, todos los que tanto te queremos y yo te vamos a extrañar profundamente. Buen viaje, papá. Qué afortunados fuimos de compartir contigo. Descansa en paz.
Te amo.
Iván Trujillo Pantoja.