NACIÓN
La carta de Adriana Córdoba a sus hijos sobre la guerra y la paz
Semana.com le pidió a un grupo de líderes que les explicaran a sus hijos el momento que vive Colombia. Este es el texto de la ex veedora de Bogotá y esposa de Antanas Mockus.
Adriana Córdoba es un personaje querido por los colombianos. Desde que se casó montada en un elefante con Antanas Mockus, juntos han representado el ideal de una familia que vive y comparte armonía. Llevan casi 20 años juntos. Ella es la principal aliada del ex alcalde en todas las apuestas que ha tenido en la vida y ha desempeñado también un importante papel en la vida pública.
Esta es la carta que les escribe a sus hijas Dala y Laima a un día de que el país salga a votar para refrendar los acuerdos de paz.
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“¿Qué significa la paz? Difícil pregunta, porque puede pasar de ser tanto, que nos exija demasiado y la veamos imposible, a ser nada, por repetir la palabra y volverla vacía. Si hoy les escribo a Dala y Laima, sobre qué es la paz, no sé cómo empezar, quiero ser sincera y decirles algo que no suene obvio, que lo escuchen y les llegue y no sé qué decir… Tal vez decirles ¿qué es un desafío? ¿Qué es algo que no conocemos? ¿Qué es algo que no tenemos? ¿Qué es algo que no hemos vivido, pero que parece ser, algo mejor de lo que hemos vivido? Pero solo viene a mi cabeza, el sinnúmero de imágenes asociadas a la guerra o a la violencia y por contraste pienso que la paz debe ser lo contrario.
Siento un gran dolor por ver tantas muestras de abuso de poder, de machismo, de oídos cerrados, de prepotencia, de falta de consideración, de egoísmo, de importancia personal, y todo eso me parece que es lo que alimenta la violencia y es contrario a la paz. Imaginar nuestras vidas sin esos sentimientos y sin esos comportamientos es lo que primero se me ocurre puede ser la paz.
Tengo vergüenza de ser colombiana, no me enorgullece lo que hemos sido como sociedad desde la convivencia. Cuando pienso que en nuestro país, por las razones que sean, no creo que haya justificación, hayan podido surgir expresiones de tanta violencia, como el paramilitarismo, la guerrilla, los crímenes de Estado, el machismo, el engaño, el poder desproporcionado, o que haya surgido en esta sociedad gente capaz de lanzar ácido a la cara de otro ser humano y dañarle la vida, o matar por un celular o por una chaqueta. O el político o el ciudadano que abusa de su poder, que usa la retórica para convencer diciendo verdades a medias, tergiversando, mintiendo. Todo eso es violencia y paz sería lo contrario. No abusar del poder, ninguno de nosotros, ni del poder que se nos ha delegado, ni del poder de la juventud, o del poder de la belleza, o del poder del género, o del poder de la educación, o del poder del ingreso, o del color de piel, o de la ropa, o del lugar donde se nace o donde se vive.
Tal vez si entre tantas cosas que son violencia y tantas que pueden ser paz tuviera que escoger una, diría que paz, es tener consideración, es ponerse en el lugar del otro, y sentir por un momento como el otro puede estar sintiendo y cambiar, cambiar el comportamiento de uno y darle espacio al otro. Tal vez escogería que por un tiempo todos los que creemos tener la razón en la casa, en la pareja, en el trabajo, en la vida pública, en las empresas y hemos, apabullado con argumentos o con la fuerza o con nuestros gestos, a otros y a sus sueños, diéramos un paso atrás o al costado o alguna parte, y nos saliéramos del centro de los reflectores que solo nos alumbran a nosotros y pusiéramos los reflectores en los otros, diéramos la oportunidad para existir a otros.
Imagino la paz como una competencia de generosidad, si uno pudiera decir, siga usted, usted primero, como usted quiera, qué puedo hace por usted, cómo le gusta a usted, qué quisiera que yo hiciera, cómo lo puedo ayudar, qué le gustaría hacer o qué le gustaría tener, qué lo haría feliz y yo voy a tratar de dárselo. Esa competencia o esa carrera por hacernos felices los unos a los otros, es la idea de paz que me gustaría construir, vivir.
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Correrme por un ratico yo, dejar de estar centrado solo en mí. Tal vez eso sea lo que es la paz. La violencia ha sido una sumatoria de egoísmos, de muchas voces cada una más alta que la otra, queriendo opacar la de al lado, tal vez paz es hacer silencio de la propia voz y pensar en las otras voces y darles lugar. Hace un tiempo leí de Peter Singer, sobre que significa ética en el siglo XXI, algo que es lo más parecido tal vez a mi idea de paz y es preguntarse en cada acción que voy a realizar, si lo que voy a hacer, produce daño, disminuye daño o previene daño.
Quisiera que paz fuera eso, evitar el daño, disminuirlo, prevenirlo. Hay tantas maneras de hacer daño, tanta conciencia del otro adormecida, que desearía que la paz fuera, merecer la vida, no solo permanecer y transcurrir en ella, sino hacer de la vida algo memorable, por generosa, por respetuosa, por descentrada en mí, por desinteresada en tener la razón.
Niñas, la paz, tal vez es no hacer daño.
Adriana Córdoba Alvarado”
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