POLÉMICA
En Cartagena hay inversión pero no le llega a los pobres
La enorme riqueza que hay en La Heroica no está beneficiando a los menos favorecidos de la ciudad. ¿Qué hacer para evitarlo, cuando hay miles de millones de dólares más en camino?
Cada diez días, inversionistas nacionales y extranjeros lanzan un proyecto de construcción en Cartagena. Según la Cámara de Comercio, hay en obra o en planos 226 edificios, condominios, centros comerciales o locales en la bahía que demandarán una inversión superior a los 2.700 millones de dólares en los próximos cinco años.
Y eso es solo una parte de las inversiones, tanto privadas como públicas, que se avecinan en los tres grandes polos de desarrollo de la Heroica: el turístico, el portuario y el petroquímico. Por ejemplo, hay varias iniciativas en camino, como la construcción de la primera fase del nuevo aeropuerto, que costará 650 millones de dólares, o el viaducto de la doble calzada Cartagena–Barranquilla que se está construyendo sobre la Ciénaga de la Virgen.
Hace dos semanas el presidente Juan Manuel Santos anunció, ante el alcalde, empresarios y dirigentes políticos, que en poco tiempo comenzará la etapa final del estudio para diseñar la nueva Base Naval con el fin de trasladar la actual, instalada en Bocagrande. Y ratificó que los recursos para hacerlo provendrán de la explotación comercial de parte de las 31 hectáreas ubicadas en plena bahía y a menos de 500 metros del casco histórico, una operación que puede superar 2 billones de pesos. Sin embargo, los cartageneros no quieren urbanizar ese valioso predio, sino convertirlo en una gran zona verde en la que haya nuevas vías, desarrollo cultural y una nueva marina (ver recuadro).
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Estas y muchas otras inversiones, junto a las que se hicieron en los últimos años, como la ampliación de la Refinería de Cartagena de Ecopetrol, demuestran que Cartagena tiene una solidez y un futuro económico que muchas ciudades del país quisieran. Se estima que en los próximos años, solo los nuevos negocios moverán entre 3.000 y 6.000 millones de dólares o más. Una muestra de este boom, dice el alcalde de la ciudad, Manolo Duque, se evidencia en que todas las semanas debe atender delegaciones de inversionistas, especialmente internacionales, interesados en invertir en la bahía.
Sin embargo, este éxito ha sacado a relucir -tal vez como nunca antes- la otra cara de la moneda, la que se ve más allá del centro histórico y las zonas turísticas. La enorme riqueza no está llegando a los más pobres ni se ha traducido en mejorar las condiciones en las que miles y miles de personas viven a diario en barrios marginales y miserables. Tampoco se refleja en una mayor oferta de empleos dignos, en reducir la exclusión social ni en cerrar las grandes brechas sociales. Y eso, sin hablar de la incapacidad y corrupción que ha dominado buena parte de la clase dirigente y política. La situación es compleja y amerita decisiones urgentes.
Corralito de pobreza
De acuerdo con el último informe sobre la pobreza publicado hace unas semanas por el Dane, Cartagena es la segunda ciudad de Colombia con el mayor número de pobres, después de Quibdó; y es la tercera en ingresos bajos, solo superada por Santa Marta y Cúcuta. Además, tiene una tendencia preocupante: el 29,1 por ciento de los cartageneros (cerca de 290.000 personas) viven en la pobreza, 2,9 puntos más que en 2015, cifra que ubica a la ciudad por encima del promedio nacional, que fue del 28 por ciento. Y muy por encima también del promedio de las 13 principales ciudades, que es del 15,4 por ciento. Adicionalmente, el 5,5 por ciento de la población (más de 50.000 personas) está en pobreza extrema, 1,5 por ciento más que lo reportado en 2015. Es más, la tasa de ocupación cayó del 55,1 por ciento al 53,8 por ciento, a la vez que la tasa de empleo informal llegó al 54,4 por ciento.
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Este retroceso también quedó en evidencia en la última encuesta realizada por Cartagena Cómo Vamos. Solo el 34 por ciento de los interrogados considera que las cosas en la ciudad van por buen camino, el 46 por ciento percibe que su situación económica mejoró y el 30 por ciento se considera a sí mismo pobre, principalmente en la zona rural. Y el orgullo por su ciudad es el más bajo en 11 años, es decir, desde que se hace la muestra.
Se encontró que en el 25 por ciento de los hogares uno o varios miembros de la familia tuvieron que comer menos de tres veces al día en el último mes. Frente a la seguridad, el 39 por ciento se siente inseguro en la ciudad y el 32 en su barrio.
En inconcebible que una urbe con uno de los metros cuadrados más caros del país y epicentro de grandes negocios y evento, tenga estos registros. María Claudia Peñas, directora de Cartagena Cómo Vamos, dice que, si bien la encuesta no mide el porqué del desánimo de los habitantes, se puede explicar en que muchos se sienten más pobres, más inseguros; insatisfechos con el servicio de energía, de salud y mal gobernados. Esto, porque la imagen del alcalde y el Concejo no es la mejor. Sin embargo, pese a ello, la mayoría sí cree que la ciudad es un buen vividero, que la situación en los barrios y que el transporte público, entre otros aspectos, también han mejorado.
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Soluciones a la mano
Todas estas cifras, y otras más, ratifican los planteamientos que el codirector del Banco de la República Adolfo Meisel Roca y el economista Jhorland Ayala-García plantearon en el documento ‘La exclusión en los tiempos del auge: el caso de Cartagena’ publicado en octubre pasado. En este, evidencian precisamente cómo el auge del turismo, industrial y portuario, que hacen del Corralito la tercera más grande del país en PIB, no se ha traducido en bienestar para sus habitantes. ¿Qué hacer para romper este sino trágico y ponerle fin a los cinturones de miseria?
Los investigadores plantearon parte de las soluciones en su informe, al advertir que se debe fijar la meta de eliminar la pobreza extrema y cerrar la enorme desigualdad, y generar los recursos públicos que lo permitan. Para lograr este cambio, Meisel Roca dijo a SEMANA que un grupo de líderes cívicos, empresariales y jóvenes de la ciudad están trabajando en definir planes y políticas, para que la ciudad las adopte. “Como la mayoría de los pobres y miserables están concentrados en tres zonas de la ciudad, una acción integral en la que se mejoren las viviendas, las vías, colegios, puestos de salud, servicios públicos y programas sociales podría tener un gran impacto”.
Este grupo piensa que estas inversiones se pueden hacer a través de un crédito con el BID, entidad en la que algunos funcionarios han empezado a mirar la posibilidad de hacer un estudio técnico para ponerles números a este plan y a un futuro empréstito.
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Sin embargo, también la ciudad tiene cómo gestionar importantes recursos, propios y del gobierno nacional. Bruce Mac Master, presidente de la Andi y natural de la Heroica, dijo a SEMANA que el país debe entender que Cartagena es de todos, no solo para las fiestas. En la última década, fue una de las grandes receptoras de cientos de miles de desplazados y víctimas de la violencia, quienes terminaron en zonas marginales. Por eso, se necesita que el gobierno ayude con políticas y recursos a cerrar estas brechas. Por ejemplo, Cartagena tiene una actividad portuaria muy grande, pero solo se queda con el 20 por ciento de lo que factura ya que el resto va para la Superintendencia de Puertos. Si el gobierno le dejara todos estos recursos con fines específicos, que pueden superar los 120.000 millones de pesos al año, sería una forma importante de mejorar las condiciones. Algo parecido, dice Mac Master, debería hacerse en Buenaventura.
Además de la mano que le debe dar el gobierno nacional, la ciudad también tiene que hacer su tarea. Lo más importante está en actualizar el catastro y cobrar impuestos más reales a los 258.000 predios, especialmente de los barrios más ricos. El valor catastral es de 37 billones de pesos, una cifra ridícula si se piensa que solo la ampliación de Reficar costó más de 24 billones de pesos. Por concepto de predial el Distrito solo recaudó 160.000 millones de pesos, y en el centro, en donde están las casas antiguas más lujosas y costosas, solo 5.968 millones.
El alcalde Manolo Duque afirma que en el último año lograron incorporar al catastro 8.000 nuevos predios, lo que incrementará el ingreso predial. Y con el impulso de la zona norte con la construcción de proyectos como Serena del Mar, que tendrá 30.000 nuevos predios, Cartagena podrá tener mayores recursos para invertir en desarrollo social. La ciudad tuvo 450.000 millones de pesos de ingresos el año pasado, una cifra importante pero muy lejana de lo que necesita.
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La exalcaldesa Judith Pinedo cree que la ciudad también podría tener un gran futuro en Tierrabomba, donde el Distrito posee 350 hectáreas de un total de 2.000 hectáreas donde podría darse un desarrollo inmobiliario diez veces superior al de Bocagrande. Nuevos impuestos, como la plusvalía, pueden ayudar.
Según Meisel Roca, también es fundamental que la zona industrial de Mamonal deje de operar como un enclave y se integre a las soluciones de la ciudad. Eso no será fácil, porque muchas empresas son extranjeras o nacionales, como Ecopetrol, y sus directivos no están vinculados con Cartagena. “Es increíble que grandes empresas solo paguen 1 millón de pesos al año en predial”, dice un dirigente cívico.
Pero falta algo fundamental. Tal y como lo advirtió Carlos Caballero Argáez en su columna de El Tiempo hace unas semanas, “el caso de Cartagena es uno de esos típicos en los cuales el avance económico no implica mejora en el bienestar social. De tal manera que el problema no es económico ni de falta de recursos. Es de naturaleza política”.
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Varios de los entrevistados, como el director de la Andi, comparten esa idea. Mac Master dijo que “no hay una clase dirigente ni política genuinamente interesada en la ciudad. Por el contrario, una parte se la han robado varias veces”. Por eso, plantea la necesidad de una administración pública confiable, que se comprometa con las soluciones y maneje de forma transparente los recursos. Mientras eso no ocurra, nada va a cambiar. De ahí, la importancia de que actores cívicos, empresariales, de la academia y del propio Estado planteen soluciones, metas, que sean adoptadas por la clase política y se les acompañe en su puesta en marcha.
Lo cierto es que por primera vez hay una gran preocupación por cerrar las brechas, para lograr una ciudad soñada en donde los cartageneros de todos los estratos puedan integrarse sin segregación socioespacial como la que existe hoy. Una ciudad donde haya más seguridad y mejor educación, salud y vivienda para los estratos bajos. Es mucho lo que hay por hacer, pero con decisión e imaginación es posible. Lo increíble es que con solo 2 billones del sobrecosto de Reficar, Cartagena tendría hoy una realidad y un mejor futuro.
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La Base Naval y la ilusión de la ciudad
El traslado de la base de Bocagrande a otra zona es una de las grandes oportunidades de desarrollo que tiene, por su ubicación privilegiada. Sin embargo, el gobierno y la ciudad están enfrentados por su futuro.
Un viejo anhelo de los cartageneros, plasmado desde 1948 en el primer plan regulador de la ciudad, es el traslado de la Base Naval que se encuentra en el barrio de Bocagrande sobre la bahía. Desde entonces se habla de Tierrabomba como el sitio más conveniente, en primer lugar porque la Armada Nacional tiene en esa isla aproximadamente 600 hectáreas, y en segundo lugar porque se consideraba más seguro que estuviera fuera del perímetro urbano. Ahora, se miran otras opciones.
De hecho, desde hace dos años, el gobierno nacional a través de la Agencia Nacional Inmobiliaria Virgilio Barco comenzó a hablar del proyecto de traslado, condicionado al desarrollo inmobiliario del lote para costear en parte la construcción de la nueva base. A esta opción le han surgido peros: primero, los costos, que ascenderían a 4 billones de pesos porque en Tierrabomba no hay servicios y el transporte de los materiales de construcción incrementaría sus gastos. Segundo, porque en la zona donde se construiría la base la profundidad no es la mejor para las operaciones navales porque está en el sector del canal de acceso al puerto. Se están estudiando otras opciones, y la más viable sería una propuesta de un grupo empresarial que se ofrece a construirla en la isla de Barú, pero los oficiales de la Armada se resisten a dejar Cartagena.
¿Cuánto valen esos terrenos? Se trata de 31 hectáreas en el espacio más valioso por su ubicación en cercanías del centro histórico, en el corazón del sector turístico y con casi dos kilómetros de orilla sobre la bahía. La ciudad quiere que la Armada le ceda ese terreno para construir un gran parque, una marina internacional, prolongar la avenida Tercera para desembotellar el ingreso y salida del barrio, un escenario para conciertos, infraestructura cultural, un parque para aumentar la arborización, zonas peatonales y ciclorrutas. Sin embargo, desde finales del año pasado se habla también de un proyecto para construir un parque temático, muelle turístico, zonas verdes y destinar una parte a desarrollo inmobiliario para financiar el traslado. Por lo pronto, uno de los condicionamientos de incluir la Base Naval en el Plan Especial de Manejo del Centro Histórico, finalmente, fue descartado, de acuerdo con el alcalde Manolo Duque. Este dice que va a dar la lucha para que ese terreno disminuya el colapso vial y urbano y se convierta en un sitio de recreación y esparcimiento.