DENUNCIA
Casa del terror: “Me obligaron a correr sobre piedras calientes”
Una mujer de 27 años que estuvo internada en la Fundación de Jesús, con sede en Villeta, donde prometían curar su adicción al alcohol, narra el drama que vivió allí, los crueles castigos que le imponían y las condiciones insalubres en las que vivían. “Me levantaba diciendo diosito que este sea mi último día aquí”.
“Yo duermo boca abajo. De un momento a otro sentí que me cogieron por el cuello. Lo primero que pensé era que se habían entrado los ladrones. yo empecé a gritar: ¡los ladrones, los ladrones!, y me dicen: no, venimos de la Fundación de Jesús a cambiar tu vida”, así narra, a quien llamaremos Flor, uno de los momentos más difíciles de su vida.
Ella era, una mujer trabajadora, profesional, afortunada. En su familia era un ejemplo para seguir. Antes de los 30 años ya tenía vivienda y carro propio, pero por circunstancias de la vida se sumergió en una profunda depresión que la llevó a refugiarse en el licor. Lo que empezó con una copa, terminó siendo una adicción.
Sus padres, ya adultos mayores, preocupados por lo que estaba viviendo Flor, decidieron buscar ayuda profesional. Les recomendaron la Fundación de Jesús, liderada por el pastor Carlos Restrepo, allí prometían cambiar la vida de la joven. Le dijeron que ella muy posiblemente iba a mostrar resistencia así que lo mejor era que ellos activaran el plan rescate, que consistía en enviar funcionarios a su casa en horas de la madrugada y subir un carro para llevarla a las instalaciones.
Dice Flor que cuando se presentaron con funcionarios de la fundación, entendió de inmediato que sus papás querían que se internara, por el amor que le tienen así que ella se ofreció a ir libremente al lugar, incluso pidió la posibilidad de quitase la pijama y acompañarlos pero, los funcionarios de la entidad se negaron, se metieron al baño con ella mientras se colocaba un pantalón y luego la amarraron de pies un manos con cinta, la subieron a un carro.
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Cuenta que el camino a Villeta se hizo más largo de lo normal. Aunque asegura que lo que vivió era solo el inicio de una pesadilla, “yo llegué y había niñas durmiendo en el piso, lloraban y gritaba. Me obligaron a quedar encerrada durante varios días, completamente incomunicada y con dos personas al lado siempre custodiándome”.
No podía creer lo que estaba pasando, hasta donde ella sabía a sus padres le habían ofrecido un tratamiento a base de deporte, con especialistas y terapeutas por un monto de millón trecientos mil pesos mensuales; “los profesionales supuestamente en realidad resultaron ser exconvictos y exhabitantes del Bronx que decían haberse resocializado y ahora tocaba llamarlos líderes”.
Asegura que no había atención médica, incluso que en repetidas ocasiones se vio muy enferma. Vomitó sangre debido a que padecía de ulcera. Retuvo líquidos porque no podía orinar en las noches, pues a ella y a su más de una docena de compañeras las dejaban encerradas en la habitación y les dejaban un balde para orinar.
“Una señora de 63 años que era pensionada y yo, nos negábamos a orinar donde todas habían orinado” dice Flor indicando que las noches eran una tortura, “yo me levantaba diciendo diosito que este sea mi último día aquí”.
Ella recuerda que además durante su estadía en la Fundación de Jesús recibió picaduras de animales que le dejaron afectaciones en la piel que solo podían ser tratadas con antibióticos. “una líder de la fundación lo que hacia era espicharme las picaduras para sacarme la materia e infección, hacia eso hasta que sangrábamos”.
Pero no podía quejarse con nadie, si lo hacia la castigaban, en algunas oportunidades la obligaron a correr en piedras calientes, bajo pleno sol del mediodía, mientras gritaba: “tengo que obedecer a mis lideres”. Se negó a hacerlo. Se sentó en el piso y grito: “si me van a matar mátenme y verán en el problema en el que se meten”, sus líderes no duraron en arrastrarla obligarla a correr y luego hacerla meter en una piscina muy sucia dónde varias mujeres eran sometidas a bañarse con el riesgo de contraer infecciones, relata.
Admite que quizás ella contó con más suerte que otros, porque asegura que en la fundación había una mujer psiquiátrica a ella la amarraban y la golpeaban constantemente. En alguna oportunidad dice que vio cuando amarraron de manos y pies con una sabana a una de sus compañeras porque intentó volarse.
No podía creer que no había medidas de seguridad, le dijo a SEMANA, que sentía todos los días su vida estaba en peligro, si no era por el lado de la amenaza que generaba sus líderes, era por la falta los riesgos que no se mitigaban. “Había niñas que estaban muy mal y las ponían a cocinar, yo no entendía cómo les dejaban portar un cuchillo sin saber qué podía pasar”.
Un día quizás sus oraciones se cumplieron. Debido a que tenía que hacer un papeleo urgente por temas inmobiliarios, fue necesario que en la fundación le permitieran el ingreso de una de sus amigas para firmar una documentación. Recuerda que no la dejaron entrar a solas, sino que dos personas estuvieron siempre presentes y escuchando lo que ella hablaba con su visita.
Pero se las ingenió para hacer una nota en un papel de cuaderno y con tinta azul pidiendo auxilio. Disimuladamente se la pasó a su amiga de nombre Andrea, quien cuando pudo desenvolvió la nota que decía : " Andre acá me maltratan. Las compañeras son niñas que estaban en la cárcel. Indigentes. Nos encierran con candado. La que es líder del ligar fue indigente”.
En otros de los apartes demuestra que la angustia que siente es tan grande como cuándo un niño teme ser mal castigado: “si se enteran de que te di esto o que le conté mis papás me van a pegar. Las llamadas las monitorean por eso no les voy a poder decir nada a mis papás”. La carta aún su familia la conserva.
Recuerdan con nostalgia y frustración, el llamado S.O.S que hizo flor en su momento, las últimas líneas de la nota dicen: “Ayúdame estoy sufriendo. Diles a mis papás que vengan por mi sin decir nada”.
Y ahí empezó el plan retorno al hogar, sus papás llegaron a la fundación diciendo que mejor que la llevaban, de allí casi no la dejan salir, pero finalmente lo lograron. Fingieron no saber nada de lo que estaba pensando, simplemente que tenían nuevos planes. Pero tan pronto salieron de allí fueron a alertar a las autoridades lo que estaba pasando.
Esa es una de las primeras quejas que se conocieron formalmente de lo que pasaba en lo que algunos han llamado la casa del terror. Después de dos meses de su denuncia las autoridades cerraron la Fundación, por algunas irregularidades administrativas que evidenciaron, pero adicional a eso están a la espera de que la Fiscalía investigue si allí se cometieron algunos delitos. Flor denuncia que fue víctima, secuestro y lesiones personales.
Ella hoy se está recuperando de su adicción y está convencida que quizás su experiencia y romper el silencio ayudara a muchos a despertar de esa pesadilla.