JUDICIAL

El viraje del caso Colmenares

La jueza no solo declaró inocentes a Laura Moreno y Jessy Quintero, sino que afirmó que no hubo ningún homicidio, y ordenó investigar a quienes trataron de engañar a la Justicia. ¿Cuáles son las razones que le dan un giro absoluto al proceso?

25 de febrero de 2017
Laura Moreno y Jessy Quintero fueron privadas de la libertad por más de un año. Esta semana una jueza emitió fallo absolutorio a su favor. | Foto: Revista Semana

La conclusión oficial del caso Colmenares, tras seis años de intensas controversias, quedó consignada en un fallo judicial de 258 páginas. La jueza Paula Astrid Jiménez requirió de tres días para leer su sentencia y responder las preguntas que se ha hecho el país desde que se registró la muerte del joven Luis Andrés, la noche de Halloween de 2010. ¿El estudiante murió por cuenta de una golpiza? ¿Por qué su cuerpo no se encontró donde Laura Moreno señaló haberlo visto por última vez? ¿Una decena de estudiantes de la Universidad de los Andes hicieron un pacto de silencio para ocultar lo que pasó? ¿Fue crimen o accidente?

Los primeros apartes del fallo se ocupan de recapitular qué dijo cada uno de los intervinientes a lo largo del extenso juicio. Medio centenar de personas, entre universitarios, policías, bomberos, peritos e investigadores, pasaron por el estrado para dar su testimonio u opinión y reconstruir lo ocurrido.

El juicio enfrentó dos versiones opuestas. La primera se desprende de los relatos de Laura Moreno y Jessy Quintero. Ellas contaron que aquella noche un grupo de amigos de la universidad planearon celebrar la fiesta de disfraces en una discoteca en la Zona Rosa, al norte de Bogotá. Laura fue en su camioneta, recogió a Luis Andrés a quien había conocido un mes atrás y con quien estaba saliendo, y juntos recogieron a otros tres amigos. Llegaron a la discoteca hacia las 11:30 de la noche, cuando se juntaron con una veintena más de compañeros, entre estos Jessy, la mejor amiga de Luis. Todo transcurría normalmente hasta que, avanzada la fiesta, Luis trató de besar a Laura y esta lo rechazó. El buen humor del joven terminó, se apartó de Laura y se embriagó con sus compañeros. Al concluir la rumba, pasadas las dos de la madrugada, Luis decidió irse adelante diciendo que quería ir a comer algo. A Laura y Jessy les pareció que estaba muy tomado y fueron tras él mientras que otros compañeros –incluido el conductor elegido de la noche– se encargaban de sacar el carro de Laura para partir todos.

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Laura y Jessy aseguran que al salir de la discoteca Luis iba de mal genio, que no las determinó y que usó su celular mientras caminaba fastidiado. Así recorrió un par de calles hasta que llegó a los puestos de comida rápida en la esquina de la carrera 15 con calle 85. Allí se detuvo, pidió un perro caliente e hizo otra llamada. Sin embargo, tras recibir el perro, Luis, alterado, lo arrojó y arrancó a correr hacia el norte. Laura de inmediato le entregó su bolso a Jessy y corrió detrás de él. Jessy, desconcertada, se quedó ahí para esperar al resto del grupo y sin posibilidad de correr pues llevaba tacones.

En breve el grupo recogió en la camioneta a Jessy, avanzaron hacia donde ella había visto correr a Luis. Llamaron al celular de este y respondió Laura quien agitada les dijo que estaba persiguiéndolo y les dio una breve seña de dónde iba.

Laura asegura que tras varias cuadras correteando a Luis lo alcanzó cuando este se detuvo ya en inmediaciones del parque El Virrey. Dijo que trató de calmarlo, pero que fue en vano porque Luis la apartó con los brazos y emprendió carrera una vez más, adentrándose en la penumbra del bosque, donde lo vio caer cuando el suelo se le acabó por la zanja del canal que atraviesa el parque. “¡Se cayó, se cayó, Luis Andrés se cayó al caño!”, les gritó a sus compañeros por celular cuando llamó para reportarles. El grupo de siete estudiantes llegó en la camioneta cuatro minutos después, y entre todos iniciaron la búsqueda de Luis. “Era como tener los ojos cerrados, no se veía nada”, aseguró Jessy.

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No lo encontraron. Ni ellos ni los policías del CAI que está allí, al que acudieron. Tampoco lo halló la brigada de bomberos que acudió a las 4:50 de la mañana para auscultar con linternas el canal de aguas lluvias donde habría caído. A la mañana siguiente, y durante todo el día, Laura y otros estudiantes retomaron la búsqueda en el sector con la madre de Luis y su hermano menor.

Pero Luis Andrés Colmenares solo apareció, muerto, pasadas las siete de la noche, cuando la madre del joven exigió que los bomberos regresaran al Virrey e hicieran una nueva búsqueda más minuciosa bajo el túnel en que se convierte el canal cuando pasa bajo la carrera 15. Un par de bomberos se adentraron en el conducto y hallaron el cuerpo, rígido, en un remanso que hay adentro, donde no llega la luz que se asoma por las bocas del túnel. Al lugar acudió el CTI, hizo el levantamiento y las primeras entrevistas con los involucrados. Laura, Jessy y otros estudiantes contaron a las autoridades su versión de los hechos, mientras empezaba una tragedia de dolor y frustración para la familia Colmenares.

Con el alma desgarrada velaron a Luis Andrés en Bogotá y luego trasladaron el cuerpo a su pueblo de origen, en Villanueva, La Guajira, donde lo sepultaron. Durante el siguiente año el asunto fue un expediente más en los juzgados de Paloquemao. El fiscal al que le correspondió el caso amplió algunas entrevistas que halló consistentes con la necropsia de Medicina Legal en la que se reseñaba que la víctima tenía máximo grado de alcoholemia, una lesión severa en la frente y en las vías respiratorias todos los hallazgos típicos de una muerte por sumersión. De acuerdo con esto, Luis Andrés, borracho, habría caído al canal ocasionándose un golpe que lo dejó inconsciente y que lo llevó a morir ahogado en el agua. Con esos elementos el caso avanzaba hacia la confirmación de la tesis del accidente fatal.

La tesis del crimen

Pero todo cambió cuando el expediente pasó a manos del fiscal Antonio Luis González. A partir de ese momento, un año después del fallecimiento de Luis Andrés, se empezó a hablar de un maquiavélico crimen y el caso Colmenares empezó a ser una etiqueta en los medios de comunicación.

González volvió trizas el informe de Medicina Legal, vinculó a la investigación a la forense que lo había realizado y la acusó de estar encubriendo el homicidio de Colmenares. Llamó a su despacho nuevamente a los estudiantes que estuvieron con Luis Andrés en la fiesta de disfraces, y les dijo que se trataba de una simple entrevista para que no acudieran con abogados. Los interrogó obstinadamente, ordenó interceptar sus teléfonos, y se frotó las manos cuando supo que cerca de la discoteca donde celebraron Halloween había estado aquella noche Carlos Cárdenas, el exnovio de Laura Moreno.

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Al ímpetu de González se sumó una pieza documental que decía expresamente “Homicidio”. Se trató del informe técnico que aportó el forense particular Máximo Alberto Duque Piedrahíta, a quien la familia Colmenares y el fiscal encomendaron ir a Villanueva, exhumar el cadáver de Luis Andrés y practicar un nuevo peritaje. Duque elaboró un informe que aparentemente desvirtuaba por completo la necropsia original. Aseguró que Colmenares no había tenido un golpe severo en el rostro, sino que había sufrido una golpiza que se reflejaba en al menos 11 lesiones distintas y la más importante la describió como una ‘herida patrón’, es decir, el resultado de un impacto recibido por un elemento con alta energía. “¡Fue un botellazo!”, aseguró el fiscal González.

El forense Duque además señaló hallazgos en el cadáver que no habían sido reportados por Medicina Legal. Habló de hemorragias en las vértebras superiores, y llamó la atención sobre la extraña presencia de livideces en pecho y espalda. Se trata de las trazas violáceas que se reflejan en la piel cuando, tras la muerte, la sangre deja de circular en el cuerpo humano y se concentra atraída por la fuerza de gravedad. Se planteó que si Colmenares tenía livideces en pecho y espalda ello indicaba que había sido asesinado en alguna parte donde murió bocarriba, y que luego habría sido puesto en el túnel donde finalmente lo encontraron bocabajo.

El caso cobró más notoriedad cuando el prestigioso abogado Jaime Lombana asumió la representación de la familia Colmenares. El penalista fue aún más lejos en el terreno de las hipótesis: “Luis Andrés trató de abrir el baúl del carro donde lo encerraron moribundo”, aseguró a los medios de comunicación. Los pormenores del caso Colmenares ocuparon innumerables titulares de prensa y pronto se volvió el proceso más mediático que haya conocido el país. En medio de ese éxtasis, el fiscal González creyó tener las piezas completas para demostrar su tesis y empezó a ordenar capturas.

Laura Moreno y Jessy Quintero fueron detenidas el 6 de octubre de 2011. Pasaron la noche en un calabozo de la Sijín y al siguiente día fueron presentadas ante un juez. Antes de comenzar la audiencia en la que fueron acusadas por el fiscal González de tener responsabilidad en el supuesto crimen de Colmenares, sus nombres eran tendencia en las redes sociales y comidilla en los medios: “Mi hijo ni se suicidó ni se accidentó, ni nada parecido, a mi hijo, ¡lo asesinaron!”, repetía en las emisoras nacionales Alonso Colmenares, padre de Luis Andrés. En una larga audiencia González solicitó al juez que las capturadas fueran enviadas a la cárcel, a Laura la acusó de coautoría en crimen y a Jessy de encubrimiento. González expuso como pruebas una serie de llamadas interceptadas y el informe de la exhumación firmado por Máximo Duque, quien empezó a fungir como perito oficial de la Fiscalía para el caso. En una de las llamadas se escuchaba a Laura hablando sobre el plan de ir hacer un curso de inglés en el exterior y el fiscal aseguró que lo que pretendía era “fugarse” para evadir la justicia. Finalmente, el juez decidió imponerles casa por cárcel, medida que se extendió por más de un año para ambas.

Entretanto el fiscal González siguió consagrado al fascinante caso, haciendo a un lado los otros 3.800 expedientes que tenía asignados a su despacho. Para llevar a juicio y lograr una condena contra las acusadas su hipótesis requería resolver una pregunta crucial. ¿Por qué asesinaron a Luis Colmenares? ¿Cuál era el móvil de todo el asunto?

El fiscal encontró una respuesta en Carlos Cárdenas, el exnovio de Laura quien, según su criterio, tendría motivos pasionales para cometer el crimen. Como a los otros estudiantes lo requirió insistentemente en su despacho para entrevistarlo y ordenó interceptar las líneas telefónicas de él y de su entorno familiar. Al poco tiempo, en octubre de 2011, el fiscal capturó a la madre y a la abogada del joven Cárdenas y pidió enviarlas a la cárcel con el argumento de que estaban obstruyendo la justicia. Su prueba: una llamada telefónica en la que la abogada le decía a la madre de Cárdenas que si el fiscal lo requería nuevamente se negara y le diera aviso.

Dado que es totalmente prohibido interceptar llamadas de los abogados con sus defendidos, a los pocos días una juez ordenó la libertad de las mujeres. Pero Carlos Cárdenas siguió en el radar del fiscal. Y el 6 de junio de 2012, el funcionario volvió a la carga. Justo un día después de que el entonces fiscal general, Eduardo Montealegre, decidió apartar al fiscal Antonio Luis González de la investigación, este consiguió la prueba reina del caso: un testigo del crimen. González ordenó capturar a Carlos Cárdenas y lo presentó como el “asesino”, la ficha que faltaba. Ahora lo ponía en el paredón con el relato de un testigo protegido que decía que Colmenares había sido golpeado en el parque El Virrey, que lo ocultaron en la camioneta de Laura Moreno y que, más tarde, ya muerto, los criminales lo pusieron en el canal donde lo halló la segunda brigada de bomberos que acudió.

Cárdenas, de 25 años, fue enviado a la cárcel La Modelo, donde fue reseñado e ingresó como un reo más. Pero cuando la prensa solicitó imágenes, el acto de reseña se repitió, pero estaba vez frente a una cámara y con pausas calculadas. La grabación de inmediato fue divulgada por todos los noticieros del país. Por su parte, el fiscal González ofreció declaraciones y cuando alguien le preguntó cómo podía seguir en el caso si ya era sabido que lo habían apartado dijo que eso era frente al caso de Laura y Jessy, pero que “otra era la cuerda procesal” que se seguía frente a Carlos Cárdenas.

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Al poco tiempo los abogados Jaime Granados, Albeiro Yepes y Pedro Aguilar, quienes asumieron la defensa de Laura y Jessy, descubrieron que el testigo estrella que había presentado el fiscal González era falso. Probaron que la noche de Halloween quien decía ser un testigo de excepción realmente estuvo al otro lado de la ciudad, cumpliendo su turno como vigilante. La evidencia fue tan contundente que el falso testigo dijo que había olvidado contar que ciertamente estuvo de turno lejos, pero insistía en que se había “volado” un rato, que fue hasta el parque y vio lo que afirmaba haber visto.

Justo cuando el primer testigo se desmoronó, el fiscal González consiguió otro. Y cuando pasó lo mismo con ese segundo, llegó de la mano con un tercero. “Tengo cinco testigos que vieron el crimen”, aseguró ante un juez en una de las audiencias. La credibilidad del fiscal también quedó maltrecha luego de que la defensa de las acusadas lo denunció porque extrajo ocultamente de Medicina Legal muestras de sangre tomadas en la necropsia de Luis Andrés Colmenares. Dijo que quería practicar un análisis de ADN, pero los abogados de la contraparte lo denunciaron sospechando que pretendían sembrar la muestra en una camioneta como la que usaron los jóvenes en la noche de Halloween. La fulminación de Antonio Luis González como fiscal vino cuando su propio fiscal auxiliar, Napoleón Botache, lo denunció por fabricar los testigos que presentó en el caso Colmenares.

Fue así que el caso pasó a la fiscal Martha Lucía Zamora y luego a manos de otros tres fiscales. Todos a lo largo del juicio contra Laura y Jessy han insistido en la tesis del crimen, apoyados por los procuradores más recientes y la familia Colmenares. En los estrados judiciales hay tres falsos testigos condenados, el exfiscal González tiene abiertas tres investigaciones –sin resultados–, la madre y la abogada de Cárdenas fueron absueltas en primera y en segunda instancia. Y en el juicio contra Carlos Cárdenas se demostró con pruebas técnicas y testimoniales que él nunca estuvo en el parque El Virrey y que para la hora en que Colmenares desapareció Carlos estaba durmiendo en casa, a muchos kilómetros del lugar. El juez que falló su proceso decidió absolverlo, y el veredicto fue luego ratificado por el Tribunal Superior de Bogotá en segunda instancia, el cual no fue apelado por el abogado Lombana, representante de la familia Colmenares. En su decisión el tribunal aseguró que contra Colmenares se cometió un homicidio, algo que cuestionan los defensores de Laura y Jessy argumentando que en ese proceso no se debatió qué ocurrió en el parque El Virrey, sino que lo que se determinó allí fue qué hizo y dónde estuvo Carlos Cárdenas aquella noche.

Ese punto crucial de si lo ocurrido en el parque fue un crimen o un accidente fue lo que se discutió por cerca de tres años en el juicio contra Laura y Jessy, que se acaba de decidir con el fallo absolutorio de la jueza Jiménez, el cual causó gran sorpresa en los medios y la opinión pública donde nadie cree que Colmenares haya sufrido una caída fatal. Alonso Colmenares habló de “corrupción” y descalificó en todos los medios a la jueza antes de que esta terminara la lectura y expusiera las razones de su fallo.

El veredicto de la jueza

Para la jueza las pruebas técnicas y científicas expuestas a lo largo del juicio permiten constatar lo que realmente ocurrió, más allá de las versiones que entregaron las partes enfrentadas. Lo primero que la juez destacó fue que el análisis link de los celulares que tenían los estudiantes la noche de Halloween daba cuenta de dónde estaba cada actor y de las llamadas que se cruzaron los universitarios antes, durante y después de la fiesta. Siempre que se hace una llamada vía celular queda un registro del punto de ubicación aproximado, de la hora y de la duración de cada comunicación. Y al contrastar los registros de una veintena de líneas celulares –incluyendo el que usaba Luis Andrés– se verifica que estos son consistentes con las versiones que dieron los universitarios.

Quedó así demostrado que Colmenares efectivamente estuvo en la esquina de la 15 con 85 a la hora que decían Laura y Jessy (3:21 de la mañana) a donde hizo una llamada antes de salir a correr. Que Jessy avisó a sus amigos de la estampida del joven al poco tiempo y cuando estaba ya en la camioneta con el grupo recibió dos llamadas de Laura (3:32 y 3:34), además de que todo el grupo se reencontró con ella, ya en el parque El Virrey, apenas cuatro minutos después (3:39). De tal forma que la Fiscalía tenía que demostrar que Laura Moreno, en menos de 20 minutos, había participado en el supuesto crimen y que Jessy, la mejor amiga de Luis Andrés, sabía todo y la estaba encubriendo ante los demás estudiantes y ante las autoridades.

Al análisis link de los celulares se sumaron otras pruebas técnicas. Los abogados de Laura y Jessy demostraron en juicio que la noche de Halloween hubo chaparrones entre fuertes y torrenciales cerca al parque El Virrey, siendo probable que el canal recolector de aguas lluvias tuviera un afluente capaz de arrastrar un cuerpo, con lo que tomó sentido que Laura lo hubiese visto caer en un punto y que Colmenares haya aparecido más al occidente, dentro del túnel.

También se estableció que la primera brigada de bomberos que acudió hizo una inspección “ligera y superficial”, y que estos bomberos nunca ingresaron al túnel, como sí lo hicieron los de la segunda brigada 13 horas después, cuando hallaron el cadáver de Colmenares dentro del túnel. La jueza calificó de negligente al primer grupo de bomberos y ordenó compulsar copias contra estos pues de haber cumplido debidamente con su trabajo otra sería la historia.

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Pero la parte más severa del fallo se refiere al informe de la exhumación practicada por el forense Máximo Duque. La jueza dedicó un aparte extenso de su decisión a explicar por qué ese dictamen pericial era un completo engaño. Señaló que Duque no había tenido el más mínimo asomo de profesionalismo al realizar esa diligencia pues extrajo el cadáver y lo expuso sobre cartones, en un piso de tierra con la asistencia de personal sin guantes ni tapabocas. Aún más, Duque practicó la disección del cuerpo en esa área descampada, usando un cuchillo de cocina que aún lucía su etiqueta de compra y en el burdo procedimiento perdió fragmentos de huesos y produjo traumas que luego reportó como lesiones pre mortem. Para la jueza, lo más reprochable fue que Duque trató de ocultar sus irregularidades. La jueza señaló en su fallo que el perito sostuvo en el juicio “que todos los hallazgos de la segunda necropsia eran originales y habían ocurrido en vida, cuando realmente sucedieron ‘post mortem’”. Tras esto, la juez ordenó la apertura de investigación penal y disciplinaria contra Duque y exigió que las demás irregularidades que observó por parte de la Fiscalía a lo largo del proceso, “no podían quedar en la impunidad”.

La síntesis general de la togada fue que el juicio había demostrado, sin lugar a dudas, que el joven sufrió una caída, su rostro impactó contra los adoquines del canal, perdió la conciencia y murió ahogado. “El despacho concluye que el daño sufrido por Luis Andrés Colmenares es consistente con una caída sobre la cara y no a golpes por terceros”, sentenció. Expuesto su veredicto, la jueza dio la palabra a las partes. La familia de Colmenares, la Procuraduría y la Fiscalía anunciaron que apelarán mientras que los representantes de Laura y Jessy se mostraron conformes con la decisión. Con ello el expediente pasa al Tribunal Superior de Bogotá que deberá ratificar o revocar el fallo de la jueza, y después de ello podría escalar hasta la Corte Suprema de Justicia. El caso Colmenares tuvo un giro radical, pero aún está lejos de concluir definitivamente.