INVESTIGACIÓN

Caso Pizano: el misterio del cianuro

En la casa de los Pizano, donde murieron padre e hijo, apareció un kilo de cianuro y luego se estableció que el tarro y las bolsas tenía las huellas del primero. Los indicios desinflan la idea de una conspiración criminal y apuntan a que la segunda muerte fue una absurda tragedia.

24 de noviembre de 2018
Por la etiqueta del producto y las bolsas de empaque, la Fiscalía ya sabe dónde fue comprado el cianuro. Jorge Enrique Pizano y su hijo Alejandro murieron con tres días de diferencia.

La escalofriante trama daba para todo tipo de elucubraciones. Jorge Enrique Pizano, enfermo de cáncer y testigo de excepción de la corruptela de coimas de Odebrecht, muere de un infarto fulminante en su casa. El deceso desata su testamento de grabaciones secretas sobre los intríngulis de contratos falsos y sobreviene un escándalo de resonancia mundial que pone al fiscal general en la cuerda floja. Tres días después, su hijo Alejandro Pizano, recién llegado de Barcelona para las exequias, cae muerto en la misma casa tras tomar un sorbo de una botella de agua con cianuro.

¿Quién silenció al hijo del testigo y para qué? ¿Será auténtico el dictamen médico según el cual el padre falleció de muerte natural ajena al cáncer? ¿Cómo apareció en la casa la botella de agua con cianuro? ¿Quién se beneficia con el doble deceso? Esas eran apenas algunas de las preguntas que la gente se hacía al comentar la terrible tragedia de la familia Pizano.

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Después de días de especulaciones, los hallazgos recientes empiezan a apuntalar la tesis más probable para explicar lo ocurrido. Agentes del CTI de la Fiscalía, acompañados por dos procuradores y un integrante de la familia Pizano, inspeccionaron la casa, ubicada en zona rural de Subachoque. Allí encontraron, en un baño auxiliar, oculto tras un minicomponente arrumado, una bolsa que contenía un tarro con cianuro de potasio. Peritos expertos en lofoscopia y ADN acudieron al lugar y tomaron muestras. Luego enviaron las trazas a dos laboratorios con calificación internacional y estos confirmaron que el recipiente tenía huellas de Jorge Enrique Pizano.

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Ese hallazgo material concuerda con varias versiones según las cuales el testigo estaba desesperado por su situación judicial, a tal punto que había anunciado estar dispuesto a suicidarse antes de tener que sufrir la humillación de ir preso. “Yo no voy a pasar por esa injusticia y no voy a permitir que mi nombre ni mucho menos mi familia pasen por una vergüenza y un deshonor. Antes de que eso ocurra, de que el CTI venga por mí, me pego un tiro”, advirtió una vez.

Al anuncio y al hallazgo del frasco de cianuro con las huellas del padre se suma que la botella con el bebedizo letal estaba en la segunda planta en el estudio, junto al computador en el que trabajaba Jorge Enrique Pizano. Allí la encontró Alejandro, con tan mala suerte que tomó apenas uno o dos sorbos y con eso bastó. “Qué cosa tan asquerosa”, dijo. Un par de minutos después se sintió muy mal, se puso pálido y empezó a gritar: “¿Qué me tomé? ¿Qué me tomé?”, mientras bajaba la escalera. Al llegar a la cocina, donde su esposa preparaba el almuerzo, cayó al piso.

Dentro de la investigación está científicamente establecido que Alejandro murió por el bebedizo. Así mismo, está plenamente descartado que Jorge Enrique Pizano, su padre, haya consumido la letal sustancia, pues el infarto que le ocasionó la muerte no está dentro de las reacciones que puede provocar tomar cianuro. Además, los investigadores enviaron las muestras tomadas en su cuerpo durante la autopsia a dos laboratorios de certificación internacional y ambos arrojaron negativo.

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El conjunto de las evidencias apuntan a la explicación de que Alejandro habría muerto al beber el veneno que Jorge Enrique Pizano preparaba para sí mismo. Toda una absurda tragedia griega, pero la tesis más probable de acuerdo con los hallazgos. La Fiscalía ya sabe de dónde salió el cianuro y está por establecer quién lo compró y cómo llegó hasta la casa de los Pizano. Detrás de esos interrogantes puede estar la verdad irrefutable del espantoso desenlace.