ANÁLISIS
“¿Constituyente? lamento aguarles la fiesta”: Vargas Lleras
El exvicepresidente y otras figuras políticas aseguran que la idea de hacer borrón y cuenta nueva es el peor camino en medio de la crisis que ha generado el caso Santrich. SEMANA explica por qué.
En Colombia, cada vez que un problema parece no tener solución, aparece el mismo fantasma: la consituyente. La idea de hacer borrón y cuenta nueva seduce a los más poderosos, especialmente cuando las vías ordinarias no permiten hacer cambios drásticos, en ocasiones tan populares como incovenientes. Eso es lo que sucedió esta semana con la decisión que tomó la Jurisdicción Especial para la paz con el caso de Jesús Santrich.
Los elementos todos estaban dados para crear una gran confusión. En pocos días, la Jurisdicción Especial para la Paz le otorgó la garantía de no extradición a Jesús Santrich, el país político y judicial se encendió. El fiscal renunció. La ministra de Justicia también dio un paso al costado. Los primeros días, el Inpec no cumplió con la orden de libertad. Se supo que Santrich se había agredido a sí mismo. Un Habeas Corpus ratificó la orden de libertad. Un juez autorizó su recaptura. Un helicóptero lo recogió en la cárcel. La salud del ex guerrillero se complicó y entró a cuidados intensivos. La clínica finalmente comunicó que estaba estable. La justicia intenta hacerle la audiencia de legalización de captura en el hospital, y mientras tanto no se sabe bien qué va a pasar.
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El presidente Iván Duque convocó este lunes a todos los partidos cercanos al gobierno para crear un pacto político que abra una salida a esta crisis, y sin embargo, en el ambiente lo que más ha sonado son dos medidas extremas: la conmoción interior y la constituyente. La primera fue de plano descartado por el Palacio de Nariño. Pero la segunda quedó en el aire. Las principales voces del uribismo como los senadores José Obdulio Gaviria, Paloma Valencia y Ernesto Macías le apuestan a esta vía. Sin embargo, esa salida más que una solución de fondo es un salto al vacío. ¿Por qué?
Lo explicó este fin de semana Germán Vargas Lleras en su columna. “A quienes han propuesto o recibido entusiasmados la idea de una constituyente, lamento aguarles la fiesta. Una constituyente sería el peor camino, pues comprometería todos los esfuerzos de este gobierno en los próximos tres años y con pocas probabilidades de tener éxito”, dijo el exvicepresidente.
En esa posición están las principales voces de la política. La senadora Angélica Lozano, por ejemplo, recordó uno de los principales fantasmas de ese mecanismo. “Estamos frente a una Constituyente que lo único que quiere es sacar adelante un artículo para el Presidente eterno”, dijo en el programa de María Jimena Duzán, Semana en Vivo.
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Algo similar expresó Ernesto Samper. “Preocupante la reacción del Centro Democrático frente a la sentencia de la JEP, que garantiza a Jesús Santrich la no extradición, con propuestas radicales como convocar a una constituyente, derogar la JEP o cerrar el Congreso, trinó. Sergio Fajardo se sumó a ese rechazo. "En vivo y en directo, están haciendo trizas la institucionalidad del país. El Presidente tiene la responsabilidad de convocar a los poderes para darle rumbo a este barco. Hoy no tiene. Ojalá no escuche la idea de convocar a una Asamblea Constituyente que sería el acabose", aseguró el excandidato presidencial.
Hablar de constituyente para el caso Santrich es exagerado, pero sobre todo innecesario por ahora. La decisión que tomó la sala de revisión de la JEP irá a la sala de apelaciones que puede revertir la decisión y enviar el expediente a la Corte Suprema.
En el fondo lo que hay en el caso Santrich es el símbolo de esos dos países que nunca han podido encontrarse: el que apoya el proceso de paz y el que siente que a la guerrillera se le concedieron muchas cosas en el acuerdo de La Habana.
Por eso, la decisión de la JEP de darle a Jesús Santrich la garantía de No extradición y otorgarle su libertad es polémica. Cayó muy mal en un sector del país que considera que a los exguerrilleros de las Farc se les han dado muchas gabelas y que rechazar la extradición hiere de muerte la lucha contra el narcotráfico. Ese mismo sector es, en su mayoría, el que se impuso con el No en el plebiscito y luego le dio el triunfo a Iván Duque sobre Gustavo Petro.
Ese malestar ha estado los últimos años representados por las fuerzas políticas de la derecha -especialmente por el Centro Democrático-, Néstor Humberto Martínez y el gobierno de los Estados Unidos. El caso de Jesús Santrich se convirtió en el símbolo del rechazo a los acuerdos de paz y en la ejemplificación de sus supuestos excesos. Por eso, una vez el ex líder guerrillero retomó su libertad, en Colombia fue troya.
Pero más allá de Santrich, la constituyente es realmente un camino largo y espinoso. Se requiere que el Congreso de la República apruebe una ley para convocarla y definir su competencia. Luego, esa norma tendrá control previo por parte de la Corte Constitucional. Si allí le dan vía libre, hay que llamar a elección. El Sí a la Constituyente deberá superar la tercera parte del censo electoral, es decir más de 11, 6 millones de votos. Teniendo en cuenta que en el plebiscito de 2016 participaron un poco más de 12 millones tanto del Sí como del No, la cifra es casi imposible. Y solo al lograrla se podrá llamar a elecciones para elegir los delegatarios y comenzar la constituyente.
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Aun después de haber superado todo ese proceso, nadie puede garantizar lo que venga. La constituyente puede ser llamada para un caso específico, como resolver una crisis institucional o reformar la JEP en este caso, pero puede terminar analizandolo todo: la reelección presidencial, las consultas previas, la adopción por parte de parejas del mismo sexo, la organización económica del Estado.
La Constitución política señala que existe la posibilidad de tener un temario limitado, pero la verdad es que una vez se conforme esta se puede declarar omnímoda. En 1953 cuando el presidente Laureano Gómez convocó una Asamblea Nacional Constituyente (ANAC) se señalaron unos temarios. Sin embargo, luego vino el golpe de Estado de Rojas Pinilla y la Constituyente no solo desbordó su campo de acción, sino que legitimó el golpe de Estado y se convocó una asamblea legislativa. En 1991, después del histórico movimiento de la Séptima Papeleta también pasó algo similar. Al principio se consideró que el temario debía ser limitado, pero una vez constituidos, los constituyentes terminaron siendo omnipotentes.
Al final, lo único cierto es que nada garantiza que una constituyente no se desborde, ni que logre conformar las mayorías de quienes la convocaron. Por eso, más que desgastar el debate en llamar a este mecanismo, lo claro es que este es un momento que necesita superarse con un llamado de unidad. Como señalaron los partidos políticos, luego de la renuncia del fiscal, “estamos ante una crisis, no ante un caos".