Estados Unidos
Donald Trump: las razones por las que su fantasma seguirá al acecho
Donald Trump abandonó la Casa Blanca por la puerta de atrás. El país respira tranquilidad tras cuatro años, pero el fantasma del magnate seguirá al acecho.
“¡Qué diferencia hace un día!”. Así comenzó la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, su conferencia de prensa semanal la mañana después de la posesión de Joe Biden como presidente. Durante los últimos cuatro años, Pelosi no solo tuvo que lidiar con los legisladores republicanos, sino que vivió la pesadilla de tener en el timón a Donald Trump. Conocida por mantener las formas, incluso Pelosi se salió de quicio ante las provocaciones del magnate. En febrero de 2020, en una imagen que quedó para la historia, Pelosi rompió en pedazos el discurso del estado de la Unión que acababa de pronunciar Trump. El hecho fue prueba del nivel de histeria en el que el magnate sumió a Estados Unidos. Pero a pesar de su indignación ante cada arrebato del expresidente, a los demócratas no les quedó más remedio que esperar a que terminara su mandato, y sacarlo del poder al derrotarlo en las elecciones presidenciales. Finalmente, con Trump fuera de la Casa Blanca, la tranquilidad regresa a Estados Unidos. Pero nadie olvida que, dos semanas antes de la solemne posesión de Biden, las imágenes del asalto al Capitolio por parte de fanáticos de Trump fueron testimonio de un Estado que tocó fondo. Y ese peligro no termina de la noche a la mañana.
La amenaza es más grande de lo que muchos piensan. A Trump lo votaron más de 74 millones de norteamericanos, para quienes todavía era buena idea apoyar al magnate después de haberlo visto socavar las instituciones democráticas, insultar a sus rivales en las redes sociales y menospreciar el rol de Estados Unidos en el mundo. Tras las últimas semanas, muchos de ellos podrían lamentarse de haber seguido al magnate hasta las últimas instancias, pero dentro de esos votos hay cientos de miles que incluso justifican la insurrección del Capitolio. No es un secreto que muchos de los votantes de Trump pertenecen a grupos supremacistas como QAnon, y existen otros cientos de organizaciones de esta naturaleza en todo el país que podrían desatar el caos en cualquier momento. Basta con recordar el plan frustrado por el FBI para secuestrar a la gobernadora de Míchigan, Gretchen Whitmer, en octubre del año pasado por parte de una milicia supremacista identificada como Wolverine Watchmen. Dentro de esas estructuras radicales, catalogadas como un peligro terrorista y de difícil control, el trumpismo sigue vivo.
El primer paso que deben dar los demócratas para sepultar la pesadilla de Trump consiste en vetarlo de cualquier actividad política. La vía más probable consiste en invocar la 14ª Enmienda, que excluye de la oficina federal o estatal a cualquier funcionario que participe en una insurrección o rebelión, lo que incluye el asalto al Capitolio. No obstante, hasta que no se lleve a cabo el proceso contra Trump, su fantasma seguirá amenazando con regresar a la política norteamericana. Además, el juicio podría volver a polarizar a la Cámara y al Senado, que ya vieron cómo el intento de impeachment contra el magnate se convirtió en una prueba de la politización del Congreso. “Volveremos pronto, de alguna forma”, fueron las palabras del expresidente al dejar la Casa Blanca, una declaración que, sin duda, merodeará durante la era Biden.
Por su parte, el Partido Republicano debe mirarse al espejo y decidir si quiere mantener a flote la naturaleza de derecha radical que los caracterizó durante el periodo Trump. Como escribió Lluís Bassets en El País, “la batalla se traslada ahora a las filas republicanas, entre quienes quieren recuperar el alma del partido y quienes quieren convertirlo en una formación extremista y tribal”. En todo caso, habla muy mal del estado del bloque republicano que varios de sus miembros del Senado estuvieran dispuestos a desconocer la victoria de Biden días antes del asalto al Capitolio, con el único objetivo de fraguarse el apoyo de los seguidores más recalcitrantes de Trump. Tampoco fue buen síntoma el silencio republicano ante los abusos de poder del exmandatario durante su periodo. El único copartidario de Trump que dejó constancia de que no iba a tolerar sus excesos fue el senador Mitt Romney. Por lo demás, reinó el silencio republicano, en cabeza de su líder en el Congreso, el senador Mitch McConnell. Ahora, McConnell ha dejado la puerta abierta para apoyar un juicio contra Trump y reconoció que el magnate provocó los incidentes del Capitolio. Si el Partido Republicano no le da la espalda al extremismo trumpista de una vez por todas, su reputación podría quedar condicionada durante mucho tiempo.
Aunque la figura de Trump ha demostrado resistir un sinnúmero de escándalos y acusaciones, es un hecho que atraviesa sus horas más bajas. Es demonizado por sus rivales, y prevé que sus problemas legales lo perseguirán por un largo tiempo. Incluso, dentro de los 73 indultos que otorgó en su último día como presidente, se cuentan algunos destinados a proteger a colaboradores y allegados, condenados en la investigación sobre una posible colusión con Rusia de su equipo de campaña en las elecciones de 2016. Así mismo, sus acusaciones infundadas de fraude electoral y los disturbios en el Capitolio dejaron sus empresas en aprietos. Nadie quiere saber de él ni de su marca.
A pesar de su mandato, Trump siempre será, sin duda alguna, un expresidente aparte. Parece fantasioso pensar que un día él y sus predecesores vivos participen en una ‘foto de familia’, en uno de esos momentos de unidad nacional que Estados Unidos tanto ama. Trump comienza su exilio en Mar-a-Lago debilitado, en una soledad increíble, acentuada por el bloqueo de sus redes sociales. Pero cuando vuelva a aparecer en público, no cabe duda de que movilizará multitudes. Y aunque cueste creerlo, todavía tiene la capacidad de paralizar parte del Partido Republicano.
Para aquellos que creen que Joe Biden cerró con su victoria el paréntesis de Trump de una vez por todas, el expresidente Barack Obama lanzó una advertencia: “Sé que una elección no solucionará el problema. Nuestras divisiones son profundas”. No obstante, que ya no esté Donald Trump a cargo de la democracia más importante del mundo supone un gran alivio.