ORDEN PÚBLICO
El depredador sexual de Urabá
Es uno de los principales capos del Clan del Golfo que abusó de decenas de niñas entre 10 y 13 años. Esta es su aberrante historia.
Entre el 3 y el 14 de mayo de este año en Acandí (Chocó), Carepa (Antioquia), Montería (Córdoba) y Cartagena, (Bolívar), cinco policías han sido asesinados, y varios estaciones y CAI han fueron atacadas con granadas y explosivos. En efecto, la cúpula de la banda criminal conocida como el Clan del Golfo ordenó a sus sicarios implementar un llamado plan pistola, consistente en asesinar policías a sangre fría en cualquier lugar del país. Al estilo de Pablo Escobar, adicionalmente, ofrecían 2 millones de pesos a sus secuaces por cada patrullero muerto.
Con esa violenta ofensiva, el clan respondió a uno de los golpes más fuertes que ha sufrido esa organización de narcotraficantes: la muerte de Uldar Cardona durante una acción del bloque de búsqueda de la Operación Agamenón el pasado 2 de mayo en las selvas de Urabá. Conocido con el alias de Pablito, era el hombre más cercano a los jefes de ese grupo: Dairo Úsuga, alias Otoniel, y Roberto Vargas, alias Gavilán.
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Cardona era importante porque comandaba 6 estructuras con 750 hombres en Córdoba, Antioquia y sur de Bolívar. Pero, principalmente, porque con ese ejército se había transformado, a sangre y fuego, en uno de los hombres clave de las finanzas. En esas regiones él y su grupo extorsionaban prácticamente a toda la comunidad, desde tenderos hasta ganaderos. De ese modo mensualmente recaudaban 3.500 millones de pesos, y por la explotación ilegal de oro y los negocios de narcotráfico conseguían otros 15.000 millones cada mes.
De sus 42 años de edad llevaba 26 en el mundo del crimen. Militó en las AUC, y en 2000 estuvo en el bloque Centauros en los llanos. Cuatro años más tarde participó en el asesinato de su jefe en ese bloque, Miguel Arroyave. De allí regresó a Urabá y fundó con otros secuaces las llamadas Águilas Negras, que, tras varios nombres, terminaron convertidas en el Clan del Golfo.
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Desde hace 18 meses la policía venía tras él. Lograron reclutar como fuente a una persona de su anillo de seguridad y, lo más importante, a una de sus amantes que reveló un lado aún más oscuro de Pablito. Indignada le contó a los agentes encubiertos que estaba decidida a capturar a ese hombre, a quien definió como un aberrado depredador sexual.
La mujer contó cómo, aprovechando el poder de sus sicarios y los millones que movía, Pablito se convirtió en el terror de decenas de familias. La razón es que obligaba a los campesinos de la zona a llevar al sitio donde él estuviera escondido a sus hijas de entre 10 y 13 años de edad. Allí abusaba sexualmente de las menores y las sometía por días a los más horribles vejámenes. Los familiares no tenían muchas opciones. Si no accedían, el capo ordenaba asesinar al papá o la mamá y en el mejor de los casos los obligaba a salir desplazados. No menos siniestro era que si las niñas tenían entre 6 y 8 años obligaba a los familiares a “tenérselas listas” para que se las llevaran al cumplir los 10 años. Si intentaban huir de la zona para salvar a la menor, asesinaba a algún miembro de la familia. La amante indignada, convertida en informante, contó que en 2 años abusó de ese modo a más de 50 menores, dato que los investigadores corroboraron con las entrevistas a las atemorizadas familias y pobladores, quienes por razones obvias nunca denunciaron a ese asesino.
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Cansados de estas aberraciones, y de muchos otros abusos, la mujer, uno de los hombres de su seguridad y la comunidad optaron por contarles a los policías y al bloque de búsqueda que el 2 de mayo Pablito iba a hacer una fiesta en una finca escondida en la selva, a varias horas del municipio de Arboletes.
A las 5:30 de la madrugada del día siguiente una docena de comandos de Copes y Junglas llegaron al sitio para arrestarlo. Uno de los anillos externos de seguridad del narco, conformado por 20 hombres con fusil, detectó a los policías y comenzó una intensa balacera. Desde el interior de la vivienda Pablito y cuatro de sus escoltas también comenzaron a disparar contra los comandos. Tras más de media hora de enfrentamiento finalmente el narco y 3 de sus hombres murieron y otros 4 cayeron en manos de las autoridades. En el interior del lugar encontraron un arsenal y cajones llenos de juguetes sexuales y videos pornográficos que el criminal usaba al abusar de las menores. Así terminó la carrera criminal del depredador sexual del Clan Úsuga.