En cinco años hizo una carrera vertiginosa: denunció la parapolítica, fue senadora, candidata a la vicepresidencia, lideró la consulta anticorrupción y fue elegida alcaldesa. | Foto: JUAN CARLOS SIERRA - SEMANA

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La nueva Claudia

La recién elegida alcaldesa de Bogotá ha cambiado su tono y eso produjo un viraje inesperado. Muchos sectores que le fueron adversos o incluso le temían hoy están tranquilos.

2 de noviembre de 2019

El triunfo de Claudia López para ocupar la Alcaldía de Bogotá no fue un gran palo, pero sí sorprendió. Como todas las últimas encuestas le daban unos puntos de ventaja a Carlos Fernando Galán, la victoria que tenía asegurada la candidata de los verdes hasta hace un mes y medio se vio amenazada. Sin embargo, al final sucedió lo que estaba cantado desde hace un año.

Su triunfo fue histórico por varias razones. Por primera vez, una mujer, lesbiana, ganó la alcaldía de Bogotá por voto popular. Y, por primera vez, el Partido Verde llegó al segundo cargo de elección popular más importante del país. Pero no ganó por eso. Claudia representa las nuevas ciudadanías: ambientalistas, minorías sexuales, feministas, animalistas, entre otras.

Esa mujer hecha a pulso tuvo una carrera vertiginosa en los últimos cinco años. Se dio a conocer al país por sus denuncias contra la parapolítica. Después, en un breve lapso, logró ser senadora, candidata vicepresidencial, líder de la consulta anticorrupción y, ahora, alcaldesa. Resultó también ser una operadora política de alto nivel. Durante su campaña por la alcaldía construyó una estructura política dentro del Partido Verde que le responde a ella. Eso incluye congresistas, concejales, diputados y ediles.

El éxito de Claudia López también proviene de su personalidad mediática. Su presencia en cualquier medio de comunicación producía rating. Pero el taquillero tono irreverente y agresivo se le convirtió en un talón de Aquiles a medida que avanzaba la campaña. Sus denuncias gustaban, pero tenían un tufillo de lucha de clases que asustaba a ciertos sectores. Por ejemplo, se le fue la mano en el tono y la forma como trató al alcalde Enrique Peñalosa durante la campaña. Cuando ella defendió la reserva Van der Hammen, lo describió como “pavimentador”. En relación con los parques, lo llamó “talador de árboles”. Al criticar TransMilenio, lo acusó de ser “perpetuador de diésel”. Y, tal vez, en la más injusta de sus acusaciones, llamó a Miguel Uribe “niño corrupto”.

También le criticaron su volatilidad. Ella es una mujer impulsiva y eso se traduce no solo en su tono, sino en sus afectos. Al exministro Juan Fernando Cristo le había dicho que “era un torcido”, y cuando adhirió a ella, pasó a ser un “verdadero liberal”. Algo parecido le hizo al exministro Guillermo Rivera, quien pasó de demonio a santo apenas la apoyó. Lucho Garzón pasó de “enmermelado” a “bienvenido a este gran equipo, tu experiencia será el mejor aporte para construir una política social”. Y qué decir de Peñalosa, que pasó de ser un “arrogante” y su gobierno “una farsa” a “un amigo, mi maestro y mi mentor”.

Pero para hacer política, Claudia tiene más virtudes que defectos. Sin duda, su bandera de lucha contra la corrupción le dio la mayor cantidad de votos. Prácticamente, todos los políticos hacen campaña con esa causa, pero logró como promotora de la consulta anticorrupción convertirse en el símbolo nacional de esa cruzada. Los puntos contenidos en la consulta, en su mayoría, ya estaban contemplados en la legislación vigente. Y algunos eran populistas y no tenían nada que ver con la corrupción, como la propuesta de bajarles los sueldos a los congresistas. Además, la iniciativa fracasó, pues no llegó al umbral. Sin embargo, en términos políticos, fue un éxito rotundo por los casi 12 millones de votos que obtuvo y porque concientizó al país sobre ese flagelo.

La alcaldesa electa presentó un programa de gobierno detallado y muy sólido. Solo le competía el de Uribe, que reflejaba el conocimiento que había adquirido como concejal y como secretario de Gobierno de Peñalosa. El de Galán gustaba más por la persona que lo exponía que por el contenido, que se limitaba a enumerar las necesidades de la ciudadanía. Sus votos obedecieron más a su mensaje contra la polarización que a su programa. El de Hollman Morris se concentró, principalmente, en el metro subterráneo y en el modelo de educación para la ciudad. Pero su respetable 14 por ciento de los votos obtenidos no obedeció a ninguna de esas propuestas, sino a ser el candidato de Gustavo Petro.

La alcaldesa electa presentó un programa de gobierno detallado y muy sólido. Solo le competía el de Uribe, que reflejaba el conocimiento que había adquirido como concejal y como secretario de Gobierno de Peñalosa.

Ella no tuvo asegurado su triunfo hasta el final, pero una serie de hechos le dieron un viraje a la campaña. Algunos no tuvieron que ver con la candidata. A Galán le hizo mucho daño la denuncia de que la Corporación Escuela Galán tenía contratos con la Alcaldía de Bogotá, y la captura de uno de sus asesores programáticos, Juan Carlos Junca. Pero lo de la corporación era injusto, pues él no tenía nada que ver. Sin embargo, la propuesta de Claudia, en los últimos días, de congelar el impuesto predial, sin duda, hizo que muchos bogotanos cambiaran su voto. Ello pudo haber tenido el mismo impacto en menos de una semana que su idea original de oponerse al TransMilenio por la carrera Séptima.

la propuesta de Claudia, en los últimos días, de congelar el impuesto predial, sin duda, hizo que muchos bogotanos cambiaran su voto.

Ella se vende como una persona que llegó a la cumbre sin padrinos. No le debe su carrera a nadie, pero algunas figuras importantes sí incidieron en su victoria. Para comenzar, Sergio Fajardo, quien en buena medida fue uno de los triunfadores del domingo pasado. También, a pesar de sus quebrantos de salud, llegó Antanas Mockus, quien apareció en unas controvertidas cuñas en las cuales Claudia tocaba piano y él le daba un beso en la frente. Jorge Enrique Robledo, Antonio Navarro y Lucho Garzón desempeñaron un papel no menos importante que los anteriores.

También resultó definitivo que logró dividir al petrismo. Ángela María Robledo, quien había sido la fórmula vicepresidencial de Petro, protagonizó esa deserción. Después del episodio en que la expareja de Morris lo acusó de maltrato familiar, varias mujeres de la Colombia Humana se apartaron de la campaña y comenzaron a adherir una a una a la de Claudia. Como María Mercedes Maldonado, ex secretaria de Hábitat de Gustavo Petro, y María José Pizarro, representante a la Cámara e hija del asesinado líder del M-19, Carlos Pizarro.

Con Claudia ha sucedido algo muy extraño. Después de que ganó las elecciones, varios sectores que le eran adversos o que inclusive le temían hoy están tranquilos. Esto obedece, principalmente, a su cambio de tono. Si como candidata fue aguerrida y confrontacional, como alcaldesa electa parece una estadista conciliadora. Tuvo palabras amables para sus contrincantes y se tomó el trabajo de visitarlos en sus casas esta semana. En todo caso, todos coinciden en Bogotá en que la nueva Claudia ha tenido un buen comienzo. El electorado, tanto el que votó por ella como el que no lo hizo, quería algo diferente. Y, definitivamente, Claudia López es diferente.