HOMENAJE
Cómo mi papá se inventó unas olimpiadas para mi
Una de las mayores preocupaciones de mi papá era no tener suficiente tiempo para compartir con su familia debido a la cantidad de compromisos que asumía y a sus responsabilidades como hombre público. Por eso buscó involucrarnos en todos los aspectos de su vida y aprovechó al máximo los momentos que pudo compartir con nosotros.
Se levantaba todos los días a las 5:30 de la mañana para leer los periódicos y desayunar con nosotros antes de que saliéramos para el colegio. La política y los problemas del país siempre estuvieron presentes en las conversaciones familiares. La opinión de mi mamá fue fundamental en muchas de sus decisiones e incluso se interesaba por lo que pensáramos mis hermanos y yo sobre los temas políticos. Con cada apunte u opinión nuestra que lo emocionaba recuerdo que extendía los brazos y nos decía “venga me da un abrazo, mi viejo querido”.
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Siempre se interesó porque conociéramos el país y sus diferentes realidades y por eso nos turnamos con mis hermanos para acompañarlo en sus giras políticas. Yo estuve en el Chocó y en San Andrés y Providencia, Juan Manuel lo acompañó a la costa Atlántica y Carlos Fernando al Pacífico. A las giras del centro del país íbamos todos si el calendario escolar lo permitía. Cada vez que llegábamos a una población nos aferrábamos a su cinturón para no perdernos en medio de la multitud. A pesar de que llevaba el mismo mensaje por todo el país, nunca repitió un discurso y en cada municipio sorprendía a sus habitantes por el conocimiento de su problemática local.
Las elecciones también eran oportunidades para compartir en familia. Desde el día anterior todos ayudábamos a empacar las papeletas en sobres para el día siguiente, como se hacía antes de que existiera el tarjetón. Para la fecha de las votaciones cada uno tenía un atuendo completo que incluía una camiseta, un casco lleno de calcomanías de Galán y una bandera del Nuevo Liberalismo. Primero íbamos al Minuto de Dios a acompañar a mi mamá a votar, luego al Planetario, donde él tenía inscrita su cédula, y terminábamos la jornada en el Hotel Belvedere, vecino de nuestra casa en la calle 104, donde esperábamos los resultados hasta la madrugada.
Mi papá impulsó nuestro rendimiento académico y quiso que aprendiéramos otros idiomas. Recuerdo que en alguna ocasión se sentó conmigo varias tardes a explicarme el funcionamiento de las instituciones políticas y gracias a su ayuda por primera vez saqué la mejor nota en la clase de sociales.
Era un apasionado del deporte y gozaba como un niño las competencias ecuestres en las que Juan Manuel y yo participamos. También recuerdo cómo disfrutó los triunfos de los colombianos en el exterior y en especial de Lucho Herrera, quien le regaló una de sus bicicletas. Tan grande sería su afición por el deporte que en 1984 se inventó unas olimpiadas para celebrar mi cumpleaños. Compró cronómetros, alquiló bicicletas y mandó a hacer medallas y trofeos. Fue sin duda el mejor cumpleaños de mi vida.
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Tuvimos siempre el mejor recuerdo de la época en que vivimos en Italia, donde yo nací cuando él era embajador. Quizás por eso en nuestros cumpleaños siempre comíamos pasta y en las celebraciones especiales íbamos al Piccolo Café, de la señora Sabina, o al restaurante La Piazzeta de la calle 92.
Solía olvidarse de todas sus preocupaciones jugando Pac-Man con nosotros, o cualquier juego en el que se desconectaba del trajín diario, y se quedaba hasta que nos ganara sin importar la hora, porque no le gustaba perder.
Aun cuando su tiempo con nosotros fue corto, mis hermanos y yo tuvimos la suerte de conocerlo, de disfrutarlo y, sobre todo, de admirarlo.
* Hijo de Luis Carlos Galán.