NACIÓN
País de desconfiados
Los alarmantes niveles de desconfianza de los colombianos hacia sus instituciones están entre los más altos en el mundo, según un reciente estudio de la firma Edelman. ¿Qué pasa?
Colombia vive una profunda crisis de confianza en sus instituciones. Hoy solo tres de cada diez ciudadanos cree en el Gobierno. Se trata del tercer indicador más bajo mundialmente, solo superado por países como España y Sudáfrica. Lo dice la nueva encuesta de la firma Edelman, que toma como referencia las respuestas de 34.000 personas en 28 países. El documento revela, además, que esa confianza se deterioró en el último año al caer 4 puntos porcentuales frente a la medición anterior. ¿Cómo explicar este indicador, 16 puntos por debajo del promedio global?
La propia encuesta de Edelman, que desde hace 20 años mide asuntos relacionados con la credibilidad y reputación, revela tres pistas concretas. La mayoría de la gente (75 por ciento) percibe que el Gobierno no es honesto, le falta un propósito (60 por ciento) y no tiene una visión de futuro (53 por ciento).
Esa desconfianza que sienten con el Gobierno se parece mucho a la que perciben frente a los medios de comunicación, un fenómeno que ha crecido a la par con el auge de las redes sociales. En Colombia, el 48 por ciento confía en los medios tradicionales. Aunque el indicador subió 4 puntos en relación con el año pasado, está 1 punto por debajo del promedio mundial.
“Hay que revisar el papel que las instituciones representan en Colombia. Los medios y el Gobierno son percibidos como instituciones deshonestas, cortas de visión y sin un propósito, y esto genera desconfianza. Es importante reconsiderar el papel de cada una para construir alianzas que le permitan a cada uno hacer lo que mejor sabe hacer y producir mayor confianza en la ciudadanía”, explica Daniel Quiroga, vicepresidente de Asuntos Públicos y Crisis de Edelman.
En el caso de Colombia, esta firma entrevistó a 1.350 personas, de las cuales 200 forman parte de un sector calificado, compuesto por empresarios y líderes de opinión. Ellos confían más en el Gobierno y en los medios que el público en general. Llama la atención del estudio que los colombianos creen un poco más (36 por ciento) en los Gobiernos regionales que en el nacional.
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Daniel Quiroga, Vicepresidente de Asuntos Públicos y Crisis de Edelman.
Pese a este panorama, la mayoría de los connacionales (77 por ciento) consideran que su situación económica mejorará en los próximos cinco años. En ese entusiasmo frente al futuro, solo los superan los ciudadanos en Kenia, Indonesia e India, a pesar de que el optimismo nacional cayó ocho puntos porcentuales frente al año pasado. Las expectativas por un futuro más prometedor superan a las de países como Brasil, China, México, Argentina, Estados Unidos o Australia. El mayor pesimismo está en Japón, donde solo una de cada diez personas cree que todo mejorará en el corto plazo.
"A ocho de cada diez colombianos les preocupa que las noticias falsas sirvan como un arma en las discusiones públicas".
Pero esa perspectiva la alimenta un deseo de cambio (85 por ciento), pues los colombianos piensan que el sistema les ha fallado (64 por ciento) y consideran necesario recuperar el sentido de justicia (82 por ciento). De hecho, casi seis de cada diez personas entrevistadas en el país sostiene que el capitalismo, tal como existe hoy, “es más dañino que benéfico para el mundo”.
En ese sentido, a los colombianos les angustia, en especial, perder el empleo. El 91 por ciento expresó ese temor, motivado por el aumento de los contratos de prestación de servicios, el trabajo de los inmigrantes por menos plata y una recesión importante que sufra el país. Hoy, la tasa de desempleo nacional es de dos dígitos (13 por ciento), y el Gobierno tiene el gran reto de buscar que el crecimiento económico se traduzca en más y mejores plazas laborales.
Empresarios sacan la cara
En este contexto, los connacionales vuelcan sus esperanzas hacia el mundo empresarial. Colombia es uno de los siete países donde la mayoría de la gente (66 por ciento) confía en las compañías. Lo mismo hacia las organizaciones no gubernamentales (ONG), cuya confianza creció tres puntos y se ubicó en el 65 por ciento.
“En Colombia, las empresas y las ONG son percibidas como las únicas instituciones éticas y competentes, a diferencia de los resultados globales, en los cuales se puede observar que ninguna de las instituciones evaluadas cumple las dos condiciones sobre las que se cimenta la confianza”, explica Quiroga.
El 77 por ciento de los colombianos creen que los gerentes deben liderar los cambios que el país requiere en vez de esperar a que el Gobierno los haga. Además, el 97 por ciento quiere que estos líderes empresariales asuman más activamente su rol en el país y opinen sobre temas relacionados con el cambio climático, el impacto de la automatización en los puestos de trabajo, el uso ético de la tecnología, la desigualdad en los ingresos y la inmigración.
Los empleados desean que los oigan y el 80 pide participar en la planeación de las compañías. “El 82 por ciento de los empleados en Colombia consideran que tienen la oportunidad de impulsar cambios en la sociedad a futuro”, destaca Quiroga.
En temas de liderazgo, los colombianos desconfían de los líderes del Gobierno, de las élites económicas, de los líderes religiosos y de los periodistas. Por el contrario, los científicos y los gerentes les provocan la mayor confianza.
Finalmente, Edelman dedica uno de sus capítulos a la información. En el país, el 70 por ciento considera que consume información poco confiable. Por si fuera poco, el 80 por ciento dice que le preocupa que las noticias falsas sirvan como un arma en medio de la discusión pública. Este último indicador creció seis puntos porcentuales frente a 2018.
El porcentaje de confianza en los medios como fuente honesta para encontrar información cayó cuatro puntos hasta el 64 por ciento. Para las personas, la fuente más creíble es acudir directamente a los motores de búsqueda (71 por ciento). Este comportamiento muestra aún más el enorme nivel de desconfianza que vive el país, del que solo escapan los empresarios y las ONG. ¿Qué hay que hacer? La pregunta queda formulada.